XXVI

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Capítulo 26.

Si lucho por mi amor, es porque aún sé que me ama y a pesar de los errores y del sufrimiento por venir, decido quedarme y creer que podemos dejar florecer lo que un día decidimos sembrar. Crece, se fortalece, algunas veces se marchita pero renace. Para el amor se lucha y cuando perdona, dejamos de ver a los fantasmas del pasado que buscan atormentarnos. La confianza se desvanece pero decidimos seguir. Déjame pensar que podemos lograrlo, que podemos sobrepasar la adversidad. Dime que me amas, dime un te amo y eso bastará para que me quede a luchar por ti, por mi... y todas aquellas promesas que dejamos sin cumplir. Repíteme que me quede, ruega por mí... que no tengo la suficiente fuerza.

La sofrosina del alma, discreta en amar, con pequeños detalles y presentes en cada momento; el sobrietas del corazón, sencillo y sin peros. Ese es el amor, después del te amo no hay un pero, hay una continuación por el profesa del mañana.

G A B R I E L A

Madrid, España. 29 de diciembre de 2010.

La vida es un arcoiris, llega con rojo como la pasión del alma, pero camina lejos con el verde de la esperanza bajo nuestros pies. Amanecer con el amarillo y anaranjado de la alegría pero termina con el sombrio azul que adorna el brillo de la luna. Índigo como el misterio del mañana pero acompaña con la creatividad de lo que puedes hacer hoy.

No podré negar, no me gusta levantarme de la cama todas las mañanas, no me quiero bañar y tengo bajones. Lloro por las noches, no tengo esperanza y espero lo peor. Cada día es como una mina, deseo no pisar el desastre... todo estaba tranquilo como para tranquilizarme. Había vivido sobreviviendo, dejé el temor y empecé a vivir... y todo se fue a la mierda. Me permití seguir mi felicidad, y siento que he vuelto al inicio, cuando todo parecía perdido.

Hasta que vino la esperanza, y eso fue mucho más fuerte.

Fueron siete horas de parto, Daniel tomando mi mano.

Decían que era fuerte.

Una habitación blanca, gritos, sudor y desespero. Tantas veces que dormí con miedo por no verte pero entonces te escuché llorar y fue maravilloso.

Naciste a las diez de la mañana, me había levantado desde las tres de la mañana con dolores y un sangrado.

Temí por tu vida y tuve esperanza, aquella que tu me diste. Repetí que nuestra Melodía vendría a nosotros. Daniel me llevó en brazos, desesperado, rogando ayuda. Entré en parto... con contracciones cada tres minutos.

Estabas de cabeza, el cordón alrededor de tu cuello. Fue un estrés constante, angustia... por un momento creí que perdería la fe.

Entré en cesárea, y naciste. No sentía mi cuerpo, tenía los ojos abiertos, lloré al verte y entonces te llevaron lejos de mí. Grité tu nombre, una y otra vez... solo te quería en mis brazos, saber que estabas bien.

Hasta que iniciaron las malas noticias.

* * *

—Felicidades, tienen a una niña muy sana y que fue toda una luchadora como su madre — entonces estaba entrando a la habitación nuestra pequeña rosada. Tenía sus ojos cerrados, quieta y amarrada a su colcha amarilla. Era preciosa, mis manos ansiaban por tomarla y darle de comer por primera vez. Inconscientemente lloré, era preciosa y era mi hija. Después de largos nueve meses donde el miedo me dominaba, al fin estaba conmigo. Mi melodía estaba conmigo. Habíamos luchado tanto con Daniel y por fin la teníamos en brazos.

Hermosa Imperfección (Beautiful Imperfection)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora