004 I La aliada de Cupido

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Lunes, 18 de febrero

La mano del pelirrosa colgaba del sillón, tocando el suelo de madera. Sentía que el sillón donde había pasado las últimas noches habían sido una completa tortura por su pequeño tamaño donde debía de doblar las rodillas y sus extremidades superiores quedaban colgando.

Entreabrió un poco los labios para soltar un profundo suspiro al sentir la mirada penetrante de Kye sobre él. Lloriqueó internamente por unos segundos antes de abrir uno de sus ojos, adaptándose a la luz brillante del día que tanto caracterizaba a Sídney.

—Buenas tardes, dios dormilón —saludó Kye en un tono de voz profunda, se encontraba sentado detrás de la barra con una taza de café bien cargado por el día cansado que iba a tener por el trabajo de botarga que tenía— ¿Qué se supone que vas a hacer hoy? ¿Dormir todo el día y a ver si es que tus problemas se resuelven por sí solos?

Cupido con lentitud tomó asiento en el sillón para fregarse los ojos con los puños antes de posarlos sobre el joven brujo que seguía tomando de la hirviente taza, porque de ahí salía el humo.

—¿No te quemas la lengua? —preguntó Cupido, mordiendo la suya.

—No. Siguiente pregunta —replicó, dejando la taza a un lado.

Cupido se levantó del sillón para arrastrar sus pies hasta llegar a la barra y sentarse en el banco del frente para quedar cara a cara con el hechicero. Dio un rápido vistazo a su atuendo para darse cuenta de que tenía unos shorts y una camisa de tirantes que le hacían perder todo el glamur. No es como que si pudiera chasquear los dedos para cambiar su conjunto.

—¿Qué vas a hacer hoy? —cuestionó nada entusiasmado Cupido.

—Trabajar en mi inigualable y magnífico trabajo. —Tronó su cuello en un sutil movimiento al mover su cuello de lado a lado—. Por cierto, me tengo que ir.

Kye se levantó de su lugar, tomó la taza de café para ponerla en el fregadero. Sacudió su mano como una despedida para dirigirse a la entrada del departamento y tomar la pequeña maleta negra para salir por la puerta.

—Adiós, Kye. —Cupido alzó la mano como despedida al instante en que escuchó como azotaba la puerta.

Para ser un brujo, la mayoría del tiempo se encontraba irritable y molesto, desde su perspectiva. Aunque, tampoco podía quejarse, debido a que era la única persona en la quien podría confiar.

Una vocecilla en su interior le gritaba que fuese hacia Keylin y le ayudase a resolver alguno de los problemas en los que se había metido. Sin embargo, eso no iba a pasar, porque quería que ella solo tuviese un agradable recuerdo de su existencia y continuase con su vida lo más amena que podría.

Con pereza tomó un plátano para pelarlo y comerlo poco a poco mientras que iba nuevamente hacia la sala para abrir la maleta que su madre había preparado. Optó por unos pantalones de mezclilla con una playera color gris con corte uve que no fajó, su pecho tonificado se podía ver a través de la playera, tomó unos tenis con uno bóxer para ir al baño del apartamento y refrescar su cuerpo.

No le tomó mucho tiempo para cuando había salido del lugar arreglado, aunque de su cabello rosa goteaban algunas gotas. Lo alborotó un poco para acomodar su peinado antes de cerrar la puerta con unas llaves extras que le había dado el brujo unos días atrás.

Inició su ruta hacia la cafetería a pie, porque no era muy larga la trayectoria. Cada calle estaba infestada por estudiantes que parecían estar dentro de una vida veloz, parecía que estaban corriendo de lado a lado mientras sujetaban con fuerza las correas de sus mochilas.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora