Capítulo 10. Nuestro secreto.

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Me estiro bajo las sabanas y sonrío cuando escucho algunos huesos tronar. Tomo mi teléfono que está sobre la mesita y verifico la hora: 10:07 am. Hago un mohín y me dispongo a arreglar la cama. Una vez ordenada, entro al baño. Me desvisto y me meto a la ducha. Tomo un baño relativamente largo y luego salgo envuelta en una toalla. Busco en mi armario algo de ropa y me decanto por un vestido. Me pongo una chaqueta de jean encima y unas Vans.

Bajo a la primera planta, yendo a la cocina en busca de algo para desayunar. Mi estómago ruge y el recuerdo de que hoy tengo un almuerzo con el señor arrogancia llega a mí. Hago un mohín.

—Buenos días, Barb —saludo en cuanto entro a la estancia.

—Buenos días, Kayla, ¿qué tal dormiste?

—Muy bien, gracias. ¿Algo para desayunar?

—¿Qué se te antoja? —Me encojo de hombros y tomo asiento en la isla—. Hice huevos y tortitas, ¿qué quieres?

—Algo ligero.

Ella se queda un momento pensando.

—¿Qué te parece un poco de yogurt con fresas y cereal?

Mi estómago vuelve a rugir en cuanto la imagen se proyecta en mi mente. Asiento sonriendo. Eso suena verdaderamente delicioso. En una taza Bárbara me sirve yogurt, con trozos de fresa y cereal encima. Es en momentos como estos en los que me pregunto si ella es una diosa.

Una hora después estoy saliendo de casa. Manejo hacia el bistró que Colin me indicó. Es un lugar bastante agradable. He ido un par de veces, más que todo para celebrar el cumpleaños de Elisa y me ha encantado. Para mi buena suerte encuentro un buen lugar donde estacionar. Camino nerviosa hacia la entrada, y una vez dentro del local, busco con la mirada al chico. Desde una mesa del fondo, alguien levanta la mano. Lo veo, y me acerco a él. Se levanta cuando yo tomo asiento frente a él y luego vuelve a sentarse.

Lo miro, una pequeña sonrisa está pintada en su rostro. Podría decir que luce tímido, quizás un poco nervioso y me sorprendo. ¿Quién demonios es este chico? No era así cuando lo conocí. Ni siquiera puedo sentir el aura arrogante. Luce diferente. Demasiado diferente. Su sosiego me confunde.

Un mesero llega a nuestra mesa y nos entrega el menú. Le agradezco con una sonrisa y lo dejo sobre la mesa. Colin lo abre, repasando con sus ojos los platillos ofrecidos.

—Bien, ya estamos aquí, ¿de qué quieres hablar? —suelto, sonando más tosca de lo que pretendía.

—¿Qué vas a pedir? —pregunta, ignorando lo que dije.

Frunzo el ceño.

—¿No se supone que veníamos a hablar?

Él alza la vista y clava sus ojos grises en los míos.

—Sí, pero también es un almuerzo y tengo hambre.

Ruedo los ojos. Tomo el menú y comienzo a leer. El estómago me ruge en cuanto veo todo aquello. Dios mío, había olvidado lo deliciosa que es la comida aquí. Después de un par de minutos de decidir, el mesero llega a pedir nuestra orden.

—Yo quiero filete con salsa pimienta, por favor —le digo.

—A mí me trae pechuga de pollo con salsa holandesa, por favor —pide él.

—Muy bien. ¿Y de tomar qué se les ofrece?

—Una limonada.

—Lo mismo que la señorita.

Volteo a verlo, él me sonríe. Sin querer ruedo los ojos.

—Perfecto. Enseguida se los traigo.

—Gracias —decimos al unísono.

Más que un juegoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin