capítulo cuatro.

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-"Hijo, voy a ir al centro comercial en media hora. La semana pasada fuiste conmigo. ¿Querés volver a ir?"- simuló no saber que lo más probable era que aceptara la invitación. Iván asintió con los labios apenas curvados, sin llegar a formar una sonrisa.

Repitieron la rutina de una semana atrás. Con la diferencia de que esta vez Iván tenía claramente decidido ir a ese local de música y su madre no fue a la zapatería de enfrente; no obstante le dio privacidad a su hijo de hacer lo que él quisiera mientras ella se encargaba de comprar los víveres.

Allí estaba Iván. Caminando hacia ese lugar. Lo volvería a ver. Esta vez ni bien observó dentro del lugar lo divisó y su corazón empezó a palpitar con fuerza. Allí estaba, vistiendo su uniforme azul de trabajo. Siempre con una sonrisa atendiendo a los demás. El pelinegro se adentró al lugar, como si su cuerpo se moviera por sí solo. Quería estar cerca de él una vez más.

Sin siquiera voltear a ver la estantería llena de CDs, tomó uno cualquiera en sus manos y se dirigió en línea recta hasta él, acortando la distancia entre los cuerpos. Cuando el chico se despidió del cliente que estaba atendiendo se volteó simpático hacia Iván.

-"Bienvenido a MusicWorld. ¿Te puedo ayudar en algo?"- Su voz. Su maldita voz. Había estado retumbando en su cerebro los últimos siete días. Era tan bonita. Iván le dio la pequeña caja de plástico que había tomado segundos antes y él la tomó con una sonrisa.

-"¿Necesitás algo más?"- el chico de ojos cafés negó con la cabeza -"Bueno. Seguime por acá. Banca un minuto que lo voy a envolver"-.

Rodrigo regresó con el paquete en sus manos, lo colocó dentro de la bolsa de plástico y se la entregó. Seguidamente cobró el dinero -"Gracias. Que disfrutes tu compra, volvé pronto"- terminó con una sonrisa.

Iván se retiró del lugar. Sus manos estaban transpiradas y sentía un hormigueo en su cuerpo. Se sentía bien. Estaba nervioso por toda la gente, no podía negarlo. Pero cuando se encontraba frente a Rodrigo era como si el resto del mundo de desvaneciera. Como si reinara la paz. Una sensación nueva y agradable. Así, comenzó su marcha en busca de su madre.

Carrera lo había observado retirarse del local -"Es él"- dijo en un tono bajo de voz, que entre el bullicio de los compradores no se dejó oír.

Elena, la señora que trabajaba los martes y jueves en el local le había comentado que una señora había preguntado por él, lo cual le resultó bastante extraño, ya que el no conocía a nadie que encajara con la descripción de esa mujer. Pero lo que más le llamó la atención fue que Elena le dijo que la señora no estaba sola, que la acompañaba un adolescente.

Un joven pelinegro de cabello ligeramente rizado, alto, tez blanca, ojos cafés adornados con largas pestañas, que en ningún momento tuvo intenciones de decir palabra alguna. Encajaba perfectamente con la descripción de ese chico -"Me gustaría saber su nombre"- susurró y siguió atendiendo a los demás clientes.

Iván no podía creerlo. Llegó a su casa y se encerró en su habitación. Su madre creía que le gustaba escuchar sus nuevas adquisiciones a solas y cuanto antes fuera posible; pero en lugar de eso, él sólo tomaba el paquete entre sus manos observándolo fijamente. Admirando cada milímetro de la fecha escrita a mano. Era como si se sintiera más cerca, o en todo caso, menos alejado de aquel muchacho al poseer en sus manos algo suyo. Algo que él se hubiera encargado de envolver. Algo que él se hubiera encargado de escribir.

Luego de estar casi una hora mirándolo fijamente lo guardó dentro de la caja debajo de su cama, junto con el primer CD que había comprado. Luego se tumbó en su cama mirando hacia el blanco techo. No podía sacarlo de su cabeza. Sintió un gran vacío en el pecho al pensar en que debía esperar otros largos siete días para volver a verlo. Tantas horas de espera para tan sólo poder verlo apenas unos minutos. Pero aun así creía que valía la pena.

Martina no lo interrogó preguntándole si había logrado ver a quien buscaba, decidió que cuando él quisiera o estuviera listo lo haría por su propia cuenta. Además, ya había una persona encargada de oír sus sentimientos. Aunque Esthela tampoco tuvo grandes avances ese viernes.

-"Decime Iván, ¿Saliste de tu casa en las últimas semanas?"- él asintió -"¿Fue una buena experiencia o no fue de tu agrado?"- él levantó su dedo índice, indicándole que optaba por la primera opción dentro de su pregunta -"¿Pensás que vas a salir pronto otra vez?"- Si por pronto se refería al día siguiente la respuesta era un innegable sí. Él asintió -"Que bueno. Contame ¿Hay algo que te esté sirviendo de incentivo para que esto se lleve a cabo?"-

Iván se tensó. Sí, había un incentivo. Uno con nombre y apellido, bueno, aunque él lo desconociera daba por sentado que debía tener uno. Un incentivo con los ojos más hermosos del mundo. Pero no quería admitírselo. Al menos no aún. Así que se limitó a negar con la cabeza. Esthela supo de inmediato que estaba mintiendo. Ella esperaba que Iván mintiera incluso desde antes de formular su pregunta, que fue con esa intención -"Bueno, me alegra que estés progresando entonces. El mundo exterior no es un lugar tan horrible, viste?"- dijo mostrándose indiferente -"¿Cómo te fue en el examen de historia?"- cambió de tema.

Al terminar la sesión, como cada viernes, Iván se quedaba unos momentos solo mientras su madre y su doctora platicaban sobre él. Al principio, cuando era muy pequeño, hizo demasiados berrinches sobre eso. Era algo muy incómodo, sentía como si fueran a decir cosas malas sobre él, a tratarlo como un bicho raro. Pero con ayuda de la plática de ambas lo convencieron de que eso jamás ocurriría y no tuvo más remedio que acostumbrarse.

-"¿Está segura de qué él fue a esa tienda con la intención de ver a alguien en particular?"- preguntó Esthela.

-"Lo estoy. Me lo dijo su profesora que es de mucha confianza"- respondió Silvia.

-"Cuándo hoy le pregunté si existía una razón en específico para sus salidas, él dijo que no"-

-"¿Qué me está queriendo decir?"-

-"Que Iván mintió"- Silvia se sorprendió mucho al oír eso, creía a su hijo un alma inocente incapaz de decir mentiras -"Pero descuide Sra. Fernández, la mentira es un reflejo humano natural. Él está queriendo mantener su secreto cuanto le sea posible en una pequeña burbuja. Aún hay muchas cosas por averiguar, como el porqué siente la necesidad de ver a esa persona y cuáles son sus intenciones con ella"-.

-"Él"- le aclaró Silvia, determinándole el sexo de la persona en la que Iván mostraba interés -"Es un pibe"-.

-"Bueno, él"- La otra mujer le restó importancia. El género no era algo de suma relevancia en casos así -"Algunas de las posibilidades más comunes cuando esto ocurre es porque se la ve a la persona como un ejemplo a seguir, alguien como quien desearía ser; porque le recuerda a alguien del círculo familiar más allegado a quien le tienen mucho cariño; porque es alguien con quién se siente cómodo y a gusto; a veces incluso la razón no va más lejos de que la persona en cuestión sea apuesta. A veces una combinación de dos o más factores de algunos de los que acabo de mencionar como ejemplos. Y las intenciones también son muy variadas dependiendo de cada individuo. Las más comunes son atracción física o emocional, vinculadas al deseo de lograr formar un vínculo amistoso, fraternal o romántico con el sujeto en cuestión"- explicó la profesional.

-"¿Vínculo romántico?"- preguntó la madre confundida.

-"Todo es posible, Silvia. Sólo Iván puede saber lo que ocurre dentro de su mente"- Silvia había quedado estupefacta por las palabras de Esthela. Pero lo que decía tenía sentido. Con más razón aún decidió, con toda la fuerza de voluntad que poseía, que no se entrometería en la vida de Iván. Él sabía lo que hacía y ella confiaba en él ciegamente.

Al día siguiente Silvia volvió a invitar a Iván al centro comercial, quien no dudó ni un segundo en asentir con la cabeza en aprobación. Probablemente así serían todos los días sábados de ahora en adelante. Su madre ahora lo dejó solo ni bien cruzaron la gran puerta de entrada al edificio. Iván tomó una gran bocanada de aire antes de ingresar al local de música, tomó cualquier CD y caminó hacia el chico de ojos verdes.

Rodri lo miró de reojo mientras entregaba la compra correspondiente al cliente que estaba atendiendo en ese momento. Había regresado.

𝙚𝙡 𝙘𝙝𝙞𝙘𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙘𝙙'𝙨 ★ 𝘳𝘰𝘥𝘳𝘪𝘷𝘢𝘯Where stories live. Discover now