Saga de Subaru: Capítulo 12

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En el sueño, vio grandes columnas de humo alzarse en dirección al cielo, el cual reflejaba el ardor anaranjado de las llamas que rodeaban el lugar como un muro de fuego que se alzaba alto como el cielo.

El estrépito de gritos de dolor y furia resonaba en el lugar, una terrible cacofonía que resonaba en su cabeza como el eco de una pesadilla infernal.

La pequeña se tabapa los oídos en un intento de silenciar aquellos sonidos martirizantes, mientras a su lado pudo notar el brillo de las alas de Lafanpan, su hermana mayor, la cual la hablaba, aunque el atronador ruido del lugar le impedía reconocer las palabras dichas por la hada. Un temor que te congelaba en el lugar y te impedía moverte, aún si todo tu cuerpo, tu mente y tu corazón te pedían a gritos correr y huir.

Daba igual que la hada estuviera a su lado, pues su presencia no desvanecía una profunda aprensión que dominaba su corazón. Era un miedo frío y antinatural, una sensación de peligro y temor instintivo que nunca había sentido tan intensamente.

A lo largo y ancho del paisaje a su alrededor, una extensa llanura de hierba que ardía ante el fuego, vio numerosas figuras avanzar entre la humareda, miles de hombres envueltos en armaduras de acero, con largas lanzas y afiladas espadas en sus manos. Muchos montaban a caballo, algunos en seres cuya silueta era reptilínea, y otros, a la distancia, empuñaban arcos y lanzaban flechas al horizonte. Por todas partes, podían verse estandartes en medio de aquella horda, aunque el humo impedía distinguir sus blasones o escudos.

La pequeña escuchó frente a ella una voz conocida, y al enfocar su vista al frente, pudo ver, frente a la horda de soldados, sobre un pequeño promontorio elevado, la figura de su padre, equipado con su armadura y empuñando su espada, envuelta en sangre y oscuridad, como si las propias sombras rodearan el acero.

A su alrededor, junto a él, pudo ver a un grupo de personas, todas siluetas con forma femenina, cuyos rasgos eran opacos entre las columnas de humo. Tan solo pudo distinguir el brillo del acero de las armas y armaduras en algunas de ellas, y en algunos casos, algún rasgo particular de alguna de ellas: Una tenía un cabello corto de color azul, y empuñaba una larga lanza, y por un instante, le pareció ver un cuerno rojo y brillante sobresalir de su frente. Otra, vestía lo que parecía una armadura de placas plateada, y en otra reconoció un cabello rosado largo y lo que parecía un látigo en sus manos. De las otras reconoció poco más, salvo una que llevaba un arco entre sus manos y vestía un traje de cuero verde. El espeso humo y la distancia le impidió ver más rasgos del resto más allá de las alas que portaban algunas como un pesado martillo, espadas, lanzas o arcos.

La mirada de Subaru y aquellas mujeres estaba dirigida hacia la distancia, donde, en lontananza, avanzaba otro ejército de soldados, que la distancia impedía distinguir sus armaduras o blasones. Tan solo podía distinguirse, entre el fuego y el humo, el elevado número de soldados que avanzaban desde el horizonte, una horda de mayor número que la que formaba tras Subaru y sus acompañantes.

De repente, una de las figuras femeninas, en la que pudo distinguir momentáneamente una larga cabellera lilácea plateada, se adelantó al resto y, encarando al ejército que se aproximaba hacia ellos, alzó su arma, una espada larga y delgada, y señaló con ella a los soldados a la distancia.

Un grito feroz surgió de la garganta de Subaru, así como de las de los miles de soldados a su espalda, y el mercenario, seguido por las chicas junto a él y la horda a sus espaldas, se lanzaron hacia el ejército en lontananza, cargando hacia ellos bajo la luz del fuego.

La aprensión en el pecho de la niña aumentó al ver esto, y las lágrimas acudieron a sus ojos. Quiso gritar, advertir a su padre, llamarlo, pero ninguna palabra o sonido acudía a sus labios. Trató de moverse, ir con él, pero sus piernas no le respondían, como si estuvieran ancladas en la tierra.

Las Espadas de la SombraWhere stories live. Discover now