VIII

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JiMin no dudó en aceptar la mano que el rey de las tinieblas le tendía. A pesar de ser ésto último, su confianza estaba totalmente en el ente. No le importaba tanto salir dañado, aún más sabiendo que de todas maneras se iría al infierno, pero pondría toda su confianza en Yoongi. Absolutamente toda.

Con un suave tirón, el diablo lo atrajo cerca de su cuerpo y le rodeó la cintura con un brazo a la par que JiMin apoyó una de sus pequeñas manos en la camisa abotonada y negra, sobre el pecho de éste. Pudo sentir lo cálida que su piel era, y las manos libres de ambos se juntaron, encajando perfectamente, como si estuvieran hechas una para la otra.

Sin más, el diablo comenzó a bailar lentamente, meciéndolos a ambos a un ritmo lento. JiMin se tropezaba con sus pies, y todo debido a que no había nada que pudiese seguir. Nervioso, intentó tragar el nudo de su garganta y río falsamente, sonrojado y muy, muy avergonzado.

-No hay música... -susurró, realmente esperando no romper el precioso ambiente que se había formado. De reojo observó al diablo sonreír de lado.

-Mírame a los ojos.

No evitó alzar ambas cejas, sorprendido al oír aquellas palabras salir de la boca del más alto. Frunció apenitas el ceño y bajó la mirada. El pitido ya de por sí era molesto, y sabía que no aguantaría más de un segundo oyendo éste mucho más potente. Era como sentir que su cabeza iba a explotar. Negó lentamente.

-No puedo...

-Mírame.

-E-Es que... el pitido... -esperaba que Yoongi no se enfadara.

-Suena un pitido largo cuando lo hago.

-JiMin... -el nombrado de pronto se puso muy nervioso, y más al sentir el como el diablo se inclinaba un poco, y el aliento de éste rozaba su rostro como una leve brisa.

-Y duele un poco. Lo siento.

La mano de Yoongi suelta la del menor, y la lleva al mentón de éste último, levantándolo con calma. -Mírame.

Los ojos de JiMin se alzan, observando entre sus pestañas los ojos celestes, y un cuarto rojo de solo uno, del diablo. El pitido hace latir su cabeza del repentino dolor que estremece sus huesos, pero éste se va de manera fugaz, sin dejar rastro. Una melodía suave comienza a sonar. Un violín deja atrás el pitido, y suena tan triste que los ojos de JiMin comienzan a lagrimear.

El diablo, fingiendo no notar aquello y sin apartar la vista de los ojos del menor, lleva la mano desde el mentón nuevamente a la del niño, entrelazando los dedos y suspirando antes de comenzar a mecerse nuevamente. Esta vez JiMin puede seguir los pasos, sin tropiezos, con calma. Las lágrimas caen por su rostro de manera silenciosa, está hipando y hasta tiembla, pero jamás aparta los ojos de los de Yoongi. Disfrutará al máximo el ver terrible pieza de arte.

-¿Qué... ? -traga y luego suspira para que su voz no suene tan quebrada.

-¿Qué es eso?

-Giuseppe Tartini.

JiMin no puede evitar parpadear con sorpresa. Su primo Bonhwa solía aterrorizarlo con historias sobre ese famoso violinista, pero luego de tantas noches en vela debido al miedo que lo hacía sentir aquel nombre, incluso en aquellos meses no se lo hubiera creído.

-¿Está en el infierno? -Me dió su alma. -Yoongi susurra.

La realidad comienza a caer sobre su pequeño cuerpo luego de haber oído aquello. Porque es obvio: Yoongi es el diablo, él es un simple humano. Ha vendido su alma, y el diablo es un manipulador. Tiene el mismo destino de todos, y nada va a cambiar. No debería de creerse éstos actos de cariño, pero no podía evitarlo.

-No entiendo por qué no estoy asustado.

-Yo lo hago. -mientras JiMin parpadea, anonadado y entre lágrimas, Yoongi se inclina para rozar sus labios contra la oreja del menor.

DWTD ; ©YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora