capítulo diez.

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Los siguientes días, mientras sus padres se encontraban trabajando y las clases con Martina habían acabado, él se encontraba solo en su casa. Como de costumbre desde que era un niño.

Comenzó a practicar en soledad. Comenzó balbuceando de a una palabra. Luego eso se convertiría en un susurro. Luego en una palabra dicha en voz baja. Y finalmente en una palabra propiamente dicha. Luego intentó hablar varias palabras de una sola vez.

Eso se le dificultaba bastante. Pero al menos tenía la tranquilidad de estar hablando consigo mismo. Cualquiera que hubiera visto la escena se habría burlado.

Un maldito idiota de dieciséis años, hablando solo, practicando hablar para hacerlo bien, cuando a todo el resto del mundo le era algo tan fácil y natural. Pensaba que era patético. Pero no dejó de esforzarse. Fue un proceso lento. Avanzaba un poco más día a día.

Cuando finalmente logró hablar medianamente bien, decidió llevar su entrenamiento un poco más lejos. Se paró frente al gran espejo de su habitación, pretendiendo que su reflejo se trataba de cualquier otra persona. Podía ver el miedo en sus ojos. Se quedó callado unos minutos. Pero imaginó la figura de Rodrigo en el espejo, por sobre su reflejo. Sonreía, mordiendo apenas su labio inferior.

-"Dale Iván, vos podés"- En su imaginación escuchó claramente a Rodrigo decir eso al otro lado del espejo. Okay. Finalmente estaba enloqueciendo.

Pero es que él sabía que probablemente esas serían sus palabras si se encontrara con él en ese momento. El reflejo producto de su imaginación se esfumó y volvió a estar frente a su peor enemigo. Él mismo.

Apretó sus puños. Tomó una gran bocanada de aire y miró su reflejo con expresión desafiante. -"¡Soy Iván Buhajeruk y no tengo miedo! ¿Sabés por qué? Porque Rodrigo confía en mí. Y él me hace fuerte"- exclamó en voz alta.

Se alejó del espejo y se dejó caer de espaldas es su cama. Tenía la respiración agitada y su pulso temblaba. A pesar de sus persistentes nervios, sintió una oleada de orgullo recorrer su cuerpo. La auto superación definitivamente se sentía de maravilla.

Al anochecer su madre llegó del trabajo y se encontraba preparando la cena. Iván se dirigió a la cocina a tomar un vaso de agua. Se encontraba vestido solo con pantuflas en sus pies y una toalla ceñida en su cadera. Él se encontraba seco. Silvia lo observó.

-"¿Te vas a bañar?"- preguntó aunque fuera obvia la respuesta. Iván terminó de beber el líquido del vaso de vidrio y la miró a los ojos -"Sí"- respondió y se dio media vuelta, retirándose del lugar.

-"Bueno andá, no abro más la llave de acá"- le dijo amable mientras lo veía irse. Silvia siguió con sus labores de cocina. Tomó una cucharada de su salsa y comenzó a probarla, pero de repente algo la dejó en shock haciendo que soltara la cuchara, que cayó el suelo, esparciendo parte de la salsa. Un verdadero desastre. Pero no pudo importarle menos.

Volvió su vista a la puerta de la cocina por donde se había marchado Iván -"¿Sí?"- Dijo en voz alta, porque su voz interna no era suficiente para expresar su asombro. Iván hacía ya muchos años que había dejado de usar esa palabra al tener un sustituto gestual.

En la sesión con Esthela también ella pudo notar el drástico cambio. Él respondía todas las preguntas luego de unos pocos segundos. Le dirigía de vez en cuando la mirada. No estaba usando gestos para reemplazar palabras. Tanto Esthela como Silvia no podían salir de su asombro.

-"Iván, amor. Despertate"- lo meció su madre por encima de las mantas -"Hay que ir a la casa de tus abuelos"- Iván estaba semi dormido, pero oír eso simplemente le quitó todo rastro de sueño.

En un movimiento brusco quitó las frazadas que lo cubrían y miró fijamente a su madre. Era sábado. Los sábados eran su día especial. Su día libre. El día en que veía a Rodrigo ¿Por qué ir a la casa de sus abuelos? Eso sólo lo hacían los días domingo.

La miró con el ceño fruncido en espera de una respuesta, aunque ninguna que pudieran darle le agradaría.

-"Se van de viaje mañana. Por eso haremos el almuerzo familiar el día de hoy"-

-"No"- respondió serio.

-"Iván..."-

-"No voy a ir"-

A Silvia le agradaba la idea de que su hijo hablara más. Pero esta situación simplemente le rompía el corazón. Esos almuerzos se alargaban por horas y volvían muy al atardecer. Si iban era muy probable que Iván no pudiera ir al centro comercial.

-"Tenés que ir"- le dijo afligida. Ella pudo ver como sus ojos se cristalizaban un poco, su rostro seguía con expresión molesta. Supuso que estaba experimentando demasiada impotencia en esos momentos. Salió rápidamente de la cama y se dirigió al baño, dónde se encerró durante varios minutos.

Toda esa situación le resultaba demasiado injusta. No era justo que lo privaran de lo que más feliz lo hacía en el mundo. Sentía un nudo en su garganta. Tanta práctica en vano. Trataba de calmarse.

Luego de pasar largo rato encerrado finalmente salió y fue hasta la sala donde se encontraban sus padres ya cambiados, listos para salir. Él simplemente estaba con unos cómodos y viejos pantalones de gimnasia y un suéter de lana que le había tejido su abuela hace algunos años.

-"¿No te vas a cambiar, amor?"- preguntó su madre. Él negó con su cabeza viéndola de manera fija. Claramente estaba molesto. Muy molesto.

Ella sintió como su corazón se oprimía. Iván había estado respondiendo con palabras y ahora un cambio repentino de planes había arrojado todo por la borda en cuestión de minutos.

-"Vamos a intentar regresar temprano para ir al centro ¿Sí? No te puedo prometer nada. Por favor no te enojes"- Él sólo la miró fijo y desvió su vista hacia otro lado. Se encaminó hacia el auto y se subió a él. Cuánto más rápido se librara de la reunión familiar, más posibilidades había de verlo al menos unos minutos. Incluso segundos.

Una vez llegados a la casa de sus abuelos, Iván apenas si los saludó a ellos por educación. Estaba claramente enojado y no quería que nadie lo molestara. Ni siquiera se molestaba en responder con gestos, sólo hacía oídos sordos a todo lo que le hablaban. La bronca le había quitado incluso gran parte de su apetito.

Los demás reían y hablaban entre ellos. Él sólo miraba fijamente el reloj de la sala. Faltaban tan sólo veinte minutos para las seis de la tarde. El horario en que finalizaba el turno del trabajo de Rodrigo. Y sus padres no se veían muy interesados en abandonar pronto la plática.

No podía soportar la idea de no verlo. Ni siquiera podía ir caminando, dado que la casa de sus abuelos estaba en las afueras de la ciudad. Sólo había algo que podía hacer.

-"Mami"- la llamó tomándola del brazo. Ella dejó de reír y prestar atención a la conversación para concentrarse en él. Hacía muchísimo tiempo que no la llamaba así. Sólo lo hacía cuando algo era realmente importante -"Porfa"- la miró con genuinos ojos de súplica.

Si había alguna esperanza de llegar a ese lugar a tiempo todo estaba en manos de su madre. Ella vio lo afligido que estaba y luego vio el reloj. Las posibilidades de llegar a tiempo eran realmente pocas, pero lo intentaría.

-"Ha sido una reunión linda como siempre"- dijo Silvia, claramente apurada al mismo tiempo que se ponía de pie -"Espero que disfruten mucho su viaje y nos traigan un bonito recuerdo"- dijo tomando su abrigo y dándole el suyo a Hugo.

-"Ah, ¿Ya se van?"- dijo su suegra -"No se quieren quedar un rato más?"-

-"Si, nos gustaría mucho, pero me acordé que tengo que pasar a un lugar que ya casi cierra. Es realmente importante que lleguemos a tiempo"- dicho lo último le dio una mirada a Iván.

Él la observaba sin expresión en su rostro, pero su mirada estaba llena de agradecimiento. Se despidieron y rápidamente salieron de allí.

Una vez dentro del auto Iván sabía que contaban con pocos minutos para llegar a tiempo. Jugaba con sus dedos a causa de sus nervios y mordía su labio inferior por lo mismo. Silvia sólo lo observaba por el espejo retrovisor. Su padre estacionó el auto en la playa de estacionamiento.

Apenas el auto dejó de moverse, Iván abrió la puerta del vehículo y se echó a correr.

𝙚𝙡 𝙘𝙝𝙞𝙘𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙘𝙙'𝙨 ★ 𝘳𝘰𝘥𝘳𝘪𝘷𝘢𝘯Where stories live. Discover now