Capítulo 09

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La respuesta a la carta de Rebeca llegó por fin

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La respuesta a la carta de Rebeca llegó por fin. Ella misma nos la mostró en los vestidores de chicas. La carta citaba en cuestión:

«Señorita Alonzo,

Espero que tenga un buen inicio de semana. Agradezco que me haya informado del incoveniente y me permito aclararle que el problema ya está siendo tratado. El joven Daniel Guzmán, ha sido enviado a citas regulares con la psicóloga escolar, y junto a su amplia experiencia en temas similares, esperamos no tener problemas de la misma índole en el futuro.

Usted y sus compañeras pueden estar tranquilas.

Un saludo,

Paola Velásquez, directora general»

—¡Vaya pendejada! —exclamó una chica de mi sección.

—En otras palabras está diciendo que no planea hacerse cargo de nada —expuso Rebeca, totalmente molesta.

Algunas la apoyaban, mientras que otras aseguraban que era su culpa por haberlo rechazado de ese modo cuando estuvieron juntos. Cuando Jimena dijo que era todo su culpa por no haberse acostado con él cuando se lo pidió, Eleanor saltó a defenderla diciendo que Daniel era un cerdo que no solo acosaba a Rebeca, sino que había acosado a varias chicas.

«Incluyéndome a mí» pensé, pero no lo dije.

Daniel empezó a ir con la psicóloga, eso era un hecho, pero ni siquiera así el problema se resolvió. Al final tenía razón y la directora prefería proteger a su hijo en lugar de hacer lo necesario para que no siguiera con sus abusos.

Muchas chicas de tercero básico estábamos más que desconcertadas. Hasta algunos chicos se quejaron de la situación que se estaba viviendo en la secundaria.

Estaba pensando en eso a la salida cuando la voz de Eleanor me sacó de mi ensimismamiento:

—Este año el día del cariño será el día más memorable de febrero —me habló ella, mientras seguía escribiendo en su laptop.

—¿Estás segura de eso? —le pregunté, haciéndome escuchar entre el bullicio de alumnos a la salida del colegio.

Eleanor era mi segunda mejor amiga. Mi relación con ella no era tan cercana como la que tenía con Cristina. Sin embargo, más de una vez me había brindado una mano amiga cuando no tenía a nadie a quien recurrir.

No coincidíamos muchas veces por la diferencia de horarios, pero los miércoles nos sentábamos afuera del colegio a hablar mientras esperábamos a que su madre llegara para llevarla a casa. Cristina, por otra parte, se quedaba esperando en el gimnasio a que Fernando Fuentes saliera de su entrenamiento de fútbol. La mayoría de las veces no me apetecía hacerle compañía en aquel gimnasio tan apestoso.

—Calla, Susi —me regañó—. Este año preparamos algo mejor.

—¿Qué es? —le pregunté con curiosidad, antes de darle otra mordida a mi manzana—. No me digas que haremos otro amigo secreto, porque estoy harta de eso —hablé, sin molestarme que tuviera la boca llena.

Andy leyó mi diarioWhere stories live. Discover now