Capítulo IX (Bienvenida, bellezza)

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P.O.V. Diana: 

Las horas pasan volando, el tiempo efímero me recuerda que avanzo en una vida eterna, llena de sentimientos y emociones. 

Algunos que ya había sentido, y otros totalmente nuevos. Y en este momento, estaba despidiéndome de mi familia antes de tomar un viaje bastante interesante hacia Roma, Italia. 

Antes de todo esto, me había despedido de mis tíos y Amelie, quienes partieron a sus hogares en la madrugada. 

Tuve la oportunidad de hablar con mis padres y mi hermano acerca del tema, en el caso de mi padre, él me dijo que si no fuera Alec quien me lleva, no me dejaría viajar con él. 

Me contó mucho acerca de su pasado, me dijo que estaba en buenas manos, pero que tenga mucho cuidado con todo, porque como ya sabía; el mundo de Alec no era de color rosado. 

Mi madre mostró mucha compasión, ella también encontró a su alma gemela de pequeña y se sentía identificada con muchas de las cosas que yo le contaba. Afortunadamente, se abrió mucho y me dio también su permiso para ir unos días a Italia. 

Sé que soy una vampira mayor, y claramente demostré poder cuidarme sola y tener responsabilidad, pero al estar viviendo en familia, no podía irme así sin más. 

Y luego estaba mi hermano, a quien jamás dejaría de extrañar aunque lo tuviera bajo el mismo techo. Él se tomó la noticia bastante bien, y me dijo que le mandara mensajes todos los días y que sigamos en comunicación. 

Estaba claro que no me iría definitivamente, pero pasar unos días fuera del castillo me serviría para despejarme y conocer. 

Dicen que la mente se abre cada vez que uno viaja, y mi cabeza estaba ansiosa por descubrir nuevos lugares. 

Abracé fuertemente a cada uno, sin dejar de repetirles que los quería demasiado y que esto era un "Hasta pronto". 

Alec los saludó también, omitiendo la parte del abrazo. 

Mi pequeña valija ya estaba cargada en su automóvil, y solo quedaba esta última parte, la despedida. 

Parecía que todo estaba listo, entonces ambos subimos al coche y al arrancar el motor, supe que no había vuelta atrás. 

—¡Nos vemos, mi pequeña! —mi mamá saludó con su mano. 

—Mi demonio... Cuídate bien, recuerda mandar mensajes —mi padre también saludó. 

—¡No te olvides de contarme todo lo que pasa! —David me miró pícaro y reí un poco avergonzada. 

—¡Hasta pronto! —saqué mi mano por la ventanilla mientras nos alejábamos de la entrada y nos adentrábamos en el camino que nos llevaba a la carretera. 

Sonreí hasta el último momento que lo vi, y lagrimeé un poco ansiosa por lo que me esperaba. 

Cruzamos la salida y el viaje comenzó. 

—¿Cómo te sientes? —él me miró de reojo. 

—Yo... —hice una pausa —se siente extraño estar sola, o sea, no lo estoy completamente, pero...

—Entiendo a lo que te refieres —suspiró —Estás a tiempo de arrepentirte. 

—¡No! Para nada, yo quiero ir contigo —exclamé —solo que esto se siente diferente.

Formó una sonrisa y una de sus manos acarició mi cabello, acelerando mi corazón y calmando esa ansiedad del momento. 

Así se mantuvo unos minutos, hasta que se detuvo para sacar unos lentes de sol de su bolsillo cuando la claridad del amanecer le molestó para conducir y se los puso. 

Sangue DolceWhere stories live. Discover now