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"Te ves tan feliz cuando no estoy contigo"

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"Te ves tan feliz cuando no estoy contigo"

Llevaron a Meira hasta una gran casa, a juzgar por la decoración, quien vivía en ella era mucho más que un kook a los que estaban acostumbrados.

La encerraron en una habitación, sinceramente, por mucho que quisiese irse de allí no pensaba desaprovechar la oportunidad de darse una ducha. Llevaba semanas sin sentirse limpia.
En el armario había cuatro vestidos completamente iguales pero de distintas tallas. Tomó la talla que estaba acostumbrada a usar y al ponérsela se dio cuenta de que le quedaba bastante ancha, tanto tiempo en la isla le había hecho adelgazar.
Meira había sido quien peor había llevado la situación, a pesar de que había empezado animada, eso no duro ni tres días. Entendía que el resto no tenía demasiado que echar de menos, pero entendía como Pope y Kie podían estar tan tranquilos, sobre todo la chica, que más de una vez había afirmado que prefería quedarse allí que volver junto a sus padres.

Tal y como le habían dicho, a las ocho de la tarde la llamaron para ir a la cena. Siguió a la trabajadora hasta una sala en la que había un hombre de espaldas a ella.

— Disculpe. — se aclaró la garganta.

Lo que ni ella ni el hombre se esperaban era verse en esa casa.

— ¿Qué cojones estás haciendo aquí, Rafe? — se acercó enfadada. — Sabía que Ward tenía que ver con esto.

— ¿De qué hablas? — también se acercó. — ¿Estás intentando meterte en mi trato?

— No sabía si en este reencuentro saltarían chispas. — una voz masculina les interrumpió.

— ¿Quién eres? — le preguntó Rafe al hombre.

— Me llamó Carlos Singh. — respondió. — Es un placer conocerle, señor Cameron. Y, señorita Bravo, le pido disculpas por los malos modos con que la hemos traído hasta aquí. Pero por favor, pasen, siéntense.

Rafe y Meira se miraron son moverse del sitio.

— Venga, no muerdo.

— Malos modos... ¿y yo qué ?

— Si, señor Cameron, falsos pretextos. Pero, creo que el fin justifica los medios.

Los dis invitados tomaron asiento en unos sillones, el señor Singh les entregó a cada uno un vaso con whiskey.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó Meira impaciente.

— Señorita Bravo, señor Cameron, compartirnos ciertos intereses. — les explicó.

— ¿Esto no se trata de la cruz? — preguntó Rafe.

— Pues si. — asintió. — Tangencialmente, se trata de la cruz, pero también de algo muchísimo más grande de la cruz. En realidad hablamos de completar una gran búsqueda. Miren, la historia se remonta a hace 450 años, cuando un soldado español salió de la cuenca del Orinoco en Venezuela con unas pocas cuentas de oro. Y, cuando le preguntaron de dónde venían las cuentas, el soldado español dijo que se las dio una pacífica tribu indígena que vivía en una ciudad de oro, el Dorado. Y durante los siguientes 450 años, muchos han intentado encontrar ese oro. Lo han intentado, conquistadores, caballeros, capitanes de barcos, tribus... naciones enteras. Todos contra todos, en una carrera por llegar al premio gordo. Miles de vidas se acumularon en la pila de la fiebre del oro. Y me corresponde a mi, saben, me corresponde a mi completar la tarea. Cerrar el círculo de una misión que h durado casi 500 años. Puede que sea la mayor misión de la historia del hemisferio occidental.

S E M P I T E R N O   (JJ Maybank)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora