Capítulo 34: Misión en el planeta Tarsex (XI)

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Cuadrante 36, Sistema Malvarala, planeta Tarsex.


¡Mierda, es demasiado pronto! - maldijo Auber mientras observaba como se aproximaban volando las dos figuras hacia su posición.

- ¡Auber estamos en problemas! - exclamó Umber desde el comunicador de su rastreador -. He habilitado el control remoto de las naves, podemos irnos en cuanto lo ordenes.

- Es demasiado tarde – respondió Auber -. Los tengo casi encima. Sube a una de las naves y escapa al planeta Malvarala. Yo intentaré conseguirte algo de tiempo.

Estaba perdido. La situación ya era bastante complicada solo con los tardalianos pero, contra las tropas de Cooler, no había posibilidad de ganar. Su rastreador no le devolvía datos de Lych e Ion, posiblemente por la cercanía de los cristales de exel del almacén. Sin embargo, ni siquiera con su ayuda serían capaces de plantar cara a Tomber. Lo único que podía hacer era contener al enemigo para dar una oportunidad a Umber y que informase al capitán Raditz.

- ¡Pero van a matarte! - dijo Umber -. ¡No tienes ninguna posibilidad!

- Lo sé – confirmó Auber -. No pierdas más el tiempo y súbete a la nave.

- ¡No! - gritó Umber -. ¡Somos compañeros, no te dejaré atrás!

Idiota – pensó Auber -. No es el momento de hacerse el valiente.

- ¡Umber, es una orden! - exclamó tajante -. ¡Regresa al planeta Malvarala e informa al capitán Raditz!

- ¡Menuda fiesta tenéis aquí montada! - dijo Tomber interrumpiendo la conversación.

El marshelita había llegado finalmente hasta el patio de armas y observaba la situación con una sonrisa divertida. Tras él se encontraba Polver. El brench lucía bastante maltrecho y llevaba en su hombro el cuerpo de Prico. Aún seguía vivo, así se lo indicaba a Auber su rastreador, si bien su nivel de energía era mínimo.

- Aulus, parece que este chico ha conseguido ponerte en apuros – continuó Tomber observando la herida del centurión -. Estos saiyans no dejan de sorprenderme.

- ¡Tomber, termina ya con esto! - dijo Aulus.

- Un momento centurión, todo a su tiempo – respondió el marshelita -. ¿Tú debes de ser Auber, cierto? Polver me ha hablado de ti de camino a la base. Dice que tienes unas técnicas muy curiosas... ¿Eres tú el ideólogo de este ingenioso plan?

- Así es, aunque supongo que he subestimado tu velocidad – respondió Auber. Si el marshelita tenía ganas de conversar, él no iba a decepcionarlo. Tenía que conseguir todo el tiempo posible para Umber. ¡¿Por qué demonios no había despegado ya su nave?!

- ¡Impresionante! ¡Tan joven y con tantos recursos! ¡Ojalá tuviese diez soldados como tú! - exclamó Tomber, felicitándole -. Me muero por escuchar toda la historia. ¿Cómo sobrevivisteis a mi ataque? ¿Cómo ocultasteis vuestra energía? ¿De dónde sacasteis los collares de supresión? ¡Tantas preguntas! De algunas ya intuyo las respuestas pero, aún así, me encantaría conocer los detalles.

- Supongo que, en esta situación, no pierdo nada por contarte mi plan – dijo Auber, animándole a continuar con la conversación -. Escapamos de tu ataque gracias...

- ¡Espera, espera! - le cortó Tomber -. De verdad que me encantaría escuchar tu historia. ¡Diablos, odio las incógnitas! Sin embargo, soy un tipo pragmático. Llegué aquí con una misión que cumplir, un encargo de vital importancia para mi señor Cooler y, por fortuna y a pesar de vuestras incómodas interrupciones, ya lo he cumplido. Solo queda limpiar los cabos sueltos para asegurar el éxito de mi plan y eso pasa, desgraciadamente, por acabar con vosotros de inmediato e impedir que se filtre cualquier tipo de información sobre lo que ha pasado en este planeta. ¿Ves por dónde voy?

Dragon Ball: una historia de los saiyansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora