CAPITULO 8

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Luego de la charla con su hermana menor y de descubrir que tenía una vida secreta y más activa amorosamente que la suya, Brenda supo que debía dejar de poner excusas y seguir su consejo, tenía que empezar a vivir la vida.

Supuso que la persona que murió y a la cual debía estar eternamente agradecida por dejarle su corazón no le hubiese gustado saber que estaba derrochando la nueva oportunidad que le brindaron.

Esa misma noche investigó en su portátil acerca de personas trasplantadas. Nunca lo había hecho, los médicos le habían recomendado no indagar en línea, ya que uno encuentra cualquier cosa y es imposible saber qué es cierto y que no; para eso tenía a sus doctores. Leer de más puede hacer que creas que tienes todas las enfermedades al mismo tiempo. No googlear y no auto diagnosticarse.

Le sorprendió encontrar miles de foros y hasta blogs donde las personas compartían sus experiencias. Había un mix de episodios tristes y alegres, consejos para sobrellevar una cotidianeidad con constantes cuidados, y la mayoría terminaba con mensajes optimistas y motivantes.

No sabía por qué nunca antes se había interesado por conocer la realidad de otros como ella. Era vigorizante saber que no era la única y que tampoco estaba sola, hasta que un artículo la atravesó como una flecha envenenada.

¿Por qué nadie le había informado acerca de eso? ¿Por qué no se le ocurrió preguntar? ¿Por qué pensó que ya estaba todo bien?

"Los años que vive una persona luego de un trasplante cardíaco depende de su condición médica y de la edad. En promedio el 50% de los trasplantados vive unos 10 años luego de la cirugía. Algunos necesitan una segunda, y hasta una tercera intervención..."

Hizo click en otra nota y se encontró con lo mismo.

"Si el paciente es menor de 45 años puede aumentar hasta en cuatro veces la esperanza de vida..."

"En promedio viven 12 años con el mismo corazón..."

Brenda se quedó congelada frente al monitor. Si tenía suerte viviría hasta los 28/30 años. Las lágrimas brotaron de sus ojos y un nudo se formó en su estómago. ¿Por qué su médico no le dijo nada?

Tantos cuidados para morir tan joven, tantos sacrificios para nada.

Siguió leyendo y empapándose con datos y cifras. Era posible recibir otro órgano si el que tenía comenzaba a fallar y estaba lo suficientemente deteriorado. Rio con pena. ¡Ni que fuera fácil conseguir un corazón compatible!

Eran las cuatro de la mañana, pero no podía dormir con la cabeza echa un lío. No le importó la hora y le escribió un mensaje a su médico, el que la acompañaba desde hacía tres años y seguía su evolución. Tenía que saber si esa información era verídica, tenía que saber realmente cuánto tiempo le quedaba.

El móvil temblaba entre sus manos, era imposible estar calmada frente a ese panorama poco alentador.

Media hora después de estar acostada mirando el techo su teléfono sonó.

-Doctor –respondió al instante.

-Brenda Vilento ¿qué sucede?

-¿Es cierto? –a la muchacha se le quebró la voz.

Un largo silencio.

-¿Te sientes bien?

-Sí, pero necesito saber si es verdad lo que leí en internet. Voy a vivir con suerte diez años...

Escuchó el suspiro profundo que salió de la garganta de su médico y las lágrimas emergieron una vez más.

Era verdad.

DIECIOCHO PUNTOSOnde as histórias ganham vida. Descobre agora