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Bae estaba acomodando su puesto de trabajo como también su casa, el hotel estaba cada día más remodelado gracias a ella, le gustaba hacer cambios, eso la mantenía activa porque odiaba estar quieta. Ella sí o sí, tenía que estar en movimiento siempre haciendo algo.

Eran las siete de la tarde según el reloj que también pensó en cambiarlo pronto. Soltó un suspiro limpiando las mesas que adornaban el pasillo a las habitaciones y la del comedor, algunos inquilinos andaban cerca, leyendo en los sillones o simplemente charlando tranquilos.— Bae querida.—ella inmediatamente giró hacia donde escuchó la voz de su abuelo.

—Dime abuelo.—le sonrió, como siempre hacia con todos. Era alguien realmente positiva.

—Hay mercancía recién llegada, puedes decirle a los de cocina que preparen las cenas para todos. Ya casi es hora, algunos comen temprano porque deben trabajar al otro día.—el abuelo siempre era comprensivo con todo el mundo, su nieta había salido a él claramente.— Enseguida iré a descansar, estoy realmente cansado..—ella asintió, se notaba. La enfermedad que tenía, nueva, causaba aquello fácilmente.

—No te preocupes abuelo, me encargaré de todo ve a descansar.—vió la sonrisa calida de él y contestó automáticamente con una igual.— Buenas noches.

Bae fue hacia detrás el mostrador de la recepción para ir a la cocina detrás a avisarle a los trabajadores, los cocineros que ya tenían paquetes de comida, verduras y todo eso para cocinar el plato que ellos elegían cada noche. Bae miró todo de nuevo, amaba el hotel donde trabajaba con su abuelo, amaba el diseño de este, tenía mucho de antigüedad pues su abuelo manejaba ese lugar desde los veintiocho años, en el año 1831.

Pero era hermoso, la madera, los cuadros, tapizados, floreros, velas y más.

Ella iba a esperar hasta el final para poder bañarse, estuvo pendiente de la gente cenando y ayudando a los cocineros, nunca se quedaba realmente quieta, era muy observadora pero a veces, un poco tonta..

Cuando se hicieron las doce, ya casi nadie quedaba en el comedor entonces Bae apagó la música leve para ambientar el lugar, apagó luces innecesarias y volvió detrás del mostrador para cerrar lo que hoy había hecho de dinero. Estaba metida en ello que cuando sonó la puerta larga y alta del lugar, se asustó.

Y aún más se asustó al ver que era él, el inquilino de la habitación 13. Había llegado al lugar hace dos semanas posiblemente, pidiendo un lugar y sin decir mucho más, no era alguien de muchas palabras y tampoco estaba en un lugar donde había mucha gente, casi nunca estaba en la sala o el comedor del hotel, no comía ahí dentro, vivía en su habitación y eso siempre le pareció rarísimo a la joven.

Trató de no mirarlo porque él jamás lo hizo, tampoco saludaba, simplemente pasaba de largo hacia aquel pasillo largo hasta llegar a lo último cerca del cuarto de limpieza, ahí quiso estar, el abuelo lo había atendido. Pasó por frente de ella, Bae levantó un poco su rostro para verlo caminar hasta desaparecer y soltó un suspiro. A ella le gustaba hacer amigos pero con él, mejor lo dejó de lado.

Al terminar todo se acercó a la puerta principal y la cerró sin nada, en el pequeño pueblo donde vivían no necesitaban llaves, nada pasaba por ahí, era sumamente seguro. Apagó las luces agarrando primero su linterna pequeña porque el lugar era tan grande y alto que la oscuridad lo abrazaba en las noches en estos momentos rutinarios.

Giró para ir a su habitación pero se encontró con el pasillo donde la gente iba a sus habitaciones, el pasillo por donde el último inquilino había ido. La luz estaba prendida, mayormente quedaba así por cualquier conveniente. Sin esperarlo sintió un escalofrío en su espalda al ver el final del pasillo, no había nada pero el escalofrío vino de repente. Sacudió un poco sus hombros y corrió despacio hasta donde tenía que ir, quería ducharse y acostarse porque había sido un día agotador, igual que todos.

HOTEL ✓  park.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora