-Siento lo de la otra noche –dijo estacionando frente al parque siempre perfecto y verde de la casa de Rosario. Su madre era fanática de la jardinería y como no tenía un empleo remunerado y se dedicaba plenamente a ser un ama de casa, las flores, los árboles y cada planta del exterior estaban perfectamente cuidadas.

-¿Qué es lo que sientes exactamente? –Preguntó toda envalentonada, ya cansada de tanto franeleo- ¿Sientes haberme besado o sientes haberme roto el corazón al quitarle importancia a lo que tú sabes fue mi primer beso?

Brenda mantuvo la mirada en los ojos castaños de su amigo que ya no chispeaban sino que se veían confundidos. Las palabras le llegaron y ahora se arrepentía por haber sucumbido a la tentación. Su única labor era cuidarla, protegerla, y él estaba siendo el primero en fallarle.

-Sirena... Yo...

Un toquecito en el vidrio los interrumpió, era Rosario esperando que abrieran el seguro de la puerta.

-Ya déjalo Tobías... Has tenido todo el fin de semana para llamarme y decirme lo que me estás diciendo ahora, y elegiste no hacerlo. En cambio pretendes hablar justo cuando nuestra amiga nos está viendo y espera que la dejemos subir. Sospecho que eso es lo que querías ¿no? Disculparte y no darnos un segundo para conversar. Te quiero y eres mi amigo del alma, pero no me gusta la forma en que te estas portando conmigo. Solo te pido una cosa y es que dejes de jugar con mis sentimientos –exigió, seria.

-No estoy jugando, es solo que...

-Shhh –la chica alzó la mano para que callara–. No quiero escuchar tus excusas repetitivas. De mi parte está todo bien, solo te pido el respeto que me merezco y eso implica que dejes de hacer y decir cosas con doble sentido. Nos besamos y pretendo que te hagas cargo de tus acciones como yo lo hago. Si tenemos que charlar, charlemos; pero no ignores lo que ocurrió.

El chico se quedó sin palabras y ella se apuró a levantar el seguro para que Rosario pudiera subir.

-¡Por fin! Pensé que me había puesto sin querer la capa de invisibilidad de mi amigo Harry –Bromeó-. ¡Harry Potter! –Explicó ante la ausencia de risas- ¿Entienden el chiste? –Preguntó contrariada y percibió que el horno no estaba para bollos- ¿Qué rayos les pasa?

Ninguno le respondió. La tensión que flotaba en ese espacio tan pequeño podía cortarse con un cuchillo y Brenda, completamente ofuscada, encendió la radio para matar el silencio. Tenía que cambiar la cara, no quería estar con el ceño fruncido todo el día, y cuando llegaron a la universidad fue directo al sanitario para refrescarse.

Con Tobías tenía que manejarse con mucho tacto si pretendía que pasaran a ser algo más que amigos. Lo conocía como la palma de su mano, era una persona que necesitaba ser libre, se exasperaba cuando se sentía acorralado y ese error estaba empezando a cometer. Necesitaba su tiempo y su espacio. Las decisiones tenían que ser tomadas por él y no por presión o coacción. Si lo presionaba demasiado, saldría perdiendo y lo único que conseguiría es asustarlo y en consecuencia alejarlo de ella. Eso sucedió con cada chica que quiso tener una relación con él, empiezan con exigencias queriendo abarcar más de lo que él les permite y terminan con un puntapié en el culo. El problema era que no sabía qué le pasaba con ella, es decir, si era correcto ilusionarse o si terminaría sufriendo por inexperta.

-¿Qué es lo que ocurre entre ustedes dos? –Reclamó Rosario.

-Nada, ¿por qué preguntas? –dijo secándose el rostro con una toalla de papel.

-¿Crees que no te conozco? Te conozco desde que eras una cosita así de pequeñita –hizo un gesto con los dedos para recalcar las palabras–, cada vez que te pones así de colorada es porque estás nerviosa o enfadada, y todo eso tiene un responsable llamado Tobías.

DIECIOCHO PUNTOSWhere stories live. Discover now