Capítulo tres

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Alyssa

Al terminar las clases me fui directo a una de las mesas de la cafetería mientras comenzaba a trabajar en un boceto, cuando Addison llegó con un ramo de rosas rojas, fruncí las cejas.

—¿Y esas flores?

—Mhm —Sus mejillas se volvieron rojas—Me las ha dado Elliot.

Maldita sea.

—¿Elliot?

—Si, dijo que las había comprado especialmente para mi y me dió pena no aceptarlas. ¿A qué están hermosas?

Estuve tan tendada de decirle que esas eran las mismas flores que él me había ofrecido hace unas horas atrás pero que yo rechace, pero preferi quedarme callada, dejando el tema por la paz.

—Yo debo de irme —Murmure levantándome de mi lugar.

—¿A dónde vas? —Addison preguntó de inmediato—

—Tengo una entrevista de trabajo dentro de unas horas, quiero ir a casa a arreglarme para estar preparada.

—Oh, entiendo. Entonces suerte, Alyssa.

—Si, gracias, Addison.

—¿Alyssa?

—¿Si?

—¿No estás molesta por las rosas?

Solté un suspiro y pase las manos por mi cabello peinandolo y suspiré

—No, para nada. —Susurré con pesar.—Nos vemos luego.

Al salir de la universidad, camine hasta mi auto y comencé a conducir directo a nuestro apartamento, al llegar saque la ropa más formal que tenía así que me cambié y arregle mi cabello y pinte mis labios, mientras salía del apartamento directo a mi cita de trabajo, debía de admitir que estaba muy nerviosa y deseaba que pudieran aceptarme en ese trabajo, me haría bien distraerme un poco.

—Bien, Alyssa. Respira —Murmuré al momento que me encontraba enfrente de la casa—Todo estará bien, el trabajo será tuyo.

Cheque mi aspecto en el espejo, volví a peinar mi cabello y abrí la puerta suspirando nuevamente.

—Vamos, Alyssa. Tu puede hacerlo.

Al momento que me baje y estuve enfrente de la puerta toque el timbre y una señora demasiado elegante abrió con una sonrisa en el rostro.

—Hola, me imagino que eres Alyssa.

—Hola, si.

—Soy Arianne.

—Es un gusto conocerla, señora.

—Lo mismo digo —Tendio la mano para un saludo así que la tomé —Eres demasiado joven. —Dijo de repente.

Oh, oh. ¿Eso era un problema? ¿Acaso venía la edad solicitada para poder conseguir el trabajo y no lo leí? ¿Quizás venían en las letras pequeñas?

¿Acaso ella no creía que era capaz de poder cuidar a sus hijos?

—¿Cuántos años tienes?

—Veinte —Hablé con seguridad.

—Pasa, Alyssa.

Asentí mientras entraba a la casa, se escuchaban los gritos de unos niños que al parecer jugaban, sentí que algo chocaba en mi pierna y me encontré con unos grandes ojos azules que me miraron con timidez.

—Lo siento —Dijo la pequeña niña.

—No te preocupes, pequeña. —Le tendí mi mano y ella la tomo de inmediato, levantándose.

Finge que me amas Where stories live. Discover now