21. La razón

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TN

Entramos a una especie de bóveda que se encontraba alejada de los demás, en los rincones de la academia. El lugar perfecto para ejecutar el nuevo plan.

- ¿A qué me has traído aquí? ¿Quieres que nos besemos o algo por el estilo? - dijo sarcástica.

- No tienes tanta suerte como para recibir un beso mío, Dalia - la miré sería desde mi lugar.

- Cómo si fuera la gran cosa - puso los ojos en blanco.

- Para Cinco si lo es - murmuré con la intención de apuñalar su ego.

Su mandíbula se tensó y sus ojos me acecharon.

- ¿De qué hablas? - preguntó con sus ojos hechando fuego.

- ¿Sabías que cuando estamos inconscientes nuestros poderes se apagan? Ya que no hay algo que los controle, ni siquiera nuestro subconsciente - confesé mientras me sentaba en la orilla de la ventana.

- Si, lo sabía. ¿Pero eso qué? - respondió con desagrado y sus cejas se hundieron.

- Lo cuál evita que las mentes sean controladas, incluyendo sus recuerdos.

- ¿A dónde quieres llegar con esto?

- Lo comprobé aquella vez en la cual Diego y yo rociamos varios polvos en tu comida - continué evadiendo su pregunta.

- ¿Ustedes fueron?

- Duraste horas inconsciente. ¿Pero sabes que es lo más curioso de todo eso? - centré mi vista en ella -. Todos en la academia fueron amables conmigo y mencionaban recuerdos de los cuales yo no estaba enterada.

- ¿Quieres que llore? Porque no está funcionando.

- Y eso me llevó a pensar, ¿que habilidades tienes que poseer para que toda una familia evite tener recuerdos de su querida hermana? - me puse de pie y me acerqué lentamente a ella.

- ¿Creés que yo los manipulé? ¿Qué tengo otras habilidades fuera de la electricidad? - aseveró sería.

- Yo no e dicho que fueras tu la responsable - hablé tranquilamente.

Carraspeó y reacomodo su postura.

- Los manipuláste - solté.

- Vaya, que inteligente eres, TN - sonrió burlona -. La verdad, creí que tardarías un poco más.

- Si lo usaste en ellos para borrarles la mente, ¿por qué no usaste tu poder en mi?

- ¿Crees que no lo intenté? Pasé noches inrrumpiendo en tu habitación solo para borrar tu memoria - soltó con reproche -. Pero parece que tu cerebro es un maldito cerrojo.

Así que ese era su segundo poder. Okey, conozcamos el tercero.

- En tu registro dice que posees tres habilidades. De las cuales solo dos conozco - caminé lenta hacia ella -. Muéstrame quien eres en verdad.

- No eres tan estúpida entonces - sonrió.

Se alejó un poco de mi y de repente la imagen fue borrosa desde mis ojos, cuando todo volvió a la normalidad su rostro era distinto.

Oh, mierda.

Esos ojos, esa nariz, esas marcas, las había visto antes. Y conocía perfecto a la chica, sabía quién era, porque era a la misma que yo había dibujado, a la chica que había visto en mis sueños.

Y un recuerdo más vino a mi mente.

- Ese día de la misión, antes de caer por la ventana - dije sin poder creerlo -. Tú fuiste quien lanzó la granada.

- Creí que moririás ese día, pero solo quedaste en estado de coma - soltó con voz hostil.

- Yo no te conocía. ¿Por qué me hiciste eso? - cuestioné horrorizada.

- Porque quería tu vida - contestó -. Sabía que al morir Reginald necesitaría a alguien más en la academia y esa sería yo.

- Hasta donde sé, mi vida no es la más emocionante o perfecta. Dime la verdad - exigí.

- Es esa. Todos los días veía las noticias, leía los periódicos y siempre decían lo mismo. "La fascinante ocho junto con sus hermanos salvan al mundo" - habló al borde del llanto -. Veía tu vida y luego me veía a mi. Quería estar en una familia en la cual yo solo importara, dónde la atención solo fuera para mí. No en un horrible entorno donde era el remplazo de alguien muerto.

Su pequeña historia de verdad me había conmovido. Pero no podía dejar que eso me afectará a mi, no era mi problema.

- Pero terminaste igual aquí, siendo el remplazo de alguien en coma - comenté tanjante.

- Pero recibía atención. Si no hubiera sido por esos tontos recuerdos de Klaus todos en la academia te hubieran olvidado - soltó.

- ¿Por eso él si me recordaba?

- Si, esos recuerdos que le venían cada noche sobre ti hacían imposible mi trabajo, luego se lo contó a Diego y todo se fue al carajo - explicó mientras caminaba de un lado al otro de la habitación -. Pero tenía a Cinco. Eso lo remediaba todo.

Apreté la mandíbula por la mención de su nombre.

- ¿Por qué él?

- Los veía a ustedes juntos, siempre riendo y abrazándose. Y yo quería tener eso, y era la víctima perfecta.

- ¿Por qué lo dices? ¿Por qué a él si lograste borrarle la memoria?

- Cuando se enteró que tú habías quedado en coma se dejó caer. Tenía la mente tan débil y fue más fácil para mi poder entrar en ella.

- Eres una maldita perra.

- Gracias, me eh esforzado mucho - sonrió.

Estaba apunto de estampar mi puño contra su cara, pero lo esquivó y fue rápida para tomarme del cuello y obligarme a retroceder hasta que mi espalda chocó contra la pared.

- Escucha idiota, e matado a mucha gente, me eh esforzado lo suficiente para estar aquí y no lo vas a arruinar - sentenció -. Tus queridos dos hermanos ya te olvidaron, no te queda nada. Yo gano está vez.

- No...no lo creo - dije a duras penas y con mi mano libre golpeé su mejilla.

Su palma liberó mi cuello y yo comencé a toser por la falta de aire.

Ella retrocedió y la tomé del cuello de su camisa y estampé su cuerpo contra la pared. La mantuve inmóvil sin poder hacer algo.

- Ahora tu escúchame a mi. Si Klaus logró recordarme a través de sus recuerdos. Estoy segura que Cinco lo hará igual - exclamé -. Nunca serás yo, Dalia, y eso es lo que te duele.

Estaba apunto de golpearme cuando retrocedí y volví a estampar con más fuerza su cuerpo a la pared.

- Disfruta tus cinco minutos de atención, porque cuando todos logren recordarme, será tu perdición - sentencié con voz dura.

La solté y ella cayó al suelo de rodillas sin poder mantenerse en pie.

- Por tu bien no dirás nada - sonreí -. Bonita noche, número Nueve.

Dí media vuelta y caminé a pasos seguros a la puerta.

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