Saga de Subaru: Capítulo 1

346 23 28
                                    

Ver a su abuelo así, en el lecho, con rostro pálido y enfermizo, realmente lo impactaba. Siempre había sido alguien fuerte y tenaz, que gozaba de una gran salud y resistencia a pesar de su edad, elevada incluso para los estándares de los Nibelungos.

Y ahora, después de casi dos años desde la última vez que estuvo ahí, verle así, en ese estado, resultaba chocante para Subaru. Chocante y angustiante, pues su estado actual solo podía significar una cosa...

-Aparta esa mirada de lástima, niño, estas piernas solo están algo agotadas, aún tengo guerra que dar- El tono brusco y gruñón habitual del enano tranquilizó en parte a Subaru. No podía estar tan mal si era capaz de actuar así.

Sin embargo, era evidente la debilidad en su cuerpo, pero aún así Grodo se levantó, sin decir palabra, renqueante pero firme, a pesar del enorme esfuerzo que se veía que representaba para él ese simple acto. Subaru trató de detenerlo para que permaneciera acostado, pero el anciano no lo consintió.

-Dejame, chico, esto debe hacerse, ahora más que nunca- Subaru, sabiendo lo testarudo que era su abuelo, cejó en su empeño por qué se mantuviera recostado, pero aún así insistió en al menos ayudarle a caminar, cosa a la que el enano también se negó -Aún soy capaz de mover las patas por mi mismo-

-Sígueme, hay algo que quiero mostrarte-

A paso lento pero continuado, Grodo llevó a Subaru hasta una puerta que daba al almacén situado bajo el suelo de la casa, lugar donde el herrero guardaba todo tipo de materiales y manufacturas de su propia mano.

Llevando un candil para iluminar la oscuridad allí presente, abuelo y nieto cruzaron largas hileras de cajas de madera, sacos de carbón, lingotes de varios tipos de metal e hileras de armas y armaduras, hasta llegar frente a una segunda puerta que había al fondo de la estancia.

La curiosidad embargó a Subaru. Muchas veces, en su infancia, había jugado en este almacén, maravillado por las obras de arte de la metalurgia hechas por su abuelo que allí se encontraban. Pero esa puerta siempre había permanecido cerrada, y por mucho que insistió o preguntó a Grodo, este nunca le contó que guardaba allí, y mucho menos le permitió entrar.

Antes de que Subaru hablara siquiera, Grodo comenzó a relatar, plantado frente a la puerta -Hace años, muchos años, cuando esta barba aún no era tan blanca, un rey de un país que actualmente ya no existe, vino a hacerme un encargo especial, algo que a primera vista parecía imposible: Una espada capaz de matar a un dragón de un solo tajo-

-Le expliqué al rey que eso era imposible, que a menos que fuera una espada forjada con herrería arcana (conocimiento del que yo no disponía aunque tampoco es que deseara haberlo aprendido, pues sabes que los Nibelungos aborrecemos las armas mágicas), ninguna espada sería capaz, por muy bien forjada que estuviera aún con el mejor material existente, de imfligir el daño suficiente con un solo golpe para matar a un ser tan poderoso como un dragón-

-Aún así, el monarca insistió, ofreciéndose pagar una suma absurda de dinero por ella. Finalmente, aunque sabía que sería difícil o que el resultado no sería del agrado de ese rey estúpido, acepté, pues sería un reto interesante forjar algo considerado imposible, aunque tampoco voy a negar que el peso de esa bolsa de oro también me tentó, ¡imagina cuánto queso sería capaz de comprar con todo ese dinero!- Bromeó Grodo, riendo ligeramente, a lo que Subaru sonrió en respuesta.

-Durante varios años enteros, prácticamente sin descanso, trabajé en un arma capaz de realizar dicha hazaña, pues un arma cómo esa requeriría mucho tiempo y esfuerzo. Probé todo tipo de diseños y prototipos, pero ninguno llegaba a buen puerto. Simplemente, ningún arma con dimensiones normales sería capaz de hacer aquello, solo un arma de dimensiones colosales sería capaz de dañar gravemente a un dragón sin requerir el uso del prana, ¿pero quién sería capaz de empuñar un arma así?-

Las Espadas de la SombraWhere stories live. Discover now