2.

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Ya habíamos avistado la gran hoguera que iluminaba la entrada a nuestra aldea, cuando nos llegaron los gorgojeos inquietos de nuestros hermanos.

Sin embargo, entramos por la ancha grieta del lateral de la cueva, para dejar primero a nuestros agotados banshees.

Desensillamos y corrimos entre la gente, hasta hacernos hueco en primera fila, junto al Olo'eyktan.

Este, discutía con alguien, junto a su mujer. La Tshaik, madre de Nova y Kovu.

Fruncí el ceño y me aferré a la mano que descansaba en mi hombro, la de Kovu.

- ¿Por qué vienes a nosotros, toruk makto? - preguntó de nuevo la Tshaik.

- Solicito Uturo para mi familia. - dijo una voz grave, llena de pesar.

Intenté hacerme hueco, pero lo único que pude ver fue a un Na'vi del bosque. Mi corazón latió a toda velocidad, reconociendo aquel color de piel.

Imágenes borrosas de unas manos temblorosas sobre mi cuerpo me hicieron tomar una entrecortada bocanada de aire. Su sabor era empalagoso, como cuando sabes que estás ante el peligro pero aún así, quieres probarlo. Saborearlo.

- No queremos tu guerra. - dijo el Olo'eyktan.

- No es mi guerra. Yo no estoy en guerra. - aclaró el nombrado toruk makto. ¿Dónde estaba el toruk?

Me puse de puntillas para conseguir ver por encima del hombro de Kovu y casi me desmayé cuando mis ojos vieron a aquella familia.

Kiri, Lo'ak, Tuk y... Neteyam estaban allí. En mi aldea. Neteyam estaba en mi aldea.

La cabeza me dio vueltas, el corazón me latía a toda velocidad. Me costaba respirar, el suelo temblaba bajo mis pies.

- Neith, ¿estás bien? - preguntó una voz a mi lado. Nova. Tenía una mano sobre mi hombro y miraba a su hermano, como en busca de ayuda.

-Yo... Estoy algo mareada, nos vemos luego. - dije, escabulliendome entre la gente.

Salí de allí, con un fuerte zumbido en mis oídos y el corazón en la mano.

Me temblaba todo el cuerpo con el simple pensamiento de que probablemente mi pueblo acogería a aquella familia. Neteyam. Vería a Neteyam a diario. Al hombre al que me había unido tantos años atrás.

Mi hombre.

Me llevé una mano al pecho, sintiendo como se inflaba. Debía concentrarme en eso. Debía... Debía de poner mis pensamientos en orden. Yo no era la mujer de Neteyam y él no era mi hombre. Éramos críos cuando cometimos esa estupidez, el tiempo había pasado, probablemente otra mujer le esperaba en casa.

Yo ya no sentía nada por él y él tampoco por mi.

Éramos dos desconocidos. Cada cual con su vida.

Me refugié entre el gentío y esperé a que él Olo'eyktan tomara una decisión.

- Mis hijos, Kovu y Nova, - dijo apuntando hacia los chicos - os enseñarán nuestras costumbres. Aprender bien y tal vez logreis ganar esa guerra que os persigue. - afirmó el Olo'eyktan con voz firme.

Y la muchedumbre se dispersó. Kovu buscándome con la mirada, Nova susurrándole algo al oído y yo alejándome de ellos.

Mi mirada saltó hacia los chicos, que descargaban sus cosas. Lo'ak tenía el pelo recogido con una pulsera de cuentas brillantes. No, no eran cuentas, sino conchas. ¿Habría conocido a alguien? Kiri era mucho más menuda de lo que yo la recordaba. Tenía una expresión triste en su rostro, pero Tuk la sacó una sonrisa rápidamente. Tuk... Tuk había crecido. Muchísimo. Le llegaba a su hermana casi por el pecho. Su pelo había crecido y estaba suelto en trenzas, que se entrelazaban unas con otras.

Y Neteyam... Neteyam estaba mirandome. Aquellos enormes ojos dorados fijos en los míos, con las cejas levemente arqueadas. Una expresión peligrosa decoraba su rostro, se había quedado muy quieto, justo al lado de su ikran.

Tsu'khey según recordaba.

Su hermano quiso preguntarle algo y al ver que miraba hacia mi dirección, hacia las sombras de la cueva, siguió su mirada y también la clavó en mi.

Por su expresión, creo que malinterpretó la situación. Aún así, no me reconoció, pero Neteyam... Sus labios se entreabrieron mientras sus ojos seguían clavados en los míos. Me veía incapaz de retirar la mirada y, sin embargo, lo hice porque sentía que tenía el corazón en la garganta. Podía sentir el fuerte latido retumbar en mi pecho, ascender por mi garganta y morir en mi labios. Quería gritar su nombre, correr a sus brazos y llorar sobre su hombro, aspirando su aroma.

Pero recordé por qué no había vuelto aquella noche, después de la discusión y me di la vuelta antes de que Kovu o Nova me vieran con la mirada clavada en los extranjeros.

Me escaqueé por una grieta, hacia fuera para ir hacia la tienda de la Tshaik, tal vez ella tuviera alguna tarea que me mantuviera distraída.

Guerrero del VientoWhere stories live. Discover now