013 l Cupido sobre ruedas

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Miércoles, 25 de febrero

La alarma la estremeció, Ginger solo fue capaz de abrir uno de sus ojos, extendió la mano hasta la mesita de noche para agarrar su celular y apagar el horroroso ruido. A veces se preguntaba porque seguía manteniendo ese sonido, pero es que ningún otro la despertaba.

Sin delicadeza, frotó sus ojos con los puños cerrados mientras bajaba sus pies de la cómoda cama y buscaba las sandalias. Arrastró con pereza sus piernas hacia la ventana, deslizando la cortina para que entrara un poco de luz. Cuando se giró en sus propios talones se sobresalta, ya que en el rincón logra visualizar una figura dormida en una esquina sobre una silla.

El pequeño chillido estremeció a la deidad que pasó la noche velando dentro su habitación, abrió sus ojos desorientados y se levantó abruptamente, se tambaleó e intentó buscar a su humana. Se acercó a ella, acunando su rostro entre sus manos y examinando cada detalle.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —preguntó, apretando con firmeza los mofletes de la mujer.

Ella intentó sonreír, pero no fue capaz.

—Estoy bien, no te preocupes —prometió, colocando sus manos encima de las de él, retirándolas de su rostro—. Me siento muy bien, gracias.

La luz que se filtraba del cielo le permitió escudriñar a la deidad. La punta de su nariz estaba un poco rojiza y sus ojos denotaban cansancio. Ella arrugó el entrecejo e inmediatamente tocó la frente de él.

—¿Tú estás bien? Te pegué mi enfermedad, ¿verdad?

—Valió la pena completamente. —Dibujó en su rostro una pequeña sonrisa.

La castaña no entendió a lo que se refería por lo que no dijo nada. No recordaba mucho del día anterior, solo que no podía tolerar el espantoso ruido de la alarma.

—Estoy bien, ángel. Solo que dormí mal —agregó él cuando notó que no recordaba que la había besado—. No me arrepiento, mejor vamos a ayudar a Sarah a abrir la cafetería, pero eso sí, primero debes de tomar tu pastilla. —Dio unos pasos hasta la mesita de noche, tomando el vaso de agua junto con lo demás para que ella lo bebiera.

Colocó la pastilla sobre los labios de la bonita castaña, ella abrió la boca y lo pasó con ayuda de agua.

—Si quieres quedarte a descansar.

—Estoy bien, en serio —insistió ella, al ver una pequeñas ojeras debajo de sus ojos—. Solo como algo y me lavo la cara, estaré como nuevo.

Ginger no estaba convencido, pero sentía que él era testarudo. Por lo que asintió la cabeza y los dos fueron al cuarto de baño. Cada quien sujetó su cepillo dental, ella sacó un poco de pasta, colocándola en el del pelirrosa, otro en el suyo. Los dos se cepillaron los dientes a un lado, luego de enjuagarse, el primer turno lo tomó la mujer para lavarse el rostro.

—Te espero en la cafetería —mencionó ella al salir del baño para ir al suyo y cambiar su conjunto de ropa.

Cuando ingresó a la cafetería, lo primero que vio fue a su abuela colocando una charola de metal en las vitrinas, por lo que se apresuró a atarse el cabello y ponerse la red. Sarah gruñó, ella se imaginaba que iba a tomar un día más de descanso para recuperarse.

—Estoy como nueva —insistió la nieta, tomando la bandeja—. Creo que debes de estar un poco cansada tú, si quieres terminó.

—Sí, estoy cansada. Es que Mish dijo que iba a velar tu sueño, todavía estabas un poco mal —añadió ella—. No sé por qué él me inspira tanta confianza.

—Puede que sea su carisma, yo tampoco entiendo muy bien lo que sucede. —Se encogió de hombros, restándole importancia.

Cinco minutos después, Cupido se agregó al equipo, acomodó todas las mesas, también ayudó a preparar el café para cuando la fila ya estaba en la calle, preparados para entrar. Ginger abrió la puerta y los clientes empezaron a ingresar, sobre todo los estudiantes que estaban a punto de iniciar sus clases en las facultades.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें