4. Hogar, dulce hogar

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Armin caminaba tomando de la mano a Eren y no porque quisiera, el muchacho estaba tan desorientado que ni siquiera recordaba el camino a casa, así que tuvo que tomarlo de la mano, aunque todos lo miraban, para que no pudiera desviarse de la avenida.

La ciudad era bonita, Eren nunca había visto tantos colores y carteles, al menos no en esa vida. Se sorprendió mucho más cuando Armin se detuvo enfrente de una casa.

—Llegamos.

Eren lo miró para luego regresar la vista hacia la casa. Era bonita desde su punto de vista; pintoresca y para nada parecida a las casas de su isla natal.

—¿Es mi casa? —Armin asintió y el tragó saliva—. ¿Qué debería decir?

—La verdad, obviamente —Armin dió la vuelta a la vez que colgaba su morral en el hombro—. Ya tengo que irme pero te veré mañana, ¿Verdad?

—Adiós —musitó. El rubio encogió los hombros y se fue, dejándolo solo.

Cuando estuvo frente a la puerta, cerró la mano para tocar y recordó que esa era su casa, así que agarró y giró el picaporte abriéndola la puerta. El aroma hogareño inundó sus fosas nasales, respiró hondo, haciéndolo sonreír satisfecho. De pronto abrió grande los ojos, escuchaba música, risas y voces de personas que cantaban. Caminó hasta donde creyó que las voces provenían y en la sala de estar, encontró a su familia; vivos y juntos. Se sintió un tanto confundido comenzó a retroceder hasta que su espalda chocó con la pared y agradeció eso, de otra forma, el golpe por causa del desmayo sería doloroso.

Se deslizó por la pared hasta quedar en el suelo, sentado y perplejo, mirando las personas sentadas en el sofá con camisas similares, como en los grupos musicales, hasta que uno volteó hacia el umbral y se percató de su presencia.

—Hijo, llegaste temprano —Grisha, con pelo corto y una apariencia más joven del que recordaba, se paró del sofá y le sonrió—. ¿Qué haces ahí sentado? Ven.

Se quedó plasmado en su sitio, entonces su padre se acercó para levantarlo y que se uniera al grupo. Cuando Grisha lo dejó en medio de la sala de estar, permaneció lívido, apenas moviendo los ojos para ver los rostros que creyó olvidados.

«Grisha, Zeke, mamá —decía dentro de sí mientras los miraba. Sonrió enternecido cuando cruzó miradas con Carla y luego se fijó en la mujer sentada al lado de su madre y frunció las cejas—, y...¿ella?»

Aquella mujer le pareció muy familiar, el cabello castaño que tenía hasta la altura del hombro, ojos grandes de color verde u azul, no estaba seguro, pero era bonita y no era tan vieja, calculó treinta por su piel tersa y sonrisa que hacia la perfección combinación con la juventud.

Los recuerdos llegaron a su mente como un torrente de emociones. Los recuerdos de su padre siendo niño, siendo golpeado por militares y una niña linda e inocente de compañera, demasiado pura para un mundo tan vil. Su injusta muerte lo hizo parpadear un par de veces hasta volver enfocar el rostro de aquella mujer.

—¿Faye?

—Tía Faye para ti, muchachito —soltó una carcajada y se paró del sofá para rodear a su sobrino con los brazos pero Eren no correspondió, estaba demasiado aturdido para hacerlo—. ¡Mírate, como has crecido! Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos.

—Ya lo creo —balbuceó.

—¡Y que guapo! —se apartó para apretar las mejillas del moreno—. Apuesto que vuelves locas a todas las muchachas de Shingeki, ¿Verdad?

—Basta, tía Faye, lo asfixias —Zeke pasó el brazo por el hombro del menor y se inclinó para susurrarle al oído—. Por cierto, hermanito —el seudónimo bastó para que Eren volteara a verlo—, llamé temprano y no contestaste. Pasé por ti en la escuela y no te encontré. ¿Te fugaste con una chica?

𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐕𝐮 | EreMika [✔]Where stories live. Discover now