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"Cuando pierdes algo que no puedes reemplazar"

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"Cuando pierdes algo que no puedes reemplazar"

Al llegar a Outer Banks cada uno fue directo a su respectiva casa, Pope fue junto con Cloe con la esperanza de que su padre le dejase quedarse, y JJ acompañó a las dos chicas que vivían en el lado Kook. Dejaron a Kiara y juntos se dirigieron a la casa de la castaña.

Era pronto por la mañana, así que nadie andaba por las calles. La muchacha suspiró mirando su casa, pensaría que su abuela se hubiese vuelto a ir si su coche no estuviera aparcado en la puerta.

— ¿Quieres que entre contigo? — preguntó el rubio.

— No, eso sería mucho peor. — murmuró. — Tengo que hacerlo sola.

JJ tomó el rostro de Meira entre sus manos y le dio un beso en la frente como despedida. Aún así no se movió de su sitio hasta que la vio intentar abrir la puerta.

Meira intentó abrir la puerta pero estaba cerrada con llave, miró el interior de la casa a través del cristal pero no encontró rastro de nadie. Comenzó a golpear el cristal con algo desespero. Atraída por los golpes de Meira, su abuela fue hasta la puerta con el teléfono pegado a la oreja y sin hacer demasiado caso a quien era.

— Abuela... — murmuró Meira a la mujer que tenía la mirada ocupada.

En cuanto escuchó aquella palabra y esa voz, se despegó el teléfono de la oreja dejándolo caer al suelo y miró a la chica con los ojos abiertos como platos.

— Meira, hija. — se lanzó a abrazarla lo más fuerte que pudo.

— Perdón, lo siento mucho. — dijo la castaña entre sollozos.

— ¿Estás bien? — acunó su rostro entre sus manos. — No puedo creerme que estés aquí.

— Estoy bien. — asintió. — Lo siento mucho, abuela.

— No importa, cariño. — le besó la mejilla repetidas veces. — Lo importante es que has vuelto.

— No volveré a irme, lo juro. — dijo Meira ya sin ningún control por las lágrimas que habían comenzado a caer por sus mejillas.

— Vamos dentro, mi vida. — la abrazó por la cintura y guio a la adolescente al interior de su hogar.

Mientras Meira esperaba sentada en su cómodo sofá, su abuela no dejaba de sacarle todo tipo de comida que pudiese imaginarse.

— Es suficiente. — habló Meira con la boca llena.

— Mi niña, ¿pero tu te has visto? — le preguntó alarmada. — No debes pesar más que una pluma.

— Te prometo que luego comeré todo lo que quieras. —dijo tragando la comida que tenía en su boca. — Pero, ¿podemos ir al hospital? Necesito ver a mamá.

Al escuchar aquella frase los ojos de la mayor bajaron a sus pies, y se colocó el pelo tras su oreja nerviosa.

— ¿Qué pasa? — preguntó la chica viendo la extraña actitud de su abuela, que ni podía mirarla. — Abuela, dime que es lo que sucede.

— Cariño, tú madre murió hace una semana.

Aquellas palabras cayeron sobre como un cubo de agua helada. Nadie sería capaz de bromear con algo así, en especial su abuela. Toda la felicidad que tenía por haber vuelto a casa se desvaneció en apenas un segundo, su corazón había comenzado a latir tan deprisa que sentía que en cualquier momento se le iba a escapar del pecho.

Se llevó las manos al cuello sintiendo que cada vez el aire que pasaba a través de su garganta era mucho menor. Estaba triste, pero las emociones que predominaban en ella eran enfado y culpa, se sentía culpable por no haber estado en casa para despedir a su madre, o quien sa be si ella podía haberla ayudado de alguna manera.

— ¿Cómo fue? — preguntó con dificultad.

— Hace dos semanas tuvo un cambio bastante drástico, para bien. — le explicó la mayor. — Parecía haber vuelto a la lucidez, recordaba todo lo sucedido con tu padre y te recordaba a ti. Incluso la permitieron volver a casa, pero un día su corazón simplemente fallo. Se fue mientras dormía así que no se pudo hacer nada, tampoco sufrió.

Escuchar la explicación de su abuela la hizo sentir aún peor, daría su vida si pudiese por poder estar junto a ella en su última semana. Se había perdido la oportunidad de poder abrazarla como antes después de tanto tiempo.

— No le pude decir que estabas desaparecida, le dije que estabas en viaje. — dijo la canosa. — Estaba tan emocionada por verte...



(...)


Meira recibió llamadas de todos sus amigos, en especial de Sarah, pero no quería salir de su habitación. Llevaba todo el día bajo sus sábanas sin parar de llorar.

Quizás era egoísta, pero no quería saber nada sobre ellos, era una forma de buscar un culpable que no fuese ella, pero si desde un principio nunca se hubiese visto envuelta con ellos todo hubiese sido distinto.

Jamás hubiese decidido meterse en aquel barco y nunca se hubiese quedado durante semanas en una isla desierta. Se hubiese quedado en Outer Banks, con sus amigos de siempre y su vida de Kook, simple pero segura.

Pero no, decidió acompañar a Sarah en el día del festival Estibal e involucrarse con los pogues, volvió a verse con la persona que más daño le había hecho, le perdono y ahora era su novio, del que estaba perdidamente enamorada.

No se arrepentía de casi nada de lo que había hecho, pero si le hubiesen avisado de todo lo que iba a conllevar, no habría salido aquel día de casa.

No se arrepentía de casi nada de lo que había hecho, pero si le hubiesen avisado de todo lo que iba a conllevar, no habría salido aquel día de casa

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S E M P I T E R N O   (JJ Maybank)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora