Capítulo 10: Solo te engañas a ti mismo.

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Antes...

-¿De verdad tienes que irte? A papá le acaban de ofrecer una residencia en Las Vegas. Está volviendo al escenario. Le encantaría que te unieras a nosotros... – Zatanna se fue apagando –

Ella lo miró a los ojos, sintiéndose vulnerable,

-Supongo que se sintió como si finalmente estuvieras bajando la guardia conmigo – le dijo la joven de trece años al muchacho mayor que estaba ante ella –

Bruce la miró con emoción. Mientras que él ya era un joven de veintidós años mucho más desarrollado del físico gracias a su duro entrenamiento desde que salió de Gotham a los dieciocho, Zatanna era una niña italoamericana con un rostro muy tierno que además, cargaba dos ojos azules que parecían oceánicos y un cabello negro como la noche que le llegaba hasta la cintura.

Bruce sabía que ella quería ser su novia, pero por la diferencia de edad nada de ellos podía ser posible.

-Lo estoy siendo, Zee... ¿no te das cuenta? – le contesto el –

Bruce se volteo hacia ella, dándole una larga mirada que la hizo sentir como si tuviera mariposas en el estómago. Zatanna comenzó a esperar que tal vez, solo tal vez, él se quedara. Que terminará con ella como lo hizo en sus sueños más salvajes.

-Pero, tengo que seguir moviéndome. He aprendido todos los métodos de escapismo que tu papá pudo enseñarme. Y... – Bruce la miro como si estuviera viendo través de su alma – Y tú.

Zatanna nunca antes había sentido ese tipo de angustia. Sintió que le estaban rompiendo y recomponiendo todo a la vez. Sintió una cercanía con él, pero también una distancia. Su corazón se calentó por las palabras de Bruce sobre cómo podría aprender de ella, pero también sintió un gran vacío por el hecho de que él se iba.

-Ugh, bien – dijo Zee con una frustración en su voz que era más que evidente –

Pero luego, Bruce la miro con esos ojos oscuros propios y Zatanna no pudo encontrar en sí misma el enojo con él. Bruce se veía tan terriblemente lindo cuando estaba melancólico.

Zatanna sintió que su corazón se hinchaba al ver su sonrisa. Le tomó algunas semanas, pero finalmente logró que Bruce se abriera a ella. Logro que sonriera. Una sonrisa real, algo en lo que ella se deleitaba cada vez que lo veía adornar sus rasgos con esa sonrisa. Bruce también le contó cosas... misterios; la forma en que nunca fue capaz de superar la muerte de sus padres. Sobre las pesadillas que tenía. Sobre cómo ella no había sido la única persona a la que excluyó. Excluyó a todos, incluido el hombre que lo había criado; Alfred.

Y durante esos cinco meses, Zatanna hizo que su enamoramiento de la infancia se convirtiera en mucho más que un enamoramiento. Fue algo gradual para ella, pero también sucedió de inmediato cuando lo vio por primera vez desde que su padre lo trajo al teatro. La forma en que sus ojos mostraban dolor e inseguridad. La forma en que el la miró con tanta vulnerabilidad, como si olvidara que había alguien por ahí que aún conocía al viejo Bruce.

Entonces por impulso, Zatanna saltó a sus brazos, envolviéndolo con sus propios brazos y hundiendo su rostro en su cuello. Dejó escapar un suspiro audible cuando él apretó sus brazos alrededor de ella. Siempre se sentía tan cálido, que era solo una de las razones por las que a ella le encantaba estar envuelta en sus brazos.

-Te quiero, Bruce – dijo Zee sin pensarlo dos veces –

En realidad nunca lo había dicho antes. Estaba segura de que él lo sabía. Su padre la había reprendido una vez por lo obvia que era sobre sus sentimientos, pero no pudo evitarlo. Bruce había sostenido su corazón desde que llego a vivir con ellos.

Batman: La Broma FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora