012 l Cupido en la cocina

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Martes, 24 de febrero

Sarah estaba sacando la última tanda de panes, y su nieta no había bajado hasta ese momento, lo cual le preocupaba y sus facciones lo demostraban bien, sus delgados y rosados labios estaban curvados hacia abajo.

—¿Qué es lo que sucede? —pregunta Cupido, arrugando el entrecejo— ¿Es que el pan no ha salido tan esponjoso?

—No...

—¿Cómo qué no? Si he seguido todas las instrucciones de sus recetas —respondió, abrumado—. Además, ha estado aquí, revisando cada una de mis movimientos. No puedo creer que en todo lo tengo que cagar...

Sarah se sujetaba con fuerza el estómago, ya que le estaba causando un ataque de risa por las ocurrencias de su inquilino.

—No, es que Ginger no ha bajado, ella ya debería de estar acá. Falta veinte minutos para que la cafetería abra.

Ginger era una persona infalible en cuanto a sus responsabilidades.

El pelirrosa asintió con la cabeza, ofreció ir a arriba para ver si existía algún problema, Sarah accedió, porque necesitaba preparar la mezcla de masas para el día siguiente.

Cupido en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba afuera de la entrada de la habitación de su humana, apretó el puño para llamar. No obtuvo respuesta alguna, así que optó por pegar el oído en la puerta y con algo de suerte pudo escuchar algún ruido. No obstante, ni una respiración lograba captar.

Volvió a tocar por una segunda, tercera, cuarta vez hasta que la quinta colocó la mano sobre la perilla para girarla. Empujó la puerta con suavidad, esperando una respuesta que jamás llegó.

Las ventanas estaban cubiertas por las cortinas, y un enorme bulto en la cama. La alarma empezó a sonar apresurada. Una mano pequeña entre todas las cobijas apareció, gimoteó y apagó el sonido. Cupido dio varias zancadas, llegando a ella.

Unas cuantas gotas de transpiración escurrían por toda su frente, tenía su piel un poco enrojecida. Él se preocupó al instante, se arrodilló a un lado de la cama y movió las sábanas, encontrándose a una mujer con el cabello empapado de sudor y sus labios estaban entreabiertos.

Cupido se preocupó al instante, por lo que intentó sacudirla para que reaccionará, pero era inútil.

—Ginger, despierta.

—¿Podrías por favor dejar de sacudirme? —inquirió ella pausadamente, abriendo solo un ojo—. Estoy un poco cansada. —Volvió el ojo, dejando caer su barbilla de un lado.

Cupido acarició su frente, estaba hirviendo. El pánico empezó a inundarle el pecho, con una respiración irregular.

Su humana se estaba muriendo frente a él, ¿qué se supone que debería de hacer en estas situaciones especiales?

Retiró unos mechones húmedos de la frente y decidió ir con Sarah, ella sabría que podría manejar mejor la situación con él. De pronto, algunas frases de Kye azotaron su cabeza, algunos efectos secundarios del rompimiento del embrujo podrían perjudicar a las dos personas, pero más a quién lo realizó, independientemente si sabía o no lo que estaba haciendo en ese momento.

¿Ginger se iba a morir por su culpa?

Pasó saliva con nerviosismo, no creía que eso fuera capaz de suceder o al menos era lo que él quería plantearse, la destapó y tiró todas las cobijas al suelo, ella gimoteó y se retorció en busca de lo que le arrebataron, pero no localizó nada. Bajó más rápido de lo que deducía cuando Sarah ya terminó de limpiar toda la cocina, preparada para abrir.

El cupón de Cupido  [CD #1.5]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum