45: El año sabático

Comenzar desde el principio
                                    

Candace se cubrió los ojos, negando.

—Después de muchos meses duros —continué—el doctor dijo que mi cáncer estaba en remisión, que había funcionado. Así que volví a mi vida normal, yo aprendí a disfrutar el día a día porque el mañana no existe, no con certeza. Es por eso que no se lo dije a nadie, no quería que una enfermedad me encasille, mucho menos que cambie las cosas... además, creo que no estaba preparado para decirlo en voz alta porque entonces se volvería más real para mí y pensarlo me frustra muchísimo.

—Entonces, déjame ver si he entendido —pidió— finges que nada ha pasado, déjame confesarte que lo haces genial. Mereces un Oscar al mejor actor.

Iba a responder, pero el doctor entró y solo entró para confirmar lo que yo ya sospechaba:

—El cáncer volvió.

Mire a Candace, ella iba a derrumbarse, estaba asustada y demasiado molesta.

—¿Hay posibilidades de que vuelva a superarlo? —preguntó con esperanzas— El está joven, seguro que...

El doctor soltó aire.

—Se que será difícil escucharlo, pero el cáncer volvió más agresivo... y sospechamos de que ya sea muy tarde para combatirlo.

Candace dejó de hablarme por los siguientes días, solo decidía dirigirme la palabra para comunicarme que tendríamos cita con algún doctor importante. Ella no se había rendido, ella no soltaba la esperanza de poder encontrar la cura de mi enfermedad.

—Ya basta, Candace —pedí—, por favor detente, no iré a ningún lado, a ninguna cita con ningún doctor.

—No, nada de basta, nada de detente, Nicolás, ¡me debes esto, me lo debes!

—No, no soporto verte sufrir cada vez que un doctor nuevo revisa mi caso. El cáncer volvió y no va a desaparecer, no va a irse, va a llevarme, tienes que entenderlo y aceptarlo como yo lo hice.

—No quiero que mueras.

—Y no quiero morir —admití con mis ojos llorosos—. Pero sucederá en cualquier momento y no quiero que mis últimos días sean visitando a doctores que siempre dicen lo mismo. Tienes que aceptarlo, ya no se puede hacer nada... nada más que vivir con esto.

—¡ES TU CULPA! —gritó— ¡ES TU CULPA POR HACER QUE ME ENAMORARA DE TI! ES INJUSTO PORQUE TÚ YA LO SABÍAS, SABÍAS QUE IBAS A MORIR Y ¿YO? YO ME ENAMORE DE TI Y NO ES JUSTO VERTE TOSER SANGRE Y LUEGO DESPLOMARTE EN PLENA LUNA DE MIEL!

—Candace...

—¿CREES QUE ES FÁCIL? ¡¿CREES QUE ES FÁCIL ACEPTAR QUE VAS A MORIR PRONTO?! PUES NO LO ES, NO LO ES Y NO LO SERÁ PORQUE TE AMO, TE AMO Y ME ATERRA PENSAR EN QUE UN DÍA NO DESPERTARAS MÁS Y ME DEJARÁS... —gritó frustrada— no quiero que me dejes, no quiero que te vayas, no quiero vivir sin ti... no quiero despertar y ver que mi lado está vacío, Nicolás, no puedo hacer esto... aunque lo intente sigue doliendo y seguirá doliendo cada día.

Enrollé mis brazos en su cintura y la atraje a mi.

—Lo siento, perdón —me disculpé— perdón por hacerte vivir esto, se que fui egoísta al permitirte enamorarte sabiendo que voy a morir, perdón, perdón por enamorarme de ti desde el primer momento en el que te conocí, lo siento.

Candace lloró en mi pecho, sus lágrimas se quedaron en mi jersey, al igual que mis lágrimas quedaron en su hermoso cabello cobrizo. Así que los siguientes días trató de asimilar todo.

—No puedo creer que hayas pasado todo eso tu solo —soltó— no puedo imaginarte en un hospital solo. No quiero que estés solo nunca más.

—Por favor, Candace —pedí— no puedes decirle a nadie, ni siquiera a Lillie. Se que tú y ella son muy íntimas y se cuentan hasta las veces que van a tomar agua, por eso lo digo.

Mi exilio con la abuela 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora