5. Nuevas amistades, parte I

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Lo último que Eren deseo fue meterse en problemas. Sin embargo, el día que quiso ir a la escuela por cuenta propia era diez de febrero, el día que surgieron todos sus problemas.

—¡Al frente y al centro! —ordenó Keith Shadis después de hacer sonar su odioso silbato de entrenador y todos los chicos, Eren incluido, obedecieron sin rechistar.

Dos horas fueron suficientes para que él pudiera descubrir que era cierto que era uno de los miembros más relevantes del equipo de fútbol, que era cierto que era toda una sensación entre las muchachas de su curso, y que desgraciadamente era cierto que Mikasa Ackerman, quién no le dedicó ni un abucheo aunque estaba en las gradas, siguiendo sus movimientos en el juego fijamente, no le importaba en lo más mínimo su existencia. Y eso le dolió. Aunque no tanto como el balonazo que le dió el entrenador Keith Shadis cuando se percató que Eren estaba distraído.

—¡Jaeger! ¡¿Que te he dicho sobre anda coqueteando durante el entrenamiento?!

El impacto del balón contra su estómago fue tan repentino que lo dejó tendido en el suelo, tratando de recuperar el aliento y escuchó las risas de sus compañeros y vió los pies del entrenador cuando este se paró frente suyo con toda la intención de continuar su reprimenda.

—¿No lo habíamos hablado?

El hombre se inclinó hacia él pero Eren se irguió con gesto confundido, pues, no recordaba haber conversado con Shadis al respecto. Es más, después de aquella última vez que se vieron, la última vez que lo vió estando de espaldas y con los brazos cruzados al mismo tiempo que él se alejaba en su caballo, Eren no podía recordar haberle hablado jamás.

—No estoy coqueteando con nadie —le alcanzó a decir después de levantarse del suelo, tenaz, como había sido siempre.

—Si así no fuera, hubiéramos ganado el juego —por instinto, Eren volteó hacia la voz ajena a la conversación y entonces lo vió.

A quién admiró por años y luego chocó contra la triste realidad de que no puede uno enaltecer a alguien sin antes haberle conocido del todo. Pero nunca acaba uno de conocer a alguien, le decía su madre y mucha razón tenía. Reiner Braun seguía viéndose como al principio; el uniforme le quedaba pequeño de tan prominentes brazos y Eren no mentía al jurar haberle visto músculos en los músculos, pero no le inspiraba miedo, así como al principio, él también sabía ser cínico sin necesidad de tener un balón bajo su brazo.

—Veo que te recuperaste rápido después del accidente del otro día —y se acordó de las palabras de Armin y su insistencia por explicarle a todos que su amigo no estaba loco.

—Tú —el rencor por años acumulado le floreció en el pecho, y se acercó al rubio con gesto desafiante, sin importarle que debía alzar la cara para verlo a los ojos cuando lo tuvo al frente—. Por poco me matas y todavía te atreves a llamarlo un accidente.

—¿Matarte? —sonrió burlón y aunque no le faltaban ganas de acercarse y darle un puñetazo, agradeció que las puertas del gimnasio se abrieron de repente y la conversación murió.

De las cosas que había visto en menos de veinticuatro horas, fueron tres las que le causaron una tremenda sorpresa; antes había visto el mismo trío de muchachas con el mismo uniforme –las personas en Shingeki las conocían como «equipo de porristas», eso escuchó de la boca de Connie cuando le preguntó–, pero que corearan el nombre de Historia Reiss al mismo tiempo que la llevaban cargada en sus hombros como si fuese una reina y que ella sonriera y saludara coqueta como si aquello fuese algún concurso de belleza, logró desencajar por completo al pobre Eren, quién no entendía el motivo de tanto escándalo cuando apenas eran las 10AM.

—Abajo, chicas —lo segundo fue ver a la rubia de ojos azules dirigirse hacia él con confianza—. Hola, Eren —que acunara su rostro entre sus delicadas manos y que le diera un corto beso en los labios.

𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐕𝐮 | EreMika [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora