Capítulo 9 - El maldito puño

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No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba mirando al techo. ¿Minutos? Puede que horas. Pero lo que sí sabía es que ya era de día porque algunos rayos de sol luchaban por colarse en la habitación a través de la persiana. Me desperecé un poco sobre el colchón para activar mi cuerpo, aunque mis ganas de levantarme eran completamente nulas.

Cuando el estómago me empezó a rugir para pedir algo de comida me vi obligada a vestirme y no retrasar más el momento de salir de la habitación. No era muy tarde todavía, así que con un poco de suerte los demás seguirían durmiendo y tendría la cocina sola para mí.

Bueno, en cuanto vi la puerta del cuarto de Zack abierta al otro extremo del pasillo supe que no iba a ser tan afortunada, sobre todo cuando escuché una segunda voz.

Saludé a modo de gruñido —un gesto muy Ally de mi parte—, porque no salía nada de mi garganta que no fuese una onomatopeya. Zack y Ellie estaban desayunando tranquilamente unas tostadas que esta última había preparado. Supe que eran suyas porque estaban un pelín menos doradas que cuando las cocina Zack y estaban colocadas en el plato sin ningún tipo de orden. Zack es demasiado perfeccionista al emplatar la comida y tiene que quedar perfecto, aunque sean unas simples tostadas.

—Mira quién aparece por fin. Ya era hora, señorita —saludó Zack.

Quise responderle con otro gruñido.

—No es tan tarde, Zack —me forcé a decir.

—No lo digo por eso, lo digo porque anoche te fuiste con a saber quién y no te volví a ver.

Casi se me había olvidado que Zack pensaba que en la fiesta había estado con algún chico, cuando Brandon es la única figura masculina con la que estuve. No iba a aguantar la conversación que venía ahora sin cafeína, por lo que comencé a servirme una taza de café.

—¿Cómo fue? ¿Dónde está? ¿Ha dormido aquí?

—¿Por qué quieres saber tantas cosas?

No entendía por qué me ponía tan tensa que Ellie escuchara esta conversación y se hiciera la idea equivocada. Sé que no debería importarme teniendo en cuenta que había sido ella quien había pasado la noche acompañada, pero no podía evitarlo.

—Quiero mi reporte matutino oficial —ordenó dando un gran mordisco a su desayuno.

Bebí un trago de café. La amargura de la bebida descendió por mi garganta recordándome que se me había olvidado por completo echarle azúcar, pero me sirvió como un toque de atención para cambiar de idea respecto a la respuesta que iba a dar.

—Bien. En su casa, supongo. Sí.

Pensé que era más fácil decir eso que desmentir la película que se había montado Zack. De todas maneras, nadie iba a saber la verdad salvo Ally y yo.

—Se ha ido pronto, ¿no? —cuestionó—. Ellie y yo llevamos aquí un buen rato y no estabas en el sofá.

—Se fue hace un rato y cuando lo hizo volví a mi cama.

A Zack no le sorprendió la respuesta ya que no era la primera vez que hacía algo así y se dio por contento. Vi un poco de movimiento por detrás de sus cabezas de una persona que salía del pasillo, y yo no podía estar más agradecida de que Ally por fin apareciera.

Aunque toda mi alegría se desmoronó en cuanto vi que se trataba de una chica castaña a la cual no había visto nunca. Se me revolvió el estómago al darme cuenta de que se trataba de la chica con la que había estado Ellie. Era más guapa de lo que me habría gustado y, por si fuera poco, llevaba puesta una sudadera que le había visto a ella miles de veces.

InmarescibleWhere stories live. Discover now