029 l Lianna

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Viernes, 13 de marzo

Ginger estudió a Lianna, atendiendo a los comensales. Ese día no había tanta saturación de clientes, por lo que el trabajo era tranquilo. Podía conocerla un poco más en la conversación.

—¿Y tiene marido? —preguntó Ginger, ella estaba sentada en una de las bancas.

Lianna estaba limpiando las barras con un trapo húmedo, pero se detuvo por unos instantes al alzar la cabeza.

—Sí, solo legalmente. Pero, no estamos juntos como una pareja —resopló, rodando los ojos.

La castaña tragó duro, se notó que le incomodaba hablar al respecto.

Carraspeó la garganta con dificultad, yendo a la cocina, perdiéndose de la mesera. Observó la espalda de la deidad, algunas venas sobresalían de su cuello cuando aplicaba fuerza al amasar las mezclas del día siguiente. Sarah le dio la confianza de prepararla él mientras ella descansaba.

Ella quería acercarse con cautela y recordó que el otro día lo lastimó por idiota, pero esta vez no estaba cargando una cafetera hirviendo. Aunque tal vez se estremecía y podría tirar toda su masa.

Así que era mejor evitar accidentes, por lo que fingió toser, haciendo notar su presencia. Cupido giró un poco el mentón, observándola por el rabillo, curvó sus labios en una sonrisa mientras ella daba grandes zancadas hasta estar detrás él, lo envolvió con los brazos.

—Ni se te ocurra tocar la masa sin haberte lavado las manos —advirtió con seriedad, empujándola con el trasero.

La humana estaba anonadada, negó con la cabeza, pero dio varios pasos al fregadero, abrió la llave para lavarse las manos, creó espuma y se aseguró de enjabonar cada rincón. Se secó con la toalla que colgaba en un lado antes de volver a estar detrás de Cupido, quien entrelazó sus dedos con los de ella para continuar amasando la harina que tenía delante.

—¿Tú sabes hacer pan? —inquirió el pelirrosa, con una media sonrisa, intentando observarla.

Ella negó con la cabeza, estaba segura que la podría ver.

—De niña, ella solo me dejaba cocinar en pequeñas cantidades y cosas que no estaban en el menú —inició con la explicación—. Y cuando fui lo suficientemente mayor, la convencí para abrir la cafetería y lo que no nos sobraba era.

La deidad soltó un suspiro con profundidad, para que ella continuará con la conversación.

—Cuando tengas tiempo, te puedo enseñar —ofreció él, apretando la masa con ayuda de su mano.

—¿Y por qué estás haciendo masa?

—Porque los clientes que llegan en la tarde también desean. Sé todo lo que hace Sarah. Pero, todavía no lo he dicho.

—¿Y quieres hacer mucho pan? —preguntó con confusión, moviendo sus manos para que la soltará.

—No, solo voy a hacer dos tandas, a mi gusto. —Giró el montón, observándola por el rabillo—. Sarah es muy rígida en la preparación, y como es su trabajo, pues respeto su proceso.

—Sí, todavía me sorprendió que fue muy fácil que te aceptará en su área de trabajo.

—Eso es normal, soy el encanto en persona —respondió con obviedad.

Ginger abrió los ojos con diversión. No le iba a incrementar el ego a una deidad. Ella se volvió a enjuagar las manos, removiéndose el resto de la harina. Regresó detrás de la caja registradora, atendiendo a los nuevos clientes, preguntando si habían hecho más pan.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Where stories live. Discover now