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- Respira desde abajo. - repetí. Mis manos en mi abdomen - Si respiras con el pecho moverás los hombros y errarás el tiro. Cuando estás quieto no es un problema, pero si te estás moviendo supone la diferencia entre dejar herido a alguien o matarlo. - expliqué.

Neteyam frunció levemente el ceño en forma de concentración y movió el brazo hacia atrás para tensar la cuerda. Guiñó un ojo y después el otro para centrar el tiro.

Cuando tomó aire para disparar, me puse yo también en tensión.

Trás saber que nadie estaba dispuesto a enseñarle, me dije que yo tendría que hacerlo.

No se me daba bien enseñar a la gente. Ni siquiera para explicar cómo trenzar el pelo. Era impaciente y no aceptaba margen de error. Una vez aprendido, a mi me parecía tan fácil como respirar. Por eso era una mala profesora, no tenía empatía con el alumno.

- Escucha el viento. - le recordé. - Él será el que tenga la última palabra a la hora de acertar en el objetivo. - le recordé.

Miré a la diana, apenas visible en la vegetación, a lo lejos. La había puesto así para que entrenara su oído. Cuando apenas lo veías, tenías que escuchar al viento. Comunicarte con él para que supiera cuál era tu objetivo. Que te ayudará a acertar en el blanco.

Neteyam dobló las orejas y tomó una última respiración, más corta que las demás. Volvió a tensar el brazo levemente, recuperando la posición y disparó.

La flecha se perdió entre los árboles. Segundos después, el sonido lejano del proyectil clavandose en la paja nos indico que al menos le había dado.

Neteyam se movió, emocionado, esperando una felicitación por mi parte. Sin embargo, lo único que obtuvo fue una corta mirada.

- Otra vez. Ahora moviéndote. - le dije mientras apartaba las ramas de mi camino y tomaba la diana. Quité la fecha antes de que Neteyam pudiera ver que había dado en el blanco. Quería que se esforzará. Sabía que podía dar mucho más y yo iba a explotar sus cualidades.

Regresé al pequeño claro con la diana de mimbre bajo el brazo. Dejé la flecha a su lado, junto a las demás.

Bajo la atenta mirada de Neteyam, me puse en el centro. Agarré bien la diana de las correas que tenía por detrás y esperé el tiro.

Neteyam frunció el ceño confundido.

- Dispara. - dije solamente.

- ¿A ti? - dijo apuntandome con uno de sus dedos. Después negó con la cabeza. - Ni hablar. No voy a...

- Dispara. - volví a interrumpirle.

- Neith la flecha puede atravesar la diana y clavarse...

- No lo hará. - volví a interrumpirle. - De eso se trata el ejercicio. El buen guerrero es el que sabe medir su fuerza. - explique. Neteyam abrió la boca para replicar pero le interrumpí. - Luego tengo clases con tu hermana, no tengo todo el día. - le reproché.

Neteyam suspiró y se agachó para tomar una flecha. Cargó el arco, despacio y lo tenso. Su ojos se clavaba en mi pecho, en donde descansaba la diana.

Traté de descrifrar su mirada mientras la sentía en mi cuerpo. No solo en la diana, sino sobre mi piel. Era como un cosquilleo, como una caricia tortuosa.

Cuando su mirada regresó a mis ojos, soltó el aire de golpe y sacudió la cabeza mientras evadía mi mirada.

- No voy a hacerlo. - dictaminó.

No estaba allí para tonterías. Aquellos ejercicios eran importantes. No había tiempo que perder, aquel don era volátil y estaba en constante cambio. Si quería enseñarle algo debía de hacerlo ahora. Teníamos que ir rápido.

- Neteyam, si estoy aquí es porque quiero hacerlo y tú también. - le dije sin bajar la diana. - El tiempo del que disponemos es escaso para entrenarte. Si te limitas a cuestionar los ejercicios no voy a conseguir que aprendas nada. - dije. Puede que sonara un poco borde, pero era la verdad. Podría estar ayudando en el poblado a hacer los preparativos para el Solsticio y en lugar de eso estaba enseñándole.

Era como un crío, que escuchaba por primera vez.

- Confia en mi. - me limité a decir. Neteyam suspiró de nuevo, por la nariz y volvió a tensar el arco. Su mirada cambió de una llena de luz a una llena de rabia. Me dio el tiempo justo para reaccionar antes de que tirara la flecha.

Me lancé hacía atrás, camuflandome entre la vegetación. Sintiendo como la brisa envolvía mi cuerpo.

Me moví como él, libre y silenciosa hasta llegar al lado de Neteyam. Me movía rápido, así que apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que le susurrara:

"Escucha el viento"

Las orejas de Neteyam se movieron en mi dirección, descubriendo mi posición. Tensó el arco y disparó, pero erró el tiro.

Aún así, una sensación de euforia me inundó, calando sobre mi piel. Neteyam me escuchaba, sabía escucharme. Al menos sabía dónde estaba en todo momento a pesar de que ahora no podía verme.

"Sigue el rastro" volví a susurrar en su oído. Una caricia. Una brisa.

Navegué con el viento, me convertí en él y de repente, estaba en todas partes y a la vez en ninguna. Veía a Neteyam ponerse en posición de ataque mientras su mirada escrudriñaba la vegetación a su alrededor.

Me colé entre los arbustos y logré escuchar a la perfección su respiración. Me convertí en ella y exploré dentro de su cuerpo, su alma. Lo hice sin esfuerzo, sin querer hacerlo.

Y era hermosa.

Todo bondad y pureza. Nada más que pensamientos relacionados con proteger a su familia, su pueblo, lo que quería.

Y sin darme cuenta, estaba respirando con él. Con Neteyam. Juntos, como si fuésemos uno.

Su respiración era la mía y mi cuerpo era el suyo. Ya no había límites físicos, solo mentales. Sólo los límites que tú quisieras que existieran.

Mi mente exploró la suya, sumiéndome en sus recuerdos. Quería ver cómo funcionaba su mente, quería aprender a seguir el hilo de sus pensamientos, formar parte de su ser.

Sin quererlo, vi una imagen que me resultó familiar. Dos chicos jóvenes montando en sus respectivos ikran. Reían tan alto que el viento transportaba su risa como un cántico. De un momento a otro, pude ver con más claridad el rostro de la joven que le acompañaba.

Era yo.

Montando en mi ikran, a su lado, hace muchos años. Cuando apenas decoraba mi pelo con cuentas y todavía vivía en el bosque.

Un recuerdo, comprendí.

Rompí el vínculo que se hubiera hecho y me desprendí de su cuerpo, de la esencia de Neteyam. Mi respiración estaba acelerada y todavía sostenía la diana cuando regresé a mi cuerpo, mi mente.

Todo a mi alrededor estaba en silencio. No había el ruido de sus pensamientos o de un diálogo interno que yo desconocía. No había pensamientos fugaces pasando a toda velocidad a mi alrededor.

Sólo las hojas de los altos arbustos y ramas bajas meciéndose en el aire, dando sombra y ocultandome.

Nada.

Silencio absolu... Un momento. Giré la cabeza hacia la dirección de la que provenía el sonido de un distante aleteo mientras oía los pasos de Neteyam acercarse a mi posición.

Presté atención a ese ruido distante y desconocido. Eso que no debería estar ahí.

- Te encontré... - comentó Neteyam en voz baja, casi con voz divertida. Noté su mano sobre mi hombro, como algo distante.

El ruido lejano de algo rasgando el aire aproximándose fue lo que me hizo obviar aquel gesto. Algo se acercaba. Justo hacia nosotros.

Agudicé el oído y pude percibir el débil sonido de una respiración trabajosa. Eleve las cejas de golpe, asustada.

— ¿Qué es lo que pasa? — preguntó Neteyam.

— Un toruk. — susurré.

Guerrero del VientoWhere stories live. Discover now