Capítulo 25: Misión en el planeta Tarsex (II)

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- ¡Impresionante! - exclamó Prico -. Supongo que estas son las famosas defensas tardalianas.

El saiyan creó una bola de energía en su mano derecha y la lanzó contra el escudo. El impacto provocó una fuerte explosión si bien, cuando se disipó la humareda, la barrera se mantenía intacta.

- Es bastante resistente – comentó Tich con admiración.

- ¡Tiene una fuerza de 3.900 unidades! - exclamó Ulif.

Era cierto. Auber había activado su zona de ki y la había extendido hasta alcanzar el perímetro de la barrera. La técnica de los tardalianos era impresionante. Combinaba la fuerza de cada uno de sus integrantes y la rotaba de forma constante por su perímetro para generar un poderoso escudo. Por desgracia para ellos, la fuerza en todo el escudo no era uniforme y Auber podía ver las brechas donde la energía era más débil. Solo era cuestión de asestar un golpe en el lugar preciso. Sin embargo, su intervención no fue necesaria.

- No tengo ganas de perder el tiempo – dijo Lych.

En un instante, el poderoso saiyan se materializó en el interior de la barrera formada por los tardalianos y, concentrando su energía, realizó una poderosa explosión de ki. Los tardalianos salieron propulsados en todas las direcciones, rompiendo su formación.

- ¡Vamos chicos, comienza la diversión! - exclamó Prico azuzando a sus compañeros.

Los saiyans se abalanzaron contra los sorprendidos tardalianos. Lo que siguió fue una masacre. Si bien en formación eran poderosos, en un uno contra uno ninguno de los miembros de la expedición era rival para ellos. Poco a poco fueron cayendo ante su ofensiva.

Auber eliminó a dos de los tardalianos. Lo hizo rápido y sin recrearse. No tenía sentido. Al igual que Lych, tenía que reconocer que a él tampoco le entusiasmaban los combates desnivelados. Tich y Ulif se ocuparon de otros dos y Plum de dos más. Prico, el más entusiasta del grupo, eliminó a tres mientras reía a carcajadas. En cuanto a Atio, este fue inmovilizado por Lych. El saiyan había dislocado los dos hombros de su enemigo para evitar que se zarandease y lo tenía agarrado firmemente por el cuello.

Ion y Umber no habían participado en el combate. El primero se había limitado a observar en silencio, si bien en sus ojos Auber podía vislumbrar la repulsión que le producía la escena. En cuanto a Umber, el tímido saiyan se había quedado paralizado, con la mirada perdida en el horizonte.

- ¡Gracias por cederme vuestros rivales! - exclamó Prico a los dos saiyans. Ulif y Plum estallaron en carcajadas, invadidos aún por la euforia del combate.

- ¡Son los mejores compañeros posibles! ¡Siempre cubriendo nuestras espaldas! - añadió Plum.

No están hechos para esto – se lamentó Auber. Al contrario que sus compañeros, él no detestaba a Ion y a Umber. Había sufrido en sus carnes el desprecio a la debilidad de la sociedad saiyan y sabía que había un mundo más allá de las batallas y los niveles de poder. Sin embargo, tenía que admitir que, con su actitud, los dos saiyans no eran más que un lastre para la misión.

- ¿Cuántos soldados hay en vuestro campamento? - se escuchó decir a Lych -. ¿Cuál es su nivel de poder?

El saiyan había descendido a la tierra y zarandeaba al maltrecho Atio con violencia. El resto del grupo, salvo Ion y Umber, bajaron para acercarse al prisionero.

- Dímelo y te dejaré ir – siguió Lych -. No tiene sentido que mueras por una misión sin importancia como esta.

- ¡Qué te jodan saiyan! - bramó Atio -. ¡Los tardalianos somos uno! ¡Nunca venderíamos a nuestros compañeros!

Lych aumentó su presa sobre el cuello de Atio y este gimió de dolor.

- No me hagas perder el tiempo – amenazó Lych -. Me lo digas o no, igualmente arrasaremos vuestro campamento. Tus compañeros morirán y la única diferencia será que tú estarás esperándoles en el otro lado. No tenéis ninguna posibilidad.

El tardaliano se convulsionó ligeramente intentando hablar y Lych aflojó su presa.

- Yo ya estoy acabado... - murmuró Atio, sin apenas aliento -. Pero vosotros me seguiréis muy pronto. No tenéis ni idea de lo que os espera en el campamento demonios, os van a...

Un crujido acabó con las últimas palabras de Atio. Lych soltó el cuello de su prisionero y lo dejó caer en el suelo.

- Podías haber probado otra táctica – dijo Auber. En su opinión, Lych había sido muy poco paciente con su prisionero.

- Quizás si le hubieses arrancado un brazo hubiera sido más cooperativo - sugirió Prico esbozando una sádica sonrisa.

- Mi prisionero, mis métodos – zanjó Lych -. Ahora que ya hemos terminado esta pantomima, dividámonos y completemos la misión.

- Chicos, algo se acerca - murmuró Umber. El saiyan había descendido al suelo para acercarse al resto del grupo.

- Si Umber, no te preocupes, te defenderemos de cualquier animali...

Las palabras de Prico murieron en su boca. Al unísono, los rastreadores de todo el grupo comenzaron a pitar compulsivamente. Habían detectado varios niveles de poder.

- Provienen del campamento tardaliano y vienen en nuestra dirección – dijo Tich mientras comprobaba su rastreador -. Detecto cuatro fuerzas, tres de más de tres mil unidades y otra de... ¡Maldita sea!

El pitido de sus rastreadores aumentaba su intensidad a medida que se acercaban los nuevos enemigos.

- Es imposible... - susurró Plum incrédulo.

- ¡Debemos retirarnos de inmediato! - exclamó Auber -. ¡Regresemos a las naves!

Como un resorte, los ocho saiyans emprendieron el vuelo en dirección a las naves. Volaban a toda velocidad, intentando alejarse todo lo posible de la zona del combate.

- ¡Están girando! - gritó Tich -. ¡Vienen hacia nosotros!

- ¡Demonios! - exclamó Auber -. ¡Deben de contar con rastreadores!

- ¡Ya casi estamos! - dijo Ulif.

- ¡Tenemos que detenernos! - gritó Auber.

- ¡¿Estas loco?! - exclamó Plum -. ¡¿No has visto lo mismo que nosotros?! ¡Si nos paramos estamos muertos!

- Auber tiene razón – dijo Lych -. No tenemos donde huir y estamos desperdiciando nuestra energía.

- ¡Maldición! - exclamó Prico.

El grupo se detuvo en seco y se giró para hacer frente a sus formidables enemigos. Los cuatro estaban cada vez más cerca y ya se apreciaban sus figuras en el horizonte.

- ¡Prepararos! - dijo Auber adoptando una pose de combate -. ¡Si luchamos juntos aún tenemos una posibilidad!

- ¡No digas tonterías! - repuso Prico -. Estamos acabados.

Dragon Ball: una historia de los saiyansWhere stories live. Discover now