00

1K 64 8
                                    

Era el inicio de un nuevo ciclo escolar. Cierto chico tricolor mantenía la vista fija a través de la ventana de su automóvil, observando con nerviosismo como las casas y edificios parecían retroceder conforme avanzaba. Intentaba distraer su mente de la inminente desgracia que le esperaba y trataba de disimular su preocupación por todo eso con el objetivo de que sus padres tampoco lo notaran.

Sin embargo, un resoplido se le escapó accidentalmente, provocando que la atención de los mayores se posara en él y comenzaran con el típico discurso que pretendía motivarlo en su nuevo año, diciéndole que no tenía por qué estar nervioso y que seguramente no sería tan malo, pues sería "una nueva oportunidad para empezar". México no hacía más que responder con un "Uhmm" de vez en cuando a lo que los otros decían, fingiendo prestar atención a pesar de que realmente no lo hacía.

Quizá no le preocupaba tanto el empezar un nuevo año escolar, sino más bien el hecho de saber que se trataba del último antes de ingresar al nivel medio superior y por lo tanto debía prepararse para el examen de admisión de su siguiente escuela. Sería un año difícil, según tenía entendido los profesores asignados al décimo grado eran los más exigentes de la institución, y eso ya era mucho decir, pues actualmente estudiaba en la escuela de más alta demanda de la ciudad, y a pesar de que muchos lo consideraran un privilegio, también solía ser sumamente estresante.

Claro, él podía considerarse un chico aplicado, alguien responsable que siempre cumplía con todos los trabajos y tareas, uno de los estudiantes con mejor promedio desde que tenía memoria, aquel que desde pequeño había completado con éxito todos esos cursos de deportes, idiomas y música a los que sus padres lo habían inscrito... Quizá esa era la razón por la que todos le aseguraban que estaría bien.

Y sabía que sería así, lo sabía, pero no podía evitar sentir que los demás esperaban mucho de él.

Sacudió la cabeza al darse cuenta de que nuevamente estaba pensando de más, volviendo a prestar atención al camino y percatándose de que cada vez estaban más cerca de su destino, pues la gente comenzó a acumularse desde una calle antes, dificultando el paso. Por esta razón es que en cuanto su padre vio un lugar disponible para estacionarse lo ocupó sin pensar, frenando de una manera un tanto brusca y sobresaltando al más bajo cuando estuvo a punto de golpearse con el asiento delantero, sin embargo, no dijo nada, eso era normal en su forma de conducir.

—Llegamos —Habló el hombre dedicándole una mirada a su hijo, que solo atinó a gruñir por lo bajo, tomando sus cosas para posteriormente bajar del auto.

Los mayores le siguieron, caminando a su lado y abriéndose paso entre la multitud de gente que se encontraba reunida, avanzando cada vez más hasta detenerse casi frente a la entrada de la institución.

—Que te vaya muy bien, mi amor —Le deseó su madre, Mexica, depositando un pequeño beso sobre su frente.

—Estudia mucho —Mencionó ahora su padre, Azteca, dándole un medio abrazo.

México no hizo más que asentir suavemente con cierto nerviosismo, desviando la mirada con un leve sonrojo a causa de las acciones ajenas, la verdad le avergonzaba un poco que hicieran eso frente a otras personas, pero tampoco podía pedirles que dejaran de hacerlo.

En fin... un suspiro pesado escapó de él antes de avanzar hacia la puerta, mostrando su credencial a los encargados de cuidar la entrada, que sin problema le dejaron pasar.

Resignado, se adentró en las instalaciones de la escuela, aquella famosa y prestigiosa escuela que sin descanso presumía de la calidad de su educación, profesores y demás, manteniendo siempre la apariencia de ser seria y formal, aunque todos los que estaban relacionados con ella sabían que en el interior de esas grandes e intimidantes puertas... era todo un desmadre.

Casualidad...❞ |Mexico's harem - Rusmex.Where stories live. Discover now