S E M P I T E R N O (JJ Maybank)

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"Hogar en donde sea que esté contigo"

18   M E S E S   D E S P U É S

Una expedición de un solo hombre, John Routledge, y un grupo de adolescentes que nos acompañan hoy.

Nacieron y crecieron aquí, y consiguieron algo que conquistadores, almirantes y exploradores no consiguieron en siglos de historia.

Hoy, nos hemos reunido para celebrar que estos jóvenes, procedentes de ambos lados de la isla, se unieron para resolver un misterio de más de 500 años.

¡Un aplauso!

La multitud se levantó para aplaudirles a ellos, a los Pogues. Sus padres, amigos, profesores, todo el mundo. Incluso cuando esa misma gente les había puesto muchas trabas en su camino.

JJ tomó la mano de Meira para ponerse en pie. La castaño no pudo evitar buscar con la mirada a su abuela, pero no había rastro de ella, otra vez.
Su vuelta a Outer Banks no había sido para nada como se esperaba. Había pensado en la bronca que le echaría su abuela la verla después de escaparse del internado, pero que cuando le contase toda la historia la entendería. Pero no hubo nada de eso, al llegar se encontró con que su casa se vendía, había vuelto a irse, esta vez sin avisar y por lo que parecía, probablemente para siempre.

Meira besó la mejilla del rubio, que se veía algo incómodo ante toda esa gente.

Con el dinero que les habían dado por tal descubrimiento cada uno había decidido invertirlo de diferentes formas. Pope volvió a estudiar, JJ se compró un barco y juntos abrieron una tienda de surf, Meira había decidido volver a comprar su casa de forma anónima.

— No me gusta este lado de la isla. — se quejó JJ metiéndose dos canapés a la vez en la boca. — Hay demasiados Kooks.

— Bueno nuestra casa ahora está en este lado, te acostumbrarás. — sonrió Meira.

— No creo que eso nunca suceda.

— Es increíble las vueltas que da la vida. — murmuró Meira. — Jamás me hubiese imaginado, aquí, contigo.

— Yo tampoco, aunque sinceramente no sé me ocurre nada mejor. — dijo JJ colocando un mechón del cabello castaño de la chica detrás de su oreja. — No se si me lo merezco.

— Te mereces esto y más, amor. — aún estando en tacones, rodeó su cuellos con los brazos y tuvo que ponerse de puntillas para poder besarlo.

— Chicos. — Kiara les llamo. — Venid.

Sin separar sus mando, los dos siguieron a la chica hasta el resto de sus amigos, que se encontraban junto a un hombre mayor.

— ¿Podemos ayudarle? — preguntó Pope.

— Si, solo quería deciros que lo que habéis hecho es asombroso. El royal merchant, El Dorado, Denmark Tanny... un currículum más que impresionante. Me preguntaba si seríais tan amables de echarle un vistazo a un objeto mío.

— Por supuesto. — contestó Cleo. — ¿De qué objeto se trata?

— Es un manuscrito. — lo sacó de su maletín. — Lo investigaría yo mismo, pero soy demasiado mayor. Necesito socios, y vosotros estabais los primeros en mi lista.

— ¿Me permite? — Meira extendió el brazo para tomar el papel.

— Con mucho gusto. — se lo dio.

— 1718. — leyó Pope por encima del hombre de Meira. — Dios, que antiguo.

—Es un diario de navegación. — dijo John B. — Indica la ubicación exacta del barco.

— La ubicación exacta desde donde zarpó y de donde atracó.— corrigió el hombre.

— ¿Quién fue el capitán? — preguntó Meira.

— Edward Teach. — respondió. — Barbanegra.

Los siete se miraron impresionados.

— La hostia... — murmuró John B sonriente.

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