CAPITULO 10

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El lunes llegó como una bocanada de aire fresco. Brenda se pasó todo el domingo haciendo conjeturas acerca del comportamiento de Tobías sin llegar a ninguna conclusión. Lo único que consiguió fue torturar su pobre mente y corazón.

Esperó ilusamente un mensajito de su parte, una señal de vida, pero no tuvo nada. Ni siquiera estaba segura de que pasaría a recogerla para ir a la universidad como era habitual y a ella le daba mucha vergüenza contactarlo. ¿Por qué tenía que escribirle cuando fue él quien la besó? Además, ¿qué era eso de desaparecer como si nada hubiera pasado? La postura que estaba tomando su amigo le fastidiaba y decepcionaba, porque la estaba tratando como si fuera cualquiera, pisoteando la amistad que los unía.

Desayunó rápido, la ansiedad la estaba matando. No respiró con calma hasta que escuchó la bocina de su coche, recién ahí pudo suspirar aliviada. Al menos su rutina seguía vigente y no la había dejado plantada.

Se despidió de sus padres con un beso en la mejilla y salió caminando lo más normal posible para que Tobías no se percatara de los nervios que la estaban consumiendo. Maldijo en silencio por tener que subirse en el asiento de adelante, era siempre así, ya que la casa de Rosario quedaba pasando la suya.

Tardó unos segundos en abrir la puerta. Sentía su mirada sobre ella y no estaba lista para enfrentarlo. ¿Era mejor hacer lo mismo que él, desentenderse de lo ocurrido? ¿Actuar como si fueran los mismos de siempre?

Eso era hipocresía pura, porque ella ya no era la misma de siempre. Tobías la besó, la besó porque quiso, por iniciativa suya, y a ella le gustó. Y quería más, quería más besos de su mejor amigo, aunque él actuara como un cobarde sin hacerse cargo de la situación.

Subió rápidamente apenas tomándose el tiempo de echarle un vistazo.

-¡Hola! –Saludó desviando los ojos de ese rostro tan hermoso, un rostro que inspiraba paz constantemente. Abrazó la mochila contra su pecho ante la necesidad de descargar los nervios por algún lado. No era justo que él se viera tan normal y ella anduviese toda loca con la cabeza a punto de estallar. ¿Cómo hacía para estar tan tranquilo? ¿De verdad no le importaba el beso? ¿Le daba igual? No, de lo contrario la hubiese besado hace muchos años atrás cuando ella le suplicaba que lo hiciera.

-¿Así solo Sirena? –Reprochó Tobías sin que le entendiera.

-¿Cómo?

-¿Y mi beso? –Preguntó con toda desfachatez.

Brenda giró el rostro para encontrarse con esa mirada juguetona, con el mismo brillo que había visto en la fiesta, y se sonrojó de inmediato. Congelada como si frente a ella se encontrara un león peligroso y hambriento, y con miles de pensamientos volando por su estúpido cerebro empezó a debatirse cómo debía besarlo.

¿Beso en la mejilla como todas las mañanas o le estaba pidiendo un beso en la boca?

Intentó sonreír para ganar unos segundos y poder decidirse, pero la mueca que le salió seguramente fue desopilante, porque en menos de un pestañeo Tobías se puso rígido, quizás adivinando lo que rondaba por su cabeza, y se abalanzó sobre ella dándole un estruendoso beso en la mejilla. En la maldita mejilla... Y ella que ya casi se decidía por un beso en la boca.

Toby arrancó el coche y Brenda apretó aún más fuerte la mochila. Estaba comenzando a cansarse de sus gestos y palabras con doble sentido, sus indirectas bastante directas pero que la descolocaban porque no coincidían con sus acciones. Le irritaba el efecto que causaba en ella, podía conseguir lo que quisiera con tan solo pedirlo. Lograba desarmarla y se ponía incómoda con ese sentimiento de vulnerabilidad que no la dejaba ser, actuar con naturalidad sino que hacía que se planteara una y otra vez qué decir y qué hacer cuando de él se trataba.

DIECIOCHO PUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora