Capítulo 8: Torneo de poder (parte 2)

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El combate entre Plum y Cado fue muy diferente de los anteriores. Si los dos primeros duelos se habían caracterizado por su precipitación y velocidad, en esta ocasión los contendientes fueron mucho más cautelosos, midiendo cada golpe y valorando los posibles riesgos de cada técnica. En la mente de todos los aspirantes estaba el combate de Ange. Sin embargo, en esta ocasión no hubo sorpresas y Cado se acabó alzando con la victoria. El enorme saiyan, con la característica brutalidad que tan a menudo había descargado sobre Auber durante su formación en la academia, se concentró en machacar el costado izquierdo de Plum con una andanada de golpes ante la que este poco pudo hacer para defenderse.

- ¡Cado es el vencedor del tercer combate! - gritó Brocco cuando Plum cayó inconsciente sobre la arena después de recibir una fuerte patada en el cuello.

- ¡Si! - gritó Melo entusiasmado por la victoria de su secuaz - ¡¿No os lo dije?! Una cosa es que una saiyan de nivel alto como Ange logre darle la vuelta a un combate desfavorable y otra muy distinta que una basura de nivel bajo sin talento obtenga la victoria.

Nadie se molestó en responder. Sin duda, al contrario que Ange, Plum carecía de la inteligencia y habilidad para imponerse a un rival que le superaba en poder. Sin embargo, Auber aún creía en sus posibilidades. Tenía su técnica de respiración y la zona de ki que le permitían mejorar su velocidad y percepción, reduciendo las diferencias contra rivales de un nivel superior. Esperaba que eso fuese suficiente para sobrepasar la enorme brecha que le separaba de Orn.

- ¡Llegamos a la mitad de la primera ronda! ¡Es el momento del cuarto combate! - gritó Brocco cuando el equipo médico se llevó al inconsciente Plum. El examinador estaba encantado con su papel de arbitro -. ¡Qué pasen a la arena Melo y Tich!

- ¡Mi momento ha llegado! - exclamó Melo eufórico -. No me quitéis el sitio, vuelvo enseguida.

- ¡Suerte Tich! – dijo Ange alentando a su compañero de grupo. Tich agradeció los ánimos con una vaga sonrisa. El saiyan no parecía convencido de sus posibilidades.

- ¡Suerte! - exclamó también Auber. Apenas conocía a Tich pero esperaba que se alzase con la victoria, no solo por su odio hacia Melo, también debía reconocer que la lealtad y compañerismo del saiyan con Ange le había causado una notable impresión. En la siempre feroz y competitiva sociedad saiyan resultaba inusual encontrar esas muestras de amabilidad.

- ¿Un buen tipo ese Tich, verdad? - dijo Aspar acercándose a él -. Una pena que, en este caso, Melo tenga razón. No tiene ninguna oportunidad de ganar el combate.

- Quién sabe... - respondió Auber, esquivo. No estaba acostumbrado a tratar con otras personas de su edad y la aparente familiaridad de Aspar le resultaba un poco incómoda.

- Créeme, tengo buen ojo para valorar el potencial – dijo sonriendo -. Sin embargo, a ti si te veo con bastantes posibilidades.

- ¿A mí? - preguntó sorprendido -. ¿Por qué lo dices? La diferencia de poder entre Orn y yo es prácticamente la misma que la de Melo y Tich.

- Si, eso es cierto – reconoció el saiyan apoyando su mano en el hombro de Auber -. Pero, como ya dije, en un combate el nivel de poder no es lo único que importa y, en tu caso, tengo el presentimiento de que pasarás de ronda.

Orn soltó un bufido de incredulidad al escuchar la predicción de Aspar, mientras que Cado y Prico lanzaron sonoras carcajadas.

- Gracias por la confianza supongo – respondió Auber, cada vez más incómodo -. ¿Y qué hay de ti, también te ves con posibilidades?

- Eso lo sabrás en unos minutos – dijo Aspar esquivando su pregunta-. Mira, al combate no le queda mucho.

Era cierto. El pobre Tich se había descuidado y Melo había aprovechado la oportunidad para emplear una de sus técnicas favoritas. El matón agarró la cola de su desprevenido rival y este redujo drásticamente su energía, cayendo al suelo presa del dolor. Ese era el punto débil de todos los saiyans y el entrenamiento para superar esa flaqueza no estaba al alcance de cualquiera. Una vez en el suelo, Melo se dedicó a golpear a su rival a placer. Desprotegido como estaba, podía haberlo lanzado fuera de la arena de combate, pero el matón tenía otros planes. Estaba claro que quería darle una lección. Ange observaba la escena con los puños apretados, luchando por contener el deseo de ayudar a su amigo.

Dragon Ball: una historia de los saiyansWhere stories live. Discover now