XVII

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Las luces están apagadas, el cuarto a oscuras y frío, a pesar de que las dos personas en él se encuentran muy calientes. La nieve ha comenzado a caer fuera y el viento golpea contra la ventana que hay casi llegando al techo, pero JiMin se encuentra muy ocupado para prestar atención a la tormenta que, poco a poco, comienza a formarse.

No puede dejar de gemir sobre la boca del diablo debido a las aceleradas embestidas que éste le daba. Tan solo se oían los chasquidos que formaban sus labios, la cama crujir un poco y el sonido de Yoongi entrando y saliendo de JiMin. Ambos desnudos, unidos de la mejor forma posible.

—Voy a... —intentó avisar el rizado, pero fue demasiado tarde.

Soltó un jadeo ahogado y algo agudo mientras arqueaba la espalda y doblaba los deditos de sus pies, tensando cada músculo de su cuerpo a la vez que su esencia salía, manchando ambos torsos. Exquisito. Mientras intentaba recuperar la respiración, se mantuvo inquieto hasta que el ente llegó al orgasmo en su interior. Ambos quedaron sudorosos, respirando entrecortado y con los cuerpos pegados.

Yoongi se sostenía con sus brazos a los lados de la cabeza de JiMin, y comenzaba a darle profundos y lentos besos en los labios, los cuales eran correspondidos de inmediato. Sus manos bajaron por el pequeño cuerpo del menor hasta llegar a las nalgas. —Ya no voy a dejar que nadie vuelva a lastimarte. —presionó sus manos para apegarlos más, sin dejar de besarlo.

Los brazos del menor rodeaban el cuello del ente. —Tú eres mío. —Si... —y, maldición, sí que lo era.

Los besos continuaron, pero Yoongi pudo notar como éstos se volvían más lentos de parte de su niño favorito. Salió del interior de éste último y se puso a su lado, atrayéndolo a sus brazos y agitando su mano, provocando que las cobijas volaran en su dirección y los taparan a ambos. Sabía que JiMin no tenía sueño, porque llevaba durmiendo gran parte de las tres semanas que había pasado sin irse ni un momento.

El niño tenía miedo, incluso a veces temía estando junto al diablo y éste debía de comenzar a explicarle que nada más malo que él podía permanecer a su lado a la vez que el ente se encontraba allí. Estaba delgado, pálido, con marcas que él no hacía. Eran golpes.

Golpes insignificantes como rozar los dedos contra un mueble, o marearse y apoyarse bruscamente contra una pared. Ya no reía tanto, sonreía poco, y se mareaba mucho. ¿Debía Yoongi ignorar las súplicas de JiMin e irse en busca de lo que lo dañó? No estaban llegando a nada, y su niño moría lentamente. Por su culpa. Se pasó la noche en vela, como siempre, pensando miles de cosas mientras acariciaba el rostro de su esposo y lo admiraba hasta el amanecer.

Era 20 de diciembre. La nieve continuaba cayendo y la familia Kim empacaba para irse a la cabaña en la cual siempre se hospedaban para pasar la navidad junto a los tíos y primos de JiMin. Éste último se encontraba doblando ropa sobre su cama con un bolso abierto a un lado. Dominique se oía en el piso de arriba y el rizado no paraba de tararearla.

Yoongi lo observaba en una esquina con los ojos más grandes de lo normal y serio, como si estuviese traumado: aquella canción había sido reproducida más de siete veces y su esposo la seguía tarareando. —Por mí. —dice el diablo antes de fingir apoyar el dedo índice en un vinilo.

La música del piso de arriba se para abruptamente y suspira, apoyándose en la pared. Se oyen unos pasos y un "¡yo lo arreglo!" de su cuñada antes de que Dominique vuelva a ser reproducida desde el principio. JiMin ríe bajo, sin ganas.

—Podría matar a tu hermana. —Yoon. —Y quemar el vinilo con su cuerpo.

JiMin niega. Sabe que Yoongi no habla en serio... o eso cree. Luego de haber estado doblando un par de prendas por un rato finaliza por meter éstas en el bolso. Ahora tan solo le queda doblar unos calcetines y su ropa interior. Ya ha metido el cepillo de dientes, dos toallas y un par de zapatos. Todo está en orden.

DWTD ; ©YoonminWhere stories live. Discover now