XIX

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Evidente tristeza predominaba en su mirada, su voz también se escuchaba un poco cansada. El viento resoplo fuerte e hizo que la débil estructura crujiera a nuestro alrededor.

—Es mejor que bajes el arma o tus amigos podrían salir heridos— señaló con la cabeza hacía el exterior de la pequeña bodega. ¿Sugino y Noya habían sido capturados tan fácilmente? No escuchaba ruido alguno y el previo disparo no significaba nada bueno.

Nos habíamos convertido fácilmente en la presa capturada.

Chasqué la lengua y bajé despacio mi arma hasta dejarla a un costado. La situación se había complicado.

—Bien, ahora acompáñame.

Su voz tan fría y monótona como siempre, era evidente que se trataba de mi antiguo compañero de aula, pero había algo mucho más en el fondo.

Miré de reojo a Nakamura que permanecía inconsciente en el frio suelo, entre el montón de paja vieja y olor a podrido que almacenaba el estrecho espacio. "Estarás bien" fue lo que mi cerebro comenzó a repetir una y otra vez para intentar enfocarme. Al menos había quitado las firmes ataduras que la lastimaban de los pies y brazos, así la sangre fluirá de nuevo.

Me reincorporé y avance a paso lento hacia la puerta por la que hace un segundo había cruzado el albino. Los imprégnates rayos del sol me recibieron en el rostro dando una cálida sensación a pesar de ser una situación tan desfavorable.

Durante todo el proceso, Itona seguía cada mínimo movimiento mío desde cerca, caminando a mi ritmo, sintiendo su pesada respiración a mis espaldas. Podía percibir su penetrante mirada clavada en mi nuca, mucho más peligrosa que cualquier arma que pudiera portar.

De pronto, mis orbes se encontraron con los de mis compañeros. Sus brazos eran sujetados con firmeza por otros dos hombres además de amenazados con un revolver en la sien de cada uno.

­—¡Noya, Sugino! ¿están bien? — levanté la voz.

—Tal parece que nos estaban esperando, Nagisa— rio en voz baja el castaño.

—¿¡Donde esta Nakamura?! — eufórico levantó la voz mi amigo moreno, comenzando a forcejear contra el robusto hombre que lo mantenía inmóvil. Un pequeño "click" hizo paralizar a los presentes, había sido quitado el seguro del arma.

Estaba por contestar para tranquilizar a Sugino pero una delgada mano me tomó por el hombro, robando mi dialogo.

—Ella está bien, de hecho, ella no es la pieza principal de todo este movimiento. Nakamura solo es la carnada para atraer al personaje principal.

Giré mi cabeza para encarar esos profundos ojos ámbar que solo transmitían enojo y arrogancia. Su agarre se volvió más fuerte, sus uñas se clavaron en mi piel y por un segundo me sentí intimidado por él, mi pequeño compañero de clase había cambiado demasiado en unos cuantos días que estuvo desaparecido.

—¿Qué es lo que pretendes Itona?

Soltó mi hombro y despacio caminó hasta encontrarse frente a mí, unos cuantos centímetros era el espacio que nos distanciaba. Por primera vez lo pude observar de pies a cabeza. Su cabello estaba desalineado y un poco más largo de lo normal, su labio inferior titubeaba como si impidiera las ganas de gritar y llorar ahí mismo. No llevaba ningún arma, nada con que defenderse de un posible ataque ¿en serio? Si todos ellos nos estaban esperando aquí como lo habían planeado, era ridículo que no tuviera algo con que dañar si ese era su objetivo. Mi mirada se separó de la suya por unos segundos y pude ver que su mano izquierda estaba firmemente forjada en un puño, como si sostuviera algo ahí.

—¿Qué es lo que pretendo? Creí que en este punto seria evidente. —habló cansado y rodando los ojos.

—¿¡Por qué le hiciste esto a Nakamura?! —contrataque irritado —¡Ella es parte de la clase E, nuestra clase!

Amantes del crimen [KARMAGISA]Where stories live. Discover now