Capítulo 31: Misión en el planeta Tarsex (VIII)

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Cuadrante 36, Sistema Malvarala, planeta Tarsex.


- ¿Cómo marchan nuestros invitados, sueltan algo? - preguntó Polver al entrar en la sala de interrogatorios.

- No, no hay manera de sacarles nada por ahora – le respondió Marsink. Tomber lo había dejado a cargo de los interrogatorios y el brench parecía frustrado por la falta de resultados -. Ya les he aplicado una fuerza de 20G, el doble que la de su planeta natal, y no hay manera de que nos digan nada acerca de su misión.

Polver se acercó a los dos prisioneros. Se encontraban apresados dentro de dos tubos de color rojizo que iban desde el suelo hasta el techo. Levitaban, ingrávidos, incapaces de moverse por la acción de varias fuerzas gravitatorias contrapuestas.

- Quizás no tengan nada que decir – señaló Polver mientras observaba al saiyan llamado Lych. Este se retorcía de dolor. Las cámaras gravitacionales eran una tortura horrible. Obligaban al preso a mantener todo su cuerpo en tensión pues, ante cualquier mínima debilidad, este se contraería sobre si mismo, aplastado por las fuerzas gravitacionales -. No entiendo porqué Tomber piensa que saben algún secreto sobre nuestra misión. ¡Ni siquiera nosotros lo sabemos!

- Supongo que quiere asegurarse – dijo Marsink -. Después de todo, se trata de una misión ordenada directamente por Lord Cooler. Yo también tendría cuidado.

- Imagino que si... - convino Polver mientras observaba al otro saiyan. Al contrario que Lych, este se mantenía totalmente quieto en su cámara. Con los ojos cerrados, parecía encontrarse en una especie de trance, si bien sus músculos no daban muestras de debilidad -. A este no vas a sacarle nada. Si no fuese por su postura, pensaría que ya está muerto. Es un tipo duro de narices.

- Si, nunca había visto a nadie aguantar de esa forma – convino Marsink -. Quizás cuando empiece a cortarlo en pedacitos.

El brench sonrió con malicia imaginando las futuras torturas.

Demasiado sádico para mí – pensó Polver con cierta repulsión. No compartía los gustos de su compañero. Él era un soldado, no un torturador.

- ¡Señor! - exclamó un soldado tardaliano entrando apresuradamente en la sala -. ¡Lord Tomber os requiere en la puerta del campamento de inmediato! ¡Velimar parece estar en apuros!

Los dos brench se miraron durante un instante y, veloces, partieron junto a su jefe. Tal y como había dicho el soldado, Tomber los esperaba junto a la puerta, observando el horizonte con su rastreador.

- ¡Aquí estamos señor! - dijo Marsink saludando a su superior. Polver se detuvo a su lado, si bien se ahorró el protocolario saludo.

- Ya era hora – dijo Tomber sin apartar la vista de su objetivo -. Parece que me equivoqué al dar por muertos a esos saiyans. Según mi rastreador continúan vivos y han rodeado a la idiota de Velimar. En circunstancias normales la dejaría a su suerte, pero andamos cortos de efectivos y no puedo perderla.

- ¿Quieres qué vaya a ayudarla? - preguntó Polver.

- Si – confirmó Tomber -. De hecho, quiero que vayáis los dos. Esos saiyans ya me han sorprendido una vez y no quiero que vuelva a repetirse. Acabad con ellos y, esta vez, aseguraros de que estén bien muertos.

¡Cómo si fuese nuestra culpa! - pensó indignado Polver, si bien permaneció en silencio. Apreciaba demasiado su vida.

- Cuando volváis os espero en el laboratorio – continuó Tomber -. Estoy cerca de alcanzar resultados.

Dragon Ball: una historia de los saiyansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora