1.

262 22 0
                                    

Volaba junto a mi brigada cuando oímos el distante sonido de unas hélices propulsadas por turbinas.

Gente del Cielo.

Miré por encima de mi hombro al chico de piel casi morada y este asintió. Elevé una mano e hice un par de señas, que el grupo interpretó de inmediato.

Rompimos la formación para dividirno y bajar al bosque.

Aterrizamos en silencio y escuchamos. El viento nos respondió, con una ráfaga suave de aire cálido.

Me llevé una mano al pecho y después apunté hacia el grupo de árboles a mi izquierda. Mis hermanos asintieron, y de nuevo, nos dividimos.

El chico de piel más oscura, el que tenía un collar gemelo al mío, me dedicó una última mirada antes de seguir a su pequeño grupo.

El mío constaba de tres personas, armadas hasta los dientes y con los rostros pintados con colores llamativos. Pinturas de guerra.

Pusimos los arcos a punto, y de nuevo, nos dividimos.

Sola, con la compañía del viento y la Gran Madre, avancé por entre los árboles, tratando de localizar la nave.

Hacía unas semanas, los humanos habían comenzado a asentarse en los alrededor y antes de que mataran a cualquiera de nosotros, íbamos a expulsarlos de nuestros dominios.

El susurro distante de voces me hizo pegarme a la corteza de un árbol recubierta de musgo y preparar el arco.

Coloqué la flecha en su sitio, y dejando que el aire llenara mis pulmones, renovando mi energía, tensé el arco.

A unos metros, una brigada de demonios estaba hablando en su idioma.

"Los encontré" dije, sintiendo como el aire jugueteaba con mis trenzas.

"Estoy contigo, hermana" sonó la voz de Kovu, Guerrero del Viento, a mi lado.

Después la ráfaga de viento, se retiró, con una promesa de muerte.

Ocultandome entre los grandes arbustos, tensé la cuerda y apunté a la cabeza del que hablaba al resto se su grupo. Sus armas, su vestimenta, su presencia, profanaban el bosque. Nuestra Madre.

"Los tengo a tiro" dije, sintiendo como el viento rodeaba mi cuerpo, preparado para ayudarme a dirigir aquella flecha hacia mi objetivo.

"En posición" dijo otra vez la voz de Kovu, a mi lado.

Y tomando una última bocanada de aire, rezando a la gran madre, solté la flecha.

Esta silbó en el aire, esquivando la vegetación hasta clavarse en la nuca del soldado, que cayó inerte al suelo.

Su brigada miró a su alrededor y comenzó a disparar en mi dirección.

Me moví rápida como el viento y logré tirar otro par de flechas desde lo alto de los árboles, derribando a otros tantos.

Ellos disparaban, errando los tiros.

Mis hermanos terminaron con el resto en un abrir y cerrar de ojos.

En silencio, con el rostro en mueca de desprecio, estaba Kovu recogiendo sus armas.

Cuando llegaramos a nuestro poblado, las guardaríamos con las demás.

- Sigamos - propuse - nunca vienen solos.

- Es suficiente por hoy, va a anochecer. - dijo Kovu, sin embargo.

- Id vosotros, yo aseguraré la zona. - dije antes de alejarme para llamar a mi ikran.

Unos pasos sonaron a mi lado, cuando vi a mi banshee, a lo lejos, dormitando a la sombra de un gran árbol.

- Creía que os íbais. - le dije a Kovu. Él negó con la cabeza, sacudiendo sus trenzas. Tenía ambos lados de su cabeza desprovista de pelo, pero en el centro, decorado con plumas y cuentas, su pelo caía por su espalda, trenzado.

Portaba un doble cinturón lleno de cuchillos sobre su abdomen, curtido.

- Les he dicho que se fueran. - dijo, encogiéndose de hombros. - Nosotros peinaremos la zona. - acordó.

Le dediqué una media sonrisa y corrí hasta mi ikran. Kovu se llevó las manos a la boca, juntandolas, para silbar una llamada. Su ikran, de tonos tierra, apareció unos segundos después, batiendo sus alas.

Kovu era el hijo del jefe, el próximo Olo'eyktan. Tenía madera de líder, mirando siempre por los demás antes que por él mismo y anteponiendo las necesidades del pueblo antes que las suyas.

Estaba soltero y todas las hembras se pegaban por él.

Su hermana, Nova, era cortejada prácticamente por todo el poblado. Era esbelta, delgada, con buena voz para cantar, no cazaba nada mal, de pelo largo, siempre pulcramente trenzado y con pasión por los críos.

Normalmente se quedaba con ellos antes que salir con nosotros de caza porque la gustaba más. Aún así, siempre que lideraba las brigadas, venían con un gran botín en carne.

Desgraciadamente, ella no era una Guerrera del Viento, como su hermano y su padre. Su madre, la Tshaik, era una mujer de mirada dura, aún que sabía y muy astuta. La mayoría de estrategias que seguíamos a la hora de cazar, (no sólo presas), eran diseñadas por ella. Siempre daban buen resultado.

Nova y yo éramos sus aprendices y aún que su hija se escaqueaba a menudo de las lecciones, yo nunca faltaba a ninguna. Había aprendido a proteger el equilibrio de la Gran Madre hacía muchos años y la manera en la que ella sabía exactamente lo que hacer para que la Madre nos escuchara, me ponía los pelos de punta.

Había sido ella la que me había enseñado a escuchar el viento y a ser una de ellos. Gente del Viento, Shylicateyina.

Con mis brazaletes y mis rastas de colores, había aprendido a caminar como uno de ellos y lo más importante, a escuchar a la Gran Madre.

Solía ir por las noches a las cuevas para escuchar la Canción del Viento, diferente para cada persona, y meditar un rato para ordenar mi mente.

Solía acostarme tarde, probablemente era la última en hacerlo. Y aún que a la mañana siguiente me durmiera de pie, merecía la pena cuando la Gran Madre estaba a solas, conmigo, es su máximo esplendor.

El bosque de noche era hermoso.

- Allí - dijo entonces Kovu, apuntando al horizonte, donde el mar se fusionaba con el cielo.

Allí sobrevolaba la zona una nave humana de combate.

- Se retiran, no podemos alcanzarlos. El mar es dominio de los Metcayina - dije.

Kovu, asintió, conforme.

- Será mejor que volvamos. - dijo mirando hacia el cielo anaranjado. El sol desaparecía, mientras que la luna ocupaba su lugar.

- No llegaremos antes del anochecer - dije antes de virar hacia un lado, poniendo rumbo a casa, hacia las montañas.

Apenas unos picos borrosos camuflados por el cinturón de niebla que arropaba la orografía de Pandora.

- Lo sé, al menos llegaremos a cenar. - comentó. Sonreí y negué con la cabeza, lo cierto es que estaba hambrienta.

Volamos sobre el bosque, sintiendo el viento y haciendo piruetas mientras dejabamos atrás el bosque tropical para adentrarnos en un bosque igual de espeso.

Guerrero del VientoWhere stories live. Discover now