027 l Pintura

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Miércoles, 11 de marzo

Lianna llegó quince minutos antes de la hora indicada, su peinado estaba impecable, dio un saludo en lo que se ponía el mantel para continuar atendiendo algunas mesas, parecía que seguía siendo muy eficiente en su trabajo, por ende, era más amable con los comensales.

A mediodía, la puerta se abre. La morocha quedó estupefacta al ver a una persona atender a las mesas ¿Quién era ella? Necesitaba que Ginger la actualizará de los hechos, por lo que la localizó con la mirada, rodeó la barra, donde estaba la castaña.

—Hola, mujer hermosa —saludó Jade, observando de reojo al cliente que estaba detrás de la caja registradora.

Ginger movió la cabeza.

—¿Necesita algo más?

—No, eso sería todo ¿Cuánto va a ser?

Ginger dio el precio al comensal, concluyó la con la compra y le pidió a Jade si se ocupaba de la caja por unos segundos en lo que ayudaba al pelirrosa con Las órdenes. Ella escudriñó a la deidad, se creía adorable con esa red en el cabello color negro que resaltaba por su pelo rosa. Estaba tan enfocado en preparar el café que ni se percató que entró.

Usualmente ella entraba cinco segundos para dejarle el pedido en la pared para que él pudiera realizarlos.

La humana empezó a dar cortos pasos con cautela, llegando justo detrás. Dejó caer todo su peso en la punta de sus pies, por lo que podía inclinarse un poco y ver por encima del hombro.

—¿Qué es lo que haces? —preguntó de repente, sin hacer ruido, en el momento menos oportuno.

Cupido estaba terminando de servir una taza de café con la cafetera, lo tomó desprevenido, por lo que, al girar la cabeza hacia un lado, no notó que vertió líquido hirviendo en su otra mano. Gimió por el dolor, pero al menos reaccionó a tiempo para que la quemadura fuera mínima.

La mortal se sintió culpable, retrocedió un paso, reprendiéndose mentalmente por lo bruta que había sido. Tomó el trapo limpio que estuviera a su alcance, empapándolo con agua helada. No sabía de primeros auxilios, pero no deseaba que él continuará sintiendo calor sobre su piel.

—¿Te sientes un poco mejor? —inquirió ella, después de envolverle la mano en la toalla.

—Sí, no pasa nada. Solo que me has tomado un poco desprevenido.

—Fui una estúpida, no debí de hablarte así cuando estás cerca de algo tan caliente —se reprendió así misma, resoplando.

Cupido se giró sobre sus propios pies, agarró las caderas de la humana, atrayéndola a él. Los jeans se empezaron a humedecer, sus brazos se impactaron contra la caja torácica y esbozó una amplia sonrisa.

—Yo siempre estoy cerca de la mayor fuente de calor que pueda existir en todo el universo.

—¿Cómo? —fingió demencia—. No sabía que habías estado en el inframundo, ¿en serio es tan caliente como se cree?

—El calor de allá abajo no se compara con el de tu cuerpo. —Enterró las uñas con más en su cintura—. Es mi lugar favorito.

—Oye... —advirtió con seriedad, pero internamente estaba saltando de emoción.

Cupido intuía lo que él sentía, por lo que acunó su rostro, atrayéndola a su boca, capturando sus labios en un beso, devorándose sin pudor. Ella mordisqueó el labio inferior para que la dejará ir, pero tan pronto lo hizo, él se sintió vacío.

—Estamos trabajando, eres bien caliente —carcajeó ella, retrocediendo un paso.

Necesitaba mantener distancia entre ambos, ya que ella podía caer en la rendición. Alguien debía de ser consciente de lo que estaba pasando a su alrededor.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Where stories live. Discover now