Capítulo 3 - Extraña comodidad

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—¿Cómo has estado durmiendo estos días?

Levanté la cabeza para mirar a mi madrina, quien tenía los ojos fijos en mí sin dejar de remover su café.

—Mejor.

Me preparé mentalmente para que me pusiese su cara de incredulidad de siempre, negase con la cabeza suspirando como siempre e intentara que le confesase que en verdad no había dormido bien, como siempre.

Sin embargo, no ocurrió nada de eso. Se dedicó a dar un sorbo a su café, asintiendo en cuanto devolvió la taza a su platito.

—Me alegro, cariño.

¿Ya está? ¿Eso era todo?

Sí era verdad lo que había dicho. Estas dos semanas atrás había conseguido descansar lo que no he descansado en todo un año, pero no pensaba que me fuese a creer tan fácilmente.

—¿No vas a decir nada más? —pregunté sin salir de mi asombro.

—¿Qué quieres que te diga?

Volví a quedarme muda sin saber muy bien lo que contestar. No sabía exactamente qué esperaba que me dijera, pero lo que sí sabía era no me esperaba que se diera por satisfecha así de rápido. Ella se dio cuenta de mi estado de confusión, por lo que levantó la mirada.

—¿Qué pasa? Esta vez no me has mentido como las veces anteriores.

Rodé los ojos, dejándome caer sobre el respaldo de la silla. Fruncí los labios, recorriendo con la mirada toda la terraza de la cafetería en donde estábamos sentadas, hasta volver a detener mis ojos sobre ella.

—¿Me piensas decir alguna vez qué es lo que hago para que sepas cuando miento o no?

—¿Y que te controles para no hacerlo? No.

Resoplé de forma exagerada para que supiese que no me parecía bien su decisión. Era demasiado indignante que yo pueda saber en apenas unos minutos las reacciones de otras personas a la hora de mentir, pero sea incapaz de descubrir las mías.

Había intentado todo. Desviar la mirada, mantenerla fija, mover alguna parte de la cara, permanecer inmóvil... Incluso una vez hablé conteniendo la respiración por si era eso lo que me delataba. Y nada. Aún no tenía ni idea.

—Oye —me llamó—, ¿no se iba a incorporar una nueva compañera a vuestro piso?

—Vino a principio de mes, ¿por?

—Como no me habías dicho nada, pensaba que a final no había llegado —acabó su café, dejando la tacita en la mesa. Volvió a mirarme, esta vez, alzando una ceja—. ¿Me vas a contar algo o no?

—¿Sobre qué?

—¿Cómo se llama? ¿Cómo es? ¿De dónde viene?...

—Casi pareces Zack queriendo saber tantas cosas —me sostuvo la mirada, con una expresión que no sabría descifrar, pero que me creaba ciertos nervios—. Ellie. Se llama Ellie.

—Ajá... —incitó a que siguiera contando.

—Es simpática.

—Y...

—¡¿Qué más quieres?! —acabé impacientándome.

—Me cuentas con lujo de detalles cada vez que Zack pierde las llaves, ¿y de tu nueva compañera solo dices que es simpática?

Entendía su punto, pero tampoco podía contarle nada más de estas dos semanas con Ellie.

¿Qué le voy a decir? ¿Que me he fijado en que es tan rara que se echa la leche antes que los cereales? ¿Que es la única persona que he visto en mi vida que mezcla mantequilla con mermelada? ¿O que salgo de mi habitación a propósito cinco minutos más tarde para coincidir con ella y poder llevarla a clase?

InmarescibleWhere stories live. Discover now