Capítulo V (Ragazza squisita)

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P.O.V. Diana: 

Hoy finalmente llegó el Día del Origen, había mucho movimiento en el castillo que evidenciaba que la fiesta sería bastante grande, con música y comida. 

Desde que mi mamá está en el poder con mi padre en el castillo, la celebración de este día cambió mucho, de ser un día sangriento y homicida, pasó a ser una fiesta para celebrar de una manera más sana y alegre a nuestra especie.  

Según lo que me contaron, antiguamente se celebraba bebiendo de humanos... Donde muchos terminaban asesinados o maltratados. Sin duda, prefiero la actualidad. 

Antes de que caiga la noche, mamá me dijo que sin falta tenía que asistir al entrenamiento, ya que la última vez dejé solo a mi hermano. No me podía quejar, me mantuve bastante quieta esta semana y debo admitir que tengo bastante energía acumulada.

Bajé las escaleras y caminé hacia el salón de entrenamientos, un lugar donde disfrutaba descargarme y pelear sin culpa. Siempre entrenaba con mi hermano, y a veces también con mamá o con papá, los cuales eran difíciles de vencer. 

Había días donde podíamos usar armas, y otras veces solo nuestros poderes. 

Afortunadamente, el salón contaba con salas especiales donde podíamos usar nuestros poderes sin necesidad de restringirse, no me imagino lo que debe ser mi poder sin un límite, ya que muchas veces mis padres han tenido que llevar un extintor por las dudas. 

Reí al recordar cuando papá me enseñaba algunos trucos cuando tan solo era una niña, y no me salían... Entonces me enojé y las cortinas comenzaron a arder en llamas. 

No voy a olvidar esa imagen mental de mis padres volviéndose locos por apagar el fuego y yo llorando sin entender absolutamente nada de lo que pasaba. 

Mientras caminaba, saludaba a todos los sirvientes que se cruzaban, siempre tuve muy buena relación con todos ellos, me enseñaron a ser respetuosa con todos, y para mí, son parte de mi familia, porque se encargan de la armonía del lugar. 

Al llegar al salón, mi hermano ya estaba calentando, y por la escena, mamá y papá se encargarían de entrenarnos. 

Sin embargo, junto a mi padre, Alec estaba sentado conversando con él. 

—Hija, ven, recién comenzamos —mamá sonrió. 

—¡Siempre llegas tarde! —mi hermano se burló. 

—Lo siento, pero para ti no me disculpo —señalé a mi hermano siguiéndole el juego. 

Saludé a mi padre y a Alec, aunque me habría gustado comerle la boca al segundo... 

¡No! Tenía que concentrarme. 

Para el calentamiento estuvimos corriendo alrededor del lugar, y luego estirando y haciendo ejercicios de fuerza. 

Primero el cuerpo, luego los poderes, sino jamás podrás sacarle provecho al máximo. 

Nada mal hasta ahora, a medida que pasaron los años fuimos ganando fuerza, equilibrio y resistencia, para poder movernos mejor y ser más ágiles. 

Cuando terminamos el calentamiento, papá habló. 

—Empecemos con algo tranquilo —él sacó dos barras de hierro de una estantería —Ejercicio de reflejos, quien sea tocado con la barra primero, pierde. 

—¡A mí me gusta ese juego! —mi hermano agarró una barra —¿Se pueden usar los poderes? 

—Sí, se pueden —mi padre me alcanzó la barra. 

Sangue DolceWhere stories live. Discover now