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Con mi nueva montura, salí a cazar algo que pudiéramos comer las dos. Algo grande para ella y algo pequeño para mi. Me bastaba con algunos frutos y alguna presa pequeña. Sin embargo, dudaba que a ella le bastara con un Direhorse o algún pez fresco del río. Tal vez tendría que engullir a un ikran. O tal vez dos. 

Así que una vez sobrevolando el cielo, muerta de hambre, prioricé la idea de comer. Trasteaba con algunas bayas a medio madurar cuando vi a una manada de Direhorse pastar en una llanura que el bosque no había engullido todavía. 

Apenas había comenzado a pensar en ello cuando mi montura se lanzó de cabeza hacia allí. Me aferré a lo que fuera y con el corazón en la garganta, observé como alargaba sus garras mientras cortaba el viento de una forma tan silenciosa que pareciera que nunca jamás hubiera estado allí. 

De forma inteligente, jugó con las nubes para camuflarse hasta que vio un hueco lo suficientemente bueno como para atravesarlo y con un rugido agarró a dos Direhorse. Uno con cada garra. Y de los mas pesados. 

La toruk aterrizó en un pequeño claro y antes de que yo pudiera bajarme, ya había despedazado a la que sería su presa. A la otra la dejó lo suficientemente malherida para que no pudiera escaparse. 

Devorando a su presa, me dio la espalda para comer, dejándome el otro Direhorse para mi. Le di una muerte limpia antes de cortar estrategicamente para comer la carne y dejarle el resto a ella. 

Con la boca ensangrentada y tan solo el esqueleto a sus pies, la hembra toruk esperó a que acabara mi trabajo para seguir comiendo. Asé toda la carne que pude. La mayoría de ella me la comí y la otra la envolví en grandes hojas para guardar en una mochila que improvisaría con ramas y hojas mas tarde. Mientras ella comía, yo fabriqué la mochila de dianas y hojas como solía hacer cuando vivía en el bosque. 

Cuando quisimos ponernos en marcha, el sol ya se ponía por el horizonte y el eclipse comenzaba. 

Así que decidí que sería una buena idea para acampar. Sin embargo, la toruk parecía mas selectiva que yo porque empezó a bufar en señal de protesta cuando comencé a hacer un ademán de montar un pequeño campamento. 

- ¿No te gusta? - pregunté. Y me sentí estúpida por decirlo en voz alta, pero para mi sorpresa, el toruk dio un par de vueltas sobre si misma, nerviosa y rugió. Molesta, comenzó a sacudir su cola como un látigo, haciéndome esquivarla varias veces. 

Enfadada pero también sorprendida, abrí los brazos en forma de protesta. Justo cuando me disponía a dialogar con un toruk asesino, ella agachó el ala para que pudiera subirme a su lomo. 

- Está anocheciendo, deberíamos quedarnos aquí. Llevamos todo el día por ahí y... - ella rugió, mandándome callar mientras esperaba a que subiera a su ala. 

Enfurruñada, subí a su lomo y antes de que pudiera sujetarme correctamente, ella comenzó a volar a toda velocidad. Tanta que apenas podía distinguir el manto de árboles que sobrevolábamos. 

Disfruté del viaje las primeras horas pero siempre que insistía en bajar hacia algún sitio, ella meneaba la cabeza, como si no estuviera conforme y seguía volando. 

Tras mas de cuatro horas volando y en noche cerrada, me dormí en su lomo. Tan profundamente que no me enteré de que ella siguió volando durante toda la noche, cruzando gran parte del planeta de Pandora. 

Cuando quise darme cuenta de que seguíamos en el aire, estaba amaneciendo y lo único que teníamos debajo nuestra era una extensión indecente de mar. Agua cristalina por la que navegaban algunas embarcaciones que parecían apenas un punto borroso entre la vastedad del mar. 

Un cuerno consiguió espabilarme del todo cuando la gente que estaba dentro del barco miró hacia el cielo y comenzó a señalarnos. 

Miré por encima de la cabeza de mi montura para ver unas chozas suspendidas en el agua. Estaban acumuladas en pequeños grupos, como ramilletes de flores que se apelmazaban entre si para formar un bonito ramo. 

El toruk llegó en cuestión de segundos hasta el pequeño poblado en el cual atisbé a mas ikran de lo que me esperaba. Que yo supiera, los ikran no era autóctonos de los clanes del mar, los Metcayina. 

- ¡Es un toruk! - gritó alguien. 

Asomé la cabeza para observar a un na'vi de piel grisácea. Era un Shylicateyina, por muy imposible que pareciera. 

Mientras las voces a mis pies se hacían cada vez mas audibles y la multitud se congregaba en las orillas del poblado, yo me aseguré de que no estaba soñando. De que la hembra toruk había cruzado media Pandora hasta un poblado Metcayina en el cual había gente de mi poblado. Un poblado que había dejado atrás, precisamente para poder ayudarlos. 

- ¡Neith! - gritó una voz, en el agua. 

Me incliné sobre el lomo de mi toruk para poder averiguar quién era la persona que me había reconocido y por qué estaba allí. Ante mi sorpresa, Lo'ak estaba subido a un ilu. Uno de esos animalillos simpáticos los cuáles me había enseñado Neteyam cuando habíamos volado hasta una de las playas mas cercanas al territorio de los Clanes de Mar. 

- ¡¿Lo'ak?! - grité yo emocionada. Quise bajar hasta la orilla para correr hacia él y preguntarle dónde estaba mi familia. Y eso también incluía a Neteyam. 

El toruk descendió a toda velocidad hacia la orilla, donde esperaba una oleada de curiosos que rodeador al toruk, del todo maravillados. La hembra les dio la espalda y clavó la mirada en el chico que corría hacia mi desde la orilla para darme un fuerte abrazo y sonreírme. 

Una chica de mirada dulce y sonrisa deslumbrante se quitó el pelo de la cara para recibirme con buenas palabras y agradecer que la Gran Madre me había guiado a través de un toruk hasta su isla. 

Antes de que pudiera preguntar por su hermano, Lo'ak señaló por encima de mi hombro a alguien que se hacía paso entre la multitud. Un chico de constitución menuda y piel azulada que destacaba entre los Metcayina. Alto y de caminar elegante con unas plumas enrredadas en sus trenzas. Llevaba en el brazo unas pinturas características de los Guerreros del Viento y el cinturón Omaticaya que le hacía ver a los demás que ya era un soldado mas de los Clanes del Bosque. 

Su pelo estaba levemente recogido y sus preciosos ojos dorados estaban enmarcados por un rostro cansado. Como si hiciera una eternidad que lo hubiera dejado atrás todavía en mi poblado. 

Antes de que pudiera hacer nada, Neteyam salvó la distancia que nos separaba en una carrera rápida y me envolvió con sus brazos. 

Me apretó contra su pecho y acunó mi cabeza como si fuera el hermano mayor que nunca había tenido. Inspeccionó mi cuerpo al milímetro con lágrimas en los ojos mientras yo insistía en que estaba mas que bien. 

Para cuando terminó de examinarme delante de la multitud como un hermano preocupado, acunó mi rostro entre sus manos e intentó aguantar las lágrimas. Tomé su rostro y lo atraje hasta mis labios para volver a saborear la sensación dulce de uno de sus besos. El sabor a sal por parte de nuestras lágrimas mezclado con el movimiento tembloroso de sus labios hizo que mis piernas temblaran. 

La gente a nuestro alrededor nos vitoreo, haciendo que se me ruborizaran las mejillas y quisiera apartarme de Neteyam para esconderme en el hueco de su cuello. 

Su hermano no tardó en estrecharlo por sus hombros y sacudirlo, animado. La chica que iba con él nos regaló una bonita sonrisa antes de que Neteyam me rodeara los hombros y me estrechara contra su pecho. Pegó su frente a la mía y susurró un tierno "te veo" antes de sacarme de toda aquella multitud; no sin antes pararse en la montura con la que había llegado montada. Nada mas y nada menos que una montura de un Guerrero del Viento.  



Guerrero del VientoWhere stories live. Discover now