14. Yo sé tu pequeño secreto

414 71 7
                                    

<TN>

Caminamos muy sigilosamente por todo el pasillo, siguiendo detrás a Dalia, manteniendo la distancia suficiente para que no nos viera o escuchará. Parecíamos espías, o al menos eso me sentía.

Seguimos caminando, a veces escondiendo nuestro cuerpo detrás de algún jarrón o esperando a la esquina de alguna habitación.

Todo se detuvo cuando Dalia giró en una habitación que no era la de ella, ni la de Cinco, ni la de Allison.

Era la de Luther.

Giré el cuello y miré a Diego con las dejas hundidas. La expresión de mi hermano era peor que la mía.

Ninguno de los dos entendía que pasaba.

- Es la habitación de....

- Lo sé - confirmé lo que Diego también suponía.

- ¿Qué hace ella en su habitación?

- Tal vez viene a platicar o algo por el estilo - traté de sacarme de la cabeza la idea de que ellos dos tuvieran algo.

- Si tal vez.

- Vamos. Ya llegamos demasiado lejos como para irnos - hablé y me dirigí hacia la puerta de la habitación de Luther.

Cuando llegué, la puerta estaba entre abierta, Diego llegó a mi lado varios segundos después. Coloqué mi ojo entre la abertura y poder ver hacia el interior.

- ¿Qué ves? - preguntó cerca de mi oreja y trató de moverme para que él también pudiera observar.

- Haste a un lado, idiota, nos van a descubrir - lo regañé entre dientes.

- Déjame ver - insistió.

- Diego, haste para allá.

- Solo hazme un espacio - y continuó con su tarea de empujarme.

- Te comportas como un niño de cinco años. Bien, mira - hice mi cuerpo a un lado y le dí libre acceso para que observara.

- Gracias - sonrió victorioso e inclinó su cuerpo para mirar a través del hueco.

Puse los ojos en blanco y me inqué, colocándome entre su cuerpo y la puerta para poder observar desde abajo de su pecho.

- ¿No te vió nadie? - Luther habló acercándose a Dalia.

- Claro que no. A estas horas los demás idiotas están comiendo. Y Cinco sabe que odio que me molesten en mi hora de merendar - contestó con tono grosero la hermana de Diego.

- Bien. ¿Cuánto tiempo más tendremos que escondernos? - ladró Luther -. Estoy arto de solo verte de lejos o a escondidas.

- Ya vas a empezar con lo mismo - Dalia se rascó la cien.

- Quiero tomarte de la mano enfrente de todos y decirle al puto mundo que eres mía - confesó con tono exagerado pero siendo discreto para no gritar.

Dalia alzó su mano y con su dedo índice señaló seriamente a Luther.

- No soy tuya ni de nadie. No soy un objeto al cual puedas poseer, ¿entiendes?

- Dalia...

- Nada - lo mandó a callar -. Así que espero que esa idea tuya de confesar tu tonto amor se esfume - dió media vuelta y llevó una pequeña porción de comida a su boca.

- TN... - Diego susurró cerca de mi oído.

- Lo sé, ¿en cuanto hará efecto? - pregunté.

- En unos cinco minutos - respondió.

Mi atención se volvió a pasar al interior de la habitación.

- No me hables así, se te olvida que yo sé sobre tu pequeño secreto - amenazó con tono serio mi hermano.

- ¿Me estás amenazando?

- Cómo tú quieras verlo, solo que no se te olvide ese detalle - la retó Luther.

Dalia dió un paso al frente y penetró con la mirada al grandote.

- Si me vuelves a hablar así, será lo último que hagas en tu vida - soltó.

Las cejas de Luther se relajaron al igual que su postura, empezó a respirar con normalidad y lo siguiente nos confundió.

- Lo siento, Dalia - mi hermano agachó la cabeza y se arrodilló ante ella.

- Te...te perdono - dijo arrastrando las palabras.

Oh no.

- ¿Estás bien? - Luther se puso de pie y tomó de los hombros a Dalia.

- Claro. Oye.... eres muy bonito, tus ojos igual lo son, pero no tanto como los de Diego - confesó al borde de perder la conciencia.

- ¿Qué dijo? - solté confundida sintiendo una molestia en la boca de mi estómago.

- ¿Dalia qué dices?

- La verdad - sus palabras cada vez se arrastraban más y era difícil comprender sus palabras.

Y se desmayó.

Luther alcanzó a sostenerla y evitar su larga caída al suelo.

- ¡Dalia! ¡Despierta!

No lo pensé dos veces y abrí la puerta de golpe, sin darle tiempo suficiente a Diego para que se incorporará, lo cual ocasionó que su cuerpo se cayera al piso al no tener soporte.

- ¡La encontraste! - solté y corrí hacia ellos.

- ¿Qué?

- Jugábamos a las escondidas y pues la encontraste. Eres el ganador. Tenemos que irnos, si querés yo la llevo - tomé su mano y la pasé por encima de mi hombro.

- Auch - Diego se quejó mientras se ponía de pie.

- ¿Qué hacían ustedes? - Luther nos miró.

- Jugar, ya te lo dije. Diego ayúdame. Nos vemos.

- Pero ella está...

- Dormida, si, suele pasar cuando juegas a las escondidas - mintió Diego y llevó el brazo libre de Dalia por encima de su hombro.

- Eso y orinarte - agregué -. Adiós hermanito.

- Pero esperen...

Y sin darle tiempo de hablar, salimos de su habitación.

Corrimos por todo el pasillo en dirección a mi habitación.

- ¿De qué secreto hablaban?

- No lo sé.

- ¿Por qué se arrodilló?

- ¡No lo sé!

¥

Un capítulo más.

¿Cómo les pareció?

Es muy corto, perdón. Pero e estado trabajando en la segunda parte de "Te seguiré en cada universo", y aparte estoy en semana de exámenes y trabajos finales.

Pero ya trataré de estar más activa.

No sé les olvide votar y comentar

Con amor, Esme

Memories Where stories live. Discover now