XXVIII

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Habían pasado tan sólo unos minutos de lo ocurrido, y JiMin parecía haberse congelado en su lugar. Yoongi se encargó de limpiarle el rostro con su propia camisa, lo tomó en brazos y lo llevó a la pequeña e incómoda cama de aquel lugar, desvistiéndolo para ponerle una camiseta de mangas largas gris, un pantalón holgado y unos calcetines blancos.

Era lo menos que podía hacer. Fue cuando el de rizos se durmió –o eso parecía– que se giró hacia la puerta, haciendo un movimiento con su mano en dirección a ésta. Debía de bloquearla, al menos en el tiempo en que no se encontraba allí. Se puso de pie lentamente, caminando hasta el medio de la habitación, con cada pisada provocando un ruido en la vieja madera del suelo.

Echó un último vistazo al niño que parecía dormir plácidamente bajo las mantas, y finalmente desapareció de allí, dejando en aquel lugar un silencio ensordecedor. Y sin estar a tiempo para ver cuándo los ojos verdes de su esposo se abrieron. Volver a esa casa significaba ser recibido por gritos, llanto, y cosas que no podían importarle menos. Estaba allí para amenazar al último primo castrato de JiMin que quedaba, advirtiéndole guardar silencio o su muerte sería una de las más dolorosas.

Habían oficiales en aquel lugar, pudo oír el llanto de una mujer y estaba seguro de que era la tía de JiMin, lamentándose por la pérdida de otro de sus hijos. Claramente, ella no tenía la culpa de haber tenido imbéciles. Yoongi hubiese ido directo hasta el cuarto donde aquel idiota estaba, pero se detuvo. Había algo extraño, sí...

Llevó su mirada a la bolsa que envolvía el cadáver de Bae, el cual estaba sobre una camilla, y tuvo que acercarse un poco para comprobarlo. De todas formas, no estaba siendo visible para los demás. Llevó su mano sobre la bolsa, sin tocar, y lo confirmó: el alma de Bae seguía en su lugar. ¿Cómo era posible? Más bien, la verdadera pregunta de Yoongi era:

¿Por qué Muerte no había ido por el alma de aquel lamentable intento de persona? Cuando él no estaba haciendo pactos, Muerte era la encargada de las almas. Se las llevaba, y las guiaba hacia donde pertenecían: cielo, infierno, purgatorio. El no tomar un alma de un cuerpo, significaba dejarla con decisión propia, es decir:

Bae se volvería un alma en pena, o ni siquiera despertaría, continuaría como si estuviese dormido, cosa que a Yoongi le parecía perfecto porque no quería verle ni de fantasma pero... aún así era extraño. Lo suficiente para prestarle atención.

Cuando Yoongi reaparece en el cuarto del motel, nota a su esposo despierto, observando el techo antes de girar un poco la cabeza en su dirección, observándolo fijamente. Hay ojeras más notables bajo sus ojos, parece como si se deteriorara con el paso de los minutos. Ésto tenía que terminar hoy, y más ahora, que estaba casi seguro de haberlo conseguido.

El diablo caminó hacia la cama, sentándose en el espacio que quedaba. —Necesito que me cuentes sobre tus visiones.

JiMin parpadea rápidamente antes de negar, regresando su mirada al techo. —No eran muy interesantes. —dice.

Un silencio se forma entre ellos antes de que el rizado suspirara y se pusiera de lado, en dirección a su esposo. — ¿Por qué quieres saberlo?

Yoongi debía ser inteligente, y eso significaba no decirle a JiMin su plan. Éste había comenzado la etapa de oscuridad –la cual, ya de por sí, iba bastante rápido– y probablemente no querría su alma de regreso. —Simplemente no he dejado de pensar en ello. —mintió, y con mucha facilidad.

Era el rey de las mentiras. —Y quiero saber.

—He visto un hospital. —responde de inmediato, sin siquiera titubear. —Yo estaba ubicado en la punta de la camilla de una niña con cáncer.

DWTD ; ©YoonminWhere stories live. Discover now