Capítulo XIX (Un milagro)

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P.O.V. Diana: 

El olor a cigarrillo y a porro inundaba mis fosas nasales, y eso que ni siquiera habíamos entrado... 

Sin mencionar la música, la cual se escuchaba desde afuera. 

Nos acercamos a las puertas, las cuales estaban adornadas de algunas luces de neón y unos guardias que no tenían mucha cara de buenos amigos. 

Íbamos pasando uno por uno, y no hubo problema, hasta que uno de los guardias puso su brazo frente a mí, deteniéndome. 

Alec y Adriano habían pasado, y se quedaron del otro lado de la cinta que dividía la entrada.

—¿Una mujer? —el guardia alzó una ceja. 

—¿Cuál es el problema con que sea una mujer? —me mostré ofendida. 

—Por lo general a las mujercitas les gusta otra cosa... —el otro guardia habló. 

—A mí me gusta el coño también, ¿Tienes algún problema con eso? —imité el acento español y ambos rieron. 

—Nuestra amiga viene a acompañarnos un rato —Alec habló —¿Hay algún impedimento? 

—No, para nada... —el guardia se hizo a un lado, dejándome pasar —Si vienes arrepentida porque no te gustó, entonces podrías probar la polla otra vez, y podemos pasar un buen rato con esos pechos. 

Me reí coqueta, aunque por dentro le habría dado una patada en la entrepierna. Y debo decir que la actuación de Alec fue espléndida, y su paciencia también, ya que apretó sus puños ligeramente ante el comentario obsceno.

Escuchó todo. 

Adriano hizo silencio, ¿Qué más podía hacer?

Cuando entramos, Alec agarró mi mano con firmeza y suspiró profundamente. La música extremadamente fuerte y las luces me distraían un poco... No quisiera imaginar cómo estaba afectando el sonido tan fuerte a Alec, pero no lo veía muy preocupado por eso. 

—Estos hombres están acostumbrados a que las mujeres se arrodillen cuando quieran... —Adriano comentó —No le haga caso, señorita Valt. 

—Adriano, anótame en la lista de tareas; acribillar a ese hombre —Alec masculló —Ho intenzione di lasciarlo come colino. 

(Traducción al español: Lo voy a dejar como un colador)

—Sí, jefe —

A medida que avanzábamos por los pasillos, más personas se veían... Sumado a la cantidad de mujeres semidesnudas que paseaban por el lugar, mientras otras bailaban en los escenarios. 

Instintivamente, miré a Alec, ¿Acaso me siento un poco controladora? Puede ser. 

Me relajó saber que él estaba pendiente de otra cosa; los guardias al final del salón... 

Mientras que, Adriano miraba distraído cada trasero y par de pechos que pasaba frente a él, hasta que Alec golpeó su hombro, haciéndolo reaccionar. 

—Disculpe, jefe. —rascó su cabeza un poco nervioso. 

—No te traje hasta aquí para ver mujeres, compórtate.  —Alec habló serio y caminó hacia donde estaban los guardias. 

Aguanté mi risa al ver que Adriano bajaba su mirada apenado por no poder seguir disfrutando del ambiente. 

Al llegar frente a los guardias, uno de ellos habló. 

—¿Sucede algo, chicos? —preguntó. 

—Bruno Díaz, necesito hablar con él, diría que es un asunto importante y urgente —Alec respondió. 

Sangue DolceWhere stories live. Discover now