DESAMPARADO

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—Si no tenemos pareja cuando cumplamos 30 años nos casaremos, ¿vale Luca?

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—Si no tenemos pareja cuando cumplamos 30 años nos casaremos, ¿vale Luca?

Me sonrojé. Paula era mi amiga desde que éramos niños, pero yo nunca la había visto como algo más que eso. Sin embargo, mi corazón comenzó a golpear contra las costillas con violencia ante aquella proposición.

—No lo dices en serio —contraataqué—. No necesito que tú también me mires con pena.

Era el único de mi clase que no había recibido una bendición de La Diosa y aunque solo habían pasado unos meses desde mi decimosexto cumpleaños yo sabía que no la manifestaría. Tendría que aprender a vivir sin ella.

Los estudiosos afirmaban que no había personas sin don, solo dones sin descubrir. Era cierto que había casos registrados en los que, por la rareza de la bendición, estas no se habían manifestado hasta que las condiciones habían sido las adecuadas, pero eran muy escasos. Me aferré a esto durante semanas, estudiando todos los tomos que pude encontrar sobre el tema. Terminé aprendiendo de memoria listas interminables de habilidades extrañas de nombres impronunciables.

La mayoría eran tan rocambolescas que no me extrañaba que la gente no las descubriera. Fui descartándolas una por una. No podía hablar con los pájaros, ni manipular a la gente bebiendo su sangre, tampoco podía ingerir minerales para endurecer mi cuerpo y mucho menos predecir el futuro. Cuando terminé solo quedaban las imposibles de comprobar y tampoco es que predecir terremotos con antelación fuera a garantizarme un buen trabajo.

—Claro que lo digo en serio —afirmó Paula con una sonrisa.

Acercó su mano a la mía y entrelazó nuestros meñiques. Era una promesa.

—¿Sabes que antiguamente cuando incumplías una promesa de este tipo te cortaban el meñique? —pregunté, intentando quitarle hierro al asunto. Ella se rio.

En aquel momento ambos éramos felices, pero después de graduarnos nuestros caminos se separaron. Ella comenzó a trabajar en el gremio de los sanadores, con su don tampoco tenía muchas más opciones. Por otro lado, como toda persona sin bendición, yo fui relegado a vagar de trabajo en trabajo sin mucho éxito. Sin embargo, no estaba como para quejarme, muchos en mi situación habrían dado lo que fuera por tener mi fuerza y destreza manual. Finalmente conseguí asentarme como ayudante de panadero. Era un trabajo duro y sobre todo mal pagado, pero me daba para vivir.

La fatal noticia llegó poco después de que me permitieran instalarme en una habitación vacía que el dueño tenía sobre la panadería. Paula había muerto durante el gran seísmo de Rodia. Al final resultó que mi don tampoco me permitía predecir terremotos.

—Supongo que no podrás cumplir tu promesa, ¿verdad? —murmuré a la losa de piedra sobre la que reposaban numerosas flores.

Intentaba ir a su tumba todos los meses, aunque a veces estaba tan ocupado que se me hacía imposible. Por lo menos estaba enterrada en el mismo cementerio que mis padres, así que aprovechaba para visitarla después de ofrecerle mis respetos a ellos.

Sin embargo, el día que cumplí los 30 fue el más triste. Pensaréis que fue el recuerdo de la promesa, pero no era solo eso. Ya llevábamos una mala racha con los asaltatumbas, que rapiñaban hasta la última ofrenda que se enterraba con nuestros muertos. Mis padres se habían librado pero la de Paula no. Cuando vi el montón de tierra no quise ni acercarme.

La noche fue solitaria, aunque agradezco la bondad de mi jefe. Sobre mi mesita reposaba una pequeña tarta de chocolate y canela, mi favorita. Era un hombre huraño, pero tenía su corazoncito. Cerré la puerta tras de mí y comencé a comerla en silencio, saboreando cada bocado.

Un sonido brusco en la planta baja me sacó de mi ensimismamiento. Algo se le habría olvidado al viejo. Aunque intenté no darle mayor importancia no paraba de escuchar sonidos. No eran fuertes ni estridentes, pero era obvio que alguien rondaba la casa y podría haber jurado que el panadero ya estaba dormido.

Cuando unos pasos ascendieron por la escalera me acurruqué en la esquina de la cama, expectante. Algo no iba bien. Aquellos pasos eran demasiado lentos, arrastrados, como si cada uno de ellos fuera una agonía. Salté de la cama en cuando escuché el golpe en la puerta, seguido de arañazos.

—Luca... Nuestra promesa —La voz era húmeda y gutural.

Se me erizaron los pelos de la nuca. Tal vez sí que había recibido una bendición después de todo, o una maldición... Una sola palabra apareció en mi mente mientras los arañazos y golpes contra la rígida madera se hacían más violentos y rápidos: Nigromante.*

*

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*Un fun fact de esta historia es que el título iba a ser Nigromante al instante o Nigromante por error pero me pareció que hacía demasiado spoiler

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Sueños FebrilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora