Capítulo III (Un simple querer)

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P.O.V. Diana: 

Luego de darme cuenta que caí en su trampa, me quedé en silencio unos minutos y él me miró de reojo.

Devolví la mirada desafiante, ¿piensa que me va a intimidar?

—¿Podrías explicarme qué se te cruzó por la cabeza cuando me dijiste que era un hombre aburrido? —comentó.

Y aquí estaba el momento que tanto esperaba, sabía que en cualquier instante me sacaría ese tema de conversación, y por supuesto le respondería gustosa.

—Se me cruzaba por la cabeza que tus mensajes son aburridos —respondí sin remordimiento —¿Te dolió que te lo dijera?

Él pensó por unos segundos la respuesta, y con la excusa de que esperaba a que me responda, me quedé mirándolo con atención.

A medida que el tiempo pasaba, su rostro formaba distintos gestos mínimos que no podía descifrar, a veces parecían sonrisas muy leves y otras, como si hubiese algo que le gustaba.

—¿El gato te comió la lengua? —pregunté ya que no emitía sonido alguno.

—No, no me dolió —respondió —Me sentí ofendido, ¿Cómo vas a decirme eso?

Alcé las cejas un poco indignada, ¿lo ofendí? ¿Para tanto?

—¿Te ofendí o te hice enojar? —me crucé de brazos.

—Ambas —masculló y sin querer, sonreí al verlo un poco molesto.

—Bueno —me encogí de hombros y me puse a ver por la ventana.

Pude escuchar como el cuero de la funda del volante rechinó, sus manos lo apretaron fuertemente, seguido de un suspiro profundo.

—¿Desde cuándo te portas así? —él preguntó —Siempre fuiste una muchacha tranquila, hasta que empezaste a tener esas contestaciones.

—¿Y qué vas a hacer? —murmuré —Aun no veo que los italianos sean divertidos, ¿Por qué tendría que retractarme?

Esa pregunta creo que detonó algo en él,  y noté su cuerpo tenso, como si estuviese resistiéndose, ¿Por qué se resiste? 

¿Y de qué se resiste? 

Al verlo un poco incómodo, cambié el tema de conversación.

—¿Qué es lo que te dio mi mamá? —pregunté y él me pasó el papel. 

Al parecer, era un pedido de catering que decía que ayer se entregarían unos postres... ¿Por qué será que no llegaron? 

Y como lo sospeché, había bastantes cosas para traer. 

—¿Estás seguro que todo esto entrará? —le señalé el papel. 

—Sí, pese a que no tiene mucho espacio el maletero, son postres que se pueden acomodar, no necesitan de mucho lugar —respondió. 

—¿Y cuánto nos falta para llegar? —miré la dirección que estaba anotada en el papel. 

—Un par de horas —dijo mirando su reloj. 

—¡Pero con este coche llegamos en mucho menos tiempo! —insistí. 

—¿Y cómo sabes eso? —él alzó una ceja. 

—Luis siempre me lleva a la ciudad que está más lejos y llegamos en menos de dos horas, y esta aldea está aún más cerca de la ciudad —suspiré —Y él me dice que estos coches son más rápidos que los de él.  

—Ese tal Luis es un chico muy precipitado, no evalúa las cosas que hace y sus consecuencias —comentó —Ayer por la noche tuve una conversación con él. 

Sangue DolceWhere stories live. Discover now