II

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Che miraba a sus guardaespaldas ir de un lugar a otro revisando la casa para asegurarse de que era segura. No importó cuántas veces insistió en que no era necesario, ellos solo decidieron ignorarlo y seguir adelante.

Él no era su jefe, solo su prisionero.

—Estamos listo, Che.

Abrieron la puerta de la camioneta para él. Un gesto que no terminaba de entender, parecía que al ascender su posición social también había desarrollado una especie de incapacidad en sus manos. De pronto todos se morían por abrir las puertas para él, poner una alfombra por donde caminase y se encogían de terror si estaba molesto.

¿A caso creían que Che les dispararía solo por estar enojado?

Bajó del auto y fue directo a su antigua casa. No había estado allí desde que Porsche y él se mudaron definitivamente a la Casa principal de los Theerapanyakul. Desde entonces había estado muy ocupado escondiéndose en su habitación para hacer cualquier cosa que no sea lamentarse.

Estando allí era difícil no recordar los tiempos donde Porsche luchaba por mantener la casa a flote, donde apenas escondía que sólo les alcanzaba para comer y ni siquiera podían permitirse una estúpida pizza.

Fueron tiempos difíciles, pero fueron felices. Ahora su hermano arriesgaba su vida cada día, y él parecía la muñeca de trapo de toda la familia.

—Creo que Che está deprimido —dijo Kinn cuando creyó que no lo escuchaba.

—No tendría porqué —le respondió Tankhun. —Solo mira este lugar. ¡Es grandioso!  ¡Puede tener todo lo que quiera solo debe pedirlo!

—No creo que sea tan fácil, Hia.

Él estaba ahí, sentado junto a ellos pero llevaba audífonos y creyeron que no los escuchaba. Che solo se encogió  de hombros y volvió su atención al juego en su teléfono, no quería saber nada de lo que hablaban.

De vuelta en su antigua casa, con sus viejas cosas llenas de polvo y su habitación casi intacta. Che se dio cuenta que si estaba un poco deprimido, cansado de que todos quisieran cuidarlo como si fuese de cristal, agotado de que todos mintieran o dijeran verdades a medias para no herirlo.

Realmente no llevabas una vida cuando la gente que órbita a tu alrededor insiste en mantenerte al margen, alejado de los problemas por miedo a que te rompas.

—Che, tenemos que irnos. Khun Porsche quiere que regreses antes de la cena.

—¿Por qué?

—Habrá invitados en casa. La primera y segunda familia se reunieran, un gesto de paz.

Sí, claro. Che sabía sobre esos gestos de paz. Todos ideas de Korn para mantenerlos a raya. Puede que fuese un niño pero no era idiota. Supo que algo andaba mal cuando se enteró de lo sucedido por los rumores que escuchó de los empleados.

Lo terminó de comprender cuando Korn apreció en su habitación y le pidió/ordenó con mucha amabilidad que considerará la oportunidad de viaja a la playa por unos días, en compañía de su madre.

Misma madre a la que había tenido encerrada y aislada del mundo durante años. Che no era ningún niño idiota, sabía que las cosas no estaban bien y sabía a la perfección que su hermano fingía estar de acuerdo con todo.

¿Qué tramaba Porsche?  No lo sabía. No se molestó en hablar de ello con Che, lo dejó atrás igual que siempre y siguió adelante fingiendo que todo estaba bien.

Antes de siquiera poder negarse. Porsche apareció para decirle que todo estaba bien, que fuera con mamá a la playa e intentara divertirse. Debía ayudarla a sentirse mejor. Pero Che no podía hacer mucho cuando su madre no le dirigía la palabra, cuando huía de él y... fingía que no existía.

Empecemos Otra Vez (Kimporchay) Where stories live. Discover now