XVI

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Las estaciones del año continuaban su curso. Los meses pasaban, pero desde mi perspectiva el tiempo transcurría más lento de lo normal, hasta que finalmente la gélida brisa de invierno se dio a conocer.

El mes de octubre había llegado.

Medio año pudo haber transcurrido de lo más normal de no ser por una presencia que derrumbó mi "pacífico" estilo de vida; Asano Gakuhō.

Había pasado alrededor de medio año desde que me convertí en la marioneta de Asano y él en el titiritero que movía a su gusto las cuerdas atadas a mis extremidades.

El hecho de recibir órdenes de su parte me repugnaba, trabajar desde las sombras para cumplir los caprichos que de su retorcida mente emanaban, era lo más bajo que había caído.

Mi impotencia y odio fue creciendo con el paso de los días, al igual que mi temor.

El miedo es una sensación nada grata para los humanos, porque sentirse vulnerable hacia algo o alguien más, hace que tu subconsciente lo considere superior a ti en cualquier aspecto. Si, definitivamente es de mis sensaciones menos favoritas pero que he aprendido a lidiar con ella desde hace bastante tiempo.

Y ahora me encontraba en mi solitario cuarto, tumbado en la cama mirando el grisáceo techo esperando que en algún momento las respuestas sobre que es lo correcto vinieran a mi.

Talle mis ojos con un poco de cansancio y un alargado suspirar se adueñó del sonido. Estaba cansado, tanto física como mentalmente.

Giré mi cabeza mirando de costado el armario que estaba a mi derecha, una mueca se adueñó de mi rostro y una sensación nada grata corrompió mi pecho.

¿Es buena idea mantener esa cosa ahí?

En algún momento podría servir, o al menos eso pensé cuando se la arrebate de las manos a Gakuhō y salí de su oficina. Pero a la vez es demasiado arriesgado tenerla conmigo.

Realmente había dejado de pensar en las consecuencias y solo me dejé guíar por la ira.

Pero, ya conocía a ese hombre y sabía de los alcances que tiene con tal de conseguir su objetivo, tener al enemigo tan cerca es agotador y agobiante. Tal vez, y solo tal vez por eso había decidido conservar el arma.

Me levanté con cansancio y de pronto un gran mareo se apoderó de mi. Con cuidado caminé hacia el baño y talle mi cara con agua helada. El frío recorrió mis nervios pero me hizo despertar de inmediato.

Miré mi rostro en el espejo frente al lavabo. Unas grandes marcas adornaban mis cansados ojos además de distintas heridas bastante evidentes en mi cien y gran parte de mis manos.

Suspiré, Nagisa no me puede ver así.

Me pasé los dedos por mi rojizo cabello y salí del baño una vez ya aseado. Con dificultad me puse los pantalones y una camisa holgada para dirigirme a la escuela.

A pesar de todo, continuaba yendo a la universidad. Ya tenía el límite de faltas aceptadas en las materias y mis calificaciones había descendido en la mayoría de ellas. Pero de esto no lo sabía nadie. Sería bastante evidente que algo consumía mi mente y tiempo por lo que comenzarían las habladurías y sospechas.

Sobre todo con un pequeño peliazul que no quitaría su vista de mi hasta enterarse de todo.

Tomé con cansancio mi sien intentando asimilar el hiriente dolor de cabeza que punzaba constantemente, pero una voz conocida que llamaba mi nombre logró captar mi atención.

Volteé para encontrarme con mi copia barata.

—Vaya Karma— me miró de pies a cabeza — ya parece un milagro encontrarte en la institución.

Amantes del crimen [KARMAGISA]Where stories live. Discover now