Su respuesta me dejó anonadada. El blanco principal de Daniel desde hace ya bastante tiempo, era Rebeca. Ellos fueron novios el año pasado, pero su relación terminó y él no parecía haberlo tomado bien. Jamás imaginé que sería capaz de acosarla en el colegio. Ese chico no entendía lo que significaba un «no» y nadie había sido capaz de ponerle un alto. Nadie hasta ahora, que Andrés lo había hecho. 

—¿Se lo dijiste a la directora?

—Sí, pero no ayudó mucho —se encogió de hombros, frustrado— Desde hace tiempo sabía que tenía amigos idiotas, y tu diario solo me lo volvió a confirmar.

Tragué fuerte.

¿Había renunciado a sus amigos por mi culpa?

Al parecer Daniel era el líder del grupo, nadie se interesaba en enfrentarlo. Andrés suspiró y levantó la mirada antes de decir:

—¿Puedo preguntarte algo? 

Sus ojos color miel volvieron a mirarme. Asentí con la cabeza. 

Él finalmente dejó su tarea y me observó, apoyándose sobre la pared del gimnasio. Afuera empezaba a pegar un sol demasiado intenso, estaba pensando en mejor enviarle un mensaje a mi papá para que viniera a recogerme, no quería quemarme la cabeza de camino al autobús. 

—¿Qué cosa? —quise saber. 

—¿Por qué no le decís a nadie lo que te hizo Daniel?

Sentí un nudo formándose en mi garganta. A veces se me olvidaba que todo lo que yo escribí en mi cuaderno, Andrés ya lo había leído. Incluyendo la vez que Daniel me acosó en su casa. Incluyendo otras cosas, que no me atrevía a recordar en ese momento. 

—La directora nunca haría nada al respecto. 

—No me extraña, es su mamá —bufó y volteó los ojos hacia arriba—. De todos modos, deberías decírselo a alguien. Si la directora no hace nada, deberías hablar con el director general.

Ese era un secreto que no le había revelado a nadie. Ni siquiera Cristina lo sabía. Era un secreto que estaba dispuesta a llevármelo a la tumba. Así era antes de que Andrés encontrara mi cuaderno.

—No puedo decírselo a nadie —evité mirarlo mientras esas palabras abandonaron mi boca.

—¿Por qué? —preguntó exasperado— Deberías. No está bien.

Por un momento sentí una amargura subiendo por mi estómago, hasta mi garganta. Odiaba que tuviera razón. Nada me preparó para lo que salió de su boca después: 

—Si querés yo te acompaño.

—¿Cómo dices?

—Yo te acompaño a hablar con la directora.

El convencimiento de su voz y su mirada fija en mis ojos, hizo que mis piernas temblaran.

¿Lo decía en serio?

—Daniel no puede salirse con la suya, lo que te hizo es algo serio —aseguró.

Me quedé parada en aquel sucio gimnasio frente a Andrés, esperando que de su boca brotara alguna carcajada, y que se burlara de mí, pero eso nunca pasó.

En realidad me estaba ofreciendo su ayuda. Él me quería ayudar.

—No puedo. No lo haré.

Un nudo se instaló en la boca de mi estómago, y las lágrimas amenazaron con salir escandalosamente de mis ojos, pero decidí hacerme la fuerte. No podía acusar a Daniel, no después de lo que había pasado.

Andy leyó mi diarioWhere stories live. Discover now