PROLOGO

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Hace tres años...


-Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas querida Brenda, que los cumplas feliz... -canturrearon los padres y hermanos de Brenda al borde de su cama.

La joven se irguió somnolienta, frotó sus ojos y vislumbró a la pequeña Sofía con un pastel rosa entre las manos y la preocupación tatuada en el rostro; por un lado buscaba sonreír y por el otro procuraba mantener el equilibrio para evitar hacer un enchastre. Sonrió con los labios sellados para luego recibir un ataque de abrazos, besos y tirones de oreja.

-¡Pide un deseo hermanita! –exclamó su hermano Diego despeinando aún más su enmarañada melena.

-Son tres deseos hija –agregó su madre.

Se concentró en la llama de la vela y cerró los ojos. No necesitaba tomarse demasiado tiempo, sabía cuál era su máximo anhelo.

Deseo enamorarme, quiero a un chico de novela, quiero al chico malo que en el fondo es bueno, quiero a un chico que ponga mi mundo al revés, pidió con ilusión.

Brenda Vilento bailaba en el medio del salón rodeada de sus amigos y sus seres queridos

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Brenda Vilento bailaba en el medio del salón rodeada de sus amigos y sus seres queridos. Esa noche estaba hermosa con un vestido color crema largo de corte princesa. Eligió un escote cruzado ya que era bastante plana de busto, aún no estaba tan desarrollada como varias de sus amigas, y de esa forma destacaba con elegancia las líneas finas y armoniosas de su cuello y clavícula. La falda caía con gracia, la tela al ser de chiffon era liviana y gracias a las capas superpuestas tenía mucho movimiento y vuelo. Llevaba el cabello suelto al natural, bien lacio, bañándole la espalda hasta llegar a la cintura.

Era su fiesta de quince.

Era su día y también sería el día en el que su vida daría un giro de ciento ochenta grados.

Como cualquier adolescente del círculo con el que se codeaba, Brenda tuvo que elegir entre hacer una gran fiesta o irse de viaje a Disney con una de esas empresas que se dedican a organizar todos los pormenores para que más de cincuenta quinceañeras hormonales y revoltosas viajen sin sus padres por primera vez en la vida. ¡Toda una hazaña!

Culturalmente, los quince marcan la entrada de una niña a la vida adulta, su transformación en mujer con el nivel de madurez que eso conlleva. ¡Madurez! Brenda aún era una muchacha caprichosa llena de sueños románticos, de príncipes valientes, del amor eterno y de la vida bella. Era una niña internamente, con una mente bastante inocente. La sociedad pretende que por cumplir quince, por arte de magia, el velo que separa la infancia de la adultez caiga abruptamente... ¡Tonterías!

Brenda Vilento soñaba con ambas cosas, la fiesta y el viaje, no era ninguna estúpida. Sus padres estaban muy bien económicamente, por lo que pidió una pequeña reunión con sus compañeros del colegio, nada lujoso y extraordinario, con música y algunas luces de colores para crear un ambiente íntimo y festivo; y el viaje por supuesto.

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